La guerra desde la moral cristiana

La guerra desde la moral cristiana

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

Llevamos más de 15 días con la guerra entre Rusia y Ucrania. Cada guerra tiene su contexto histórico, social, económico y moral, con graves consecuencias para las dos naciones, Europa y el mundo entero. Desde mi forma de ver es una guerra especial porque ha sido y es una invasión en toda regla que estuvo precedida por la ocupación de Crimea y por la realidad de unas partes prorrusas del este de Ucrania.

¿Qué tiene que decir la moral cristiana?

Todavía resuenan las fuertes palabra del Papa Pio XII cuando en 1939, a raíz del Tratado Ribbentrop-Molotov entre Alemania y Rusia, y entre sus cláusulas secretas se repartía Polonia entre las dos naciones y Rusia se anexionaba Finlandia y las repúblicas bálticas. El papa recordaba tres datos de la experiencia universal:

La justicia se abre camino con la fuerza de la razón, no con la fuerza de las armas. La paz es obra de la justicia (Is 32, 17; Sant 3, 18) y fruto de la solidaridad.

Los imperios que no se fundan sobre la justicia no los desea Dios.

La política que se emancipa de la ética y la moral traiciona a los mismos que así la quieren. “El que siembra vientos, recoge tempestades”, como dice nuestro refranero.

Y Pio XII añadía: «El peligro es inminente, pero todavía hay tiempo. Nada se ha perdido con la paz. Todo puede perderse con la guerra». (José Román Flecha).

Posteriormente San Juan XXIII, ante el peligro de la proliferación de armas nucleares nos regaló la encíclica Pacem in Terris -paz en las tierras- en la que, además de hacer una reflexión sobre los derechos humanos, es la encíclica de la paz y la dignidad de las personas. Propugna una nueva humanidad y convivencia social basada en la verdad, la justicia, la caridad y la libertad. El Concilio vaticano II, en la Constitución Gaudium et spes se afirma que la comunidad de los pueblos, sus estructuras y desarrollo deben estar orientadas a consolidar y desarrollar la dignidad y las cualidades de las personas, porque la persona es la única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo (24 y 25). San Pablo VI, en la Populorum Progressio -el progreso de los pueblos-, afirma que «el desarrollo es el nuevo nombre de la paz» (76-80).

La centralidad de la persona y la natural tendencia de las personas y los pueblos a estrechar relaciones entre sí, son los elementos fundamentales para construir una verdadera comunidad internacional, cuya organización debe orientarse al efectivo bien común universal (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 433). Este bien común supone la unidad del género humano, la igualdad y dignidad de los hombres y de los pueblos, el rechazo de la guerra para superar las controversias, la obligación de mantener los pactos, evitando así el recurrir al derecho de la fuerza más que a la fuerza del derecho. Para resolver las controversias la moral cristiana propone el diálogo que lleve a pactar reglas comunes. La guerra es un suicidio de la humanidad, por lo cual hay que desechar la lógica que conduce a la guerra, la idea de que la lucha por la destrucción del adversario, la contradicción y la guerra sean factores de progreso y de avance de la historia (Cent. Annus, 18).

¿Qué propone la moral cristiana?

Que los hombres vuelvan a tratarse como hermanos y entenderse. Se sentirán grandes, porque, silenciando las voces de la pasión, tanto colectiva como privada, y admitiendo el imperio de la razón, ahorrarán sangre de hermanos y ruina de los pueblos. Si no se consigue, el pueblo invadido tiene derecho a la legítima defensa con medios proporcionados.

Cuidar a las víctimas, acoger a los refugiados, y ayudar a la recuperación de la situación previa.

Trabajar por la paz: «Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9). La paz es más que ausencia de guerra. Según la Biblia es reconciliación, fecundidad, bienestar, prosperidad, ausencia de temor y alegría profunda. Esta es la paz que desea el Dios de la paz; Jesucristo es el príncipe de la paz, en cuyo nacimiento los ángeles proclamaron la gloria de Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres, amados de Dios. El Reino de Dios es reino de paz.

Tenemos que orar para que la paz, don de Dios venga a nosotros, a nuestro corazón y nuestra tierra.