¿Qué es la verdad?

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

El Viernes Santo pasado, en la lectura de la Pasión según san Juan, me ha impresionado, como siempre la escena en la que Poncio Pilato interroga a Jesús de muchas cuestiones, para, al final proclamarle Rey (Jn 18, 18-40; 19, 1-22). Es el núcleo del relato. Pero hay una parte que siempre me interpela y me deja perplejo, pensando en el hoy y en nuestra vida. Es cuando Pilato, después de preguntarle si es rey, Jesús le responde diciendo: «Tu dices: soy Rey. Yo para esto he nacido, y para esto es venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. Le dice Pilato: ¿qué es la verdad?» (Jn18, 37-38).

Jesús había dicho en la Cena, ante la pregunta de Tomás: «“Señor; no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?”. Jesús le responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”» (Jn 14, 5-6) Pero Pilato no lo sabía. Para nosotros Jesús es el camino para llegar a la VERDAD y la VIDA, con mayúsculas. Esa verdad y esa vida ¿dónde están? Jesús ha venido a revelar el misterio último de Dios, que es Verdad y Vida. Pilato no es que sea un escéptico, ni un indiferente, sino que queda aturdido. No sabe que la misión de Jesús no es competir con el emperador de Roma, al que él representa y sirve con violencia, sino la misión de revelarse a sí mismo y todo lo que Él ha oído al Padre y sólo los que son de Él, sus amigos y discípulos, podrán escuchar su voz y recibir la vida eterna que el Padre les ha dado (Jn 6, 44; 17, 6).

Por descontado, no es la verdad filosófica, ni científica: Jesús no era un filósofo, aunque era amigo de la sabiduría y de tonto no tenía un pelo; sabía observar la naturaleza, las cosas, el comportamiento humano, y sacar sus conclusiones; tampoco era un científico que experimentaba; tenía la ciencia y la técnica de su tiempo; es el que revela el misterio de Dios, que es AMOR, con su palabra, sus obras, su entrega hasta el final; su Espíritu. Es más, revela al ser humano el misterio del mismo ser humano, seamos varones o mujeres y es que mirándole a él nos descubrimos nosotros mismos como seres amados, hijos de Dios y hermanos unos de otros. De él descubrimos la verdad moral y religiosa.

«La verdad es lo que es» (San Agustín, Soliloquios, II, 5, 28). Esta es la definición que nos ha dejado el santo como verdad ontológica y como clave para el conocimiento de la persona y el diálogo con los demás.

¿Cómo caminar hacia la verdad? No haya otro secreto que el seguir a Jesús, seguir sus huellas, ir tras él como las ovejas siguen a su Pastor, los discípulos a su Maestro. Pero hacerlo sin creernos superiores a nadie, sin orgullo, sin presumir, sino con humildad. Santa Teresa decía: «Humildad es andar en verdad». La verdad de lo que somos, que somos amados, pero también pecadores, limitados, mortales, que no somos Dios, que no somos inmortales, que somos caducos, que necesitamos de Dios y de los demás, y tantas lecciones que nos dado la pandemia.

San Agustín decía en su carta Dióscoro, un estudioso que le preguntaba por muchas cosas: «Quisiera, mi Dióscoro, que te sometieras con toda tu piedad a este Dios y no buscases para perseguir y alcanzar la verdad otro camino que el que ha sido garantizado por aquel que era Dios, y por eso vio la debilidad de nuestros pasos: Este camino es: primero, la humildad; segundo la humildad, tercero la humildad, y cuantas veces me preguntes, otras tantas te diré lo mismo. No es que falten otros que se llaman preceptos; pero si la humildad no precede, acompaña y sigue todas nuestras buenas acciones, para que miremos en ella cuando se nos propone, nos unamos a ella cuando se nos allega y nos dejemos subyugar cuando se nos impone, el orgullo no lo arrastrará todo de las manos cuando estemos ya felicitándonos por una buena acción» (Carta 118, 22).

Hoy, donde hay mucho relativismo y se habla de la posverdad, donde a veces se oye decir que no hay verdades absolutas, que nada es verdad ni mentira, sino que cada uno hace, se construye sus verdades, en muchos os los terrenos de la vida, sobretodo en la política, donde la verdad es la gran víctima, también en el tema de las vacunas, que ya no sabemos a qué atenernos. Necesitamos mucha humildad. Queremos construir un mundo nuevo, un edificio nuevo, pero para que se sostenga tenemos que cimentar mucho, y el cimento es la humildad. «Observa un árbol. Para crecer hacia arriba, primero crece hacia abajo. Primero clava su raíz en la humildad de la tierra para lanzar luego su copa al alto cielo» (San Agustín, sermón 117, 17). A más altura, más cimiento; pues también en la vida humana, necesitamos más humildad y buscar la verdad juntos, porque la «verdad no es tuya ni mía para que sea tuya y mía» (San Agustín, En. in Psal. 103, 2,11).

¿Dónde buscar la verdad? «No vayas fuera, vuelve a ti mismo: en el interior del hombre habita la verdad» (San Agustín, de vera relig., XXXIX, 72).

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