+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
El elemento definitorio de la Catedral es que es el lugar de la Cátedra. Por otro nombre, en algunas regiones se denomina la Seo, que es lo mismo que Sede.
La cátedra es el lugar donde el obispo se dirige a su pueblo, expresión de la sucesión apostólica que asegura el testimonio del Evangelio con la autoridad de su interpretación auténtica, como no existe la comunión eclesial sin el altar para reunir al Pueblo de Dios en la celebración de la Eucaristía, memorial del Señor muerto y resucitado.
La iglesia -edificio representa plásticamente la identidad de la Iglesia- comunidad para cuya iglesia- asamblea está destinado, es decir para reunir a toda la comunidad en torno a la Palabra de Dios y al sacramento de la Eucaristía, tal como Cristo la ha querido. Es como la casa de la Iglesia, donde se reúnen todos sus hijos, porque la Iglesia es la familia de los hijos de Dios que tiene por cabeza Jesucristo y por alma el Espíritu Santo.
La cátedra significa que la Iglesia allí reunida es la Iglesia de la fe, esa fe de la que es garante el obispo que está sentado en la cátedra, en comunión con otras iglesias y en particular con el Papa, obispo de Roma, sucesor de San Pedro, a la vez que representa a la Iglesia propia en el interior de la comunión de las iglesias. No interesa la cátedra como un simple objeto o mueble, sea artístico o no, sino lo que representa: es signo de la sucesión apostólica en la persona del obispo y allí donde ejerce su función evangelizadora allí está la cátedra personalizada. Si está en un lugar concreto donde la iglesia local está convocada es un signo sensible de que el Apóstol continúa presente en aquella Iglesia.
Esta cátedra no hace referencia sólo al obispo, sino a todos los que comparten con él, en colaboración la tarea de ser servidores de la Palabra: los presbíteros, los diáconos, los catequistas, los teólogos... todos los ministros de la Palabra.
Otro elemento, además de la cátedra, que distingue a la catedral es el altar. Es el lugar de la Eucaristía y la Eucaristía es el sacramento de la piedad y amor del Padre, el signo de unidad fraterna de los creyentes en Jesucristo y el vínculo de la caridad que nos une por en el Espíritu Santo; la comunión eclesial es comunión eucarística y toda legítima celebración de la Eucaristía la dirige el obispo (Cf. LG. 26). El altar es el signo de la comunión; participar del altar donde celebra el obispo, concelebrar con él en su altar, es la forma más expresiva de reafirmar y confirmar la comunión eclesial.
El altar no interesa tanto como un objeto de piedra, de madera, aunque tenga mucho arte... sino como símbolo de unidad y caridad. También es verdad que este mismo sentido tiene todo altar de cualquier iglesia cuando en ellos celebra un sacerdote en comunión con el obispo. Cuando en la plegaria eucarística se nombra al obispo de la diócesis se quiere significar que el presbítero que celebra está en comunión con el obispo y que preside la Eucaristía en lugar del obispo ausente en aquel momento; en cierto modo representan al obispo en cierto modo (LG. 28; PO,5). Por esta razón las grandes celebraciones de la Diócesis se tienen en la Catedral, como el Triduo Pascual, las ordenaciones sacerdotales, la misa crismal, etc.
«El obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende en cierto modo la vida en Cristo de sus fieles. Por eso, es necesario que todos concedan gran importancia a la vida litúrgica de la Diócesis en torno al obispo, sobre todo en la iglesia catedral, persuadidos de que la principal manifestación de la iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el Pueblo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único altar, que el obispo preside rodeado de su presbiterio y ministros» (SC. 41).
El altar, como signo de comunión, evoca otros dos momentos sacramentales: la iniciación cristiana y la reconciliación; por eso hay una pila bautismal y una sede para la confesión de los pecados y la reconciliación.
Respecto al lugar del bautismo hay catedrales en las que el bautisterio se destaca mucho, como en Pisa -su torre inclinada es el bautisterio- o en Rávena, ejemplos conocidos de todos. Esto se expresa sobre todo en el bautismo de adultos que, en principio, se reserva al obispo y la confirmación (CIC, 861). Por medio del bautismo, la confirmación y la eucaristía primera la iglesia se manifiesta como iglesia madre.
La reconciliación de los penitentes también tiene se sede en la catedral. El poder perdonar los pecados es una de las características del ministerio apostólico confiado por el Señor a los Doce (cf. Jn. 20, 22-23) y confirmado por los testimonio de San Pablo en sus cartas (cf. I Cor.5,1ss; II Cor.10,1ss; 13,1,ss). En este ministerio también participan los sacerdotes de la Diócesis e indirectamente otros presbíteros de fuera. En la catedral está significado por el ministerio del canónigo penitenciario.