La cuarentena cristiana: Amor, Ternura, Entrega

La cuarentena cristiana: Amor, Ternura, Entrega

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

Esta palabra, cuarentena, es una de las palabras más empleadas en nuestro entorno, no únicamente en la época álgida de la pandemia, sino también ahora con el ómicron, aunque las cuarentenas sean mas cortas, de siete días, quince días... La cuarentena sanitaria ha sido un tiempo de aislamiento, de soledad, de interrumpir o dilatar muchas relaciones para no contagiar ni contagiar ni contagiarse y para vencer el virus Covid-19.

Pero yo deseo hablar hoy de una cuarentena distinta de verdad. Es un período de tiempo del cristiano que es fundamentalmente un tiempo favorable, personal y comunitario para renovarnos, un tiempo que nos conduce, si lo vivimos de verdad, a la Pascua de Jesús. Es un tiempo en el que Iglesia nos invita a reconocer que somos como la ceniza, pero que tenemos que volvernos al Evangelio para tener vida, para que dejarnos llevar por el Espíritu de Dios y ser hombres y mujeres nuevos con la novedad de Jesús, el Señor. «Reconocer que somos como la ceniza significa que no somos dueños de nada, que no podemos presumir de talentos, ni creernos santos, que tenemos que apreciar el valor de las cosas sencillas, que no tenemos que temer al dolor o a la muerte porque siempre es Pascua, que no tenemos que deprimirnos y acobardarnos porque Dios está con nosotros, nos ama con ternura, nos quiere como hijos» (inspirado en los materiales de la Diócesis para Cuaresma 2022).

El amor: Dios es amor y somos hijos del amor. San Agustín nos recomienda: «Ama y haz lo que quieras: si hablas, habla por amor; si callas, calla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Que en el fondo de tu corazón esté la raíz del amor, porque de esta raíz no pueden salir sino cosas buenas» (Comentario a la Primera Carta de san Juan, VII,8). La ternura: Dios siempre nos mira con ternura, es Padre con entrañas de Madre; miremos al hermano, al compañero de clase o de trabajo, al vecino, igualmente como Dios nos mira con compasión y misericordia. Y con entrega a los miembros de tu familia, al vecino enfermo o mayor, a aquel que no es de tu partido, con el que tienen otra manera de ver la vida y compórtate como tú quieres que se comporten contigo.

La Cuaresma, que es a la vez como una gran parábola de la vida, es como un camino que nos debe conducir al encuentro con Dios y los demás, especialmente los pobres, los indefensos, los descartados y necesitados de la sociedad. La misma Iglesia nos muestra unas prácticas, que entrañan un cambio, una conversión de nuestra vida. Son tres: la oración, el ayuno y la limosna. La oración que nos abre a Dios, a su amor y compañía, a sentirnos y vivir como hijos de Dios; el ayuno que nos conduce a darnos cuenta en esta situación de consumo, de bienestar y de mejor estar, a ofrecer nuestro tiempo al que nos lo pida, a preferir servir antes que ser servido, a tener hambre y sed de justicia, y a abrirnos a la Palabra de Dios, a los auténticos valores que llenan el corazón del ser humano, dan sentido a su vida y alegran nuestra existencia; y la limosna que no es tanto dar cuanto darnos, pararnos ante el hermano, dialogar, acompañar y compartir lo que somos y tenemos, y también nuestros bienes, para hacer una sociedad más fraterna, más humana.

El papa Francisco, como otros años, nos ha hecho llegar un mensaje para esta Cuaresma de 2022; dice así: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga,6, 9-10ª). El papa nos recuerda que es tiempo de sembrar, es un momento de gracia para sembrar en vistas a la cosecha... «Con demasiada frecuencia prevalecen en nuestra vida la avidez y la soberbia, el deseo de tener, de acumular y consumir, como muestra la parábola evangélica del hombre necio, que consideraba que si vida era segura y feliz porque había acumulado una gran cosecha en sus graneros» (cf. Lc.12,16-21). La cuaresma nos invita a cambiar de mentalidad, a la conversión, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuando en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir.

Vivamos la Cuaresma con alegría, como quien prepara su boda, o el nacimiento de un niño o niña, como quien se prepara y entrena para triunfar en una competición, como preparamos una fiesta. La Cuaresma nos invita a preparar la Pascua del Señor para que sea también nuestra Pascua porque con Él nos abrimos a la vida, tejemos vida.