El papa Francisco, referente moral mundial

El papa Francisco, referente moral mundial

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

El domingo pasado, a raíz de la fiesta de San Pedro y San Pablo, celebraba la Iglesia católica el día del Papa, sea este quien sea, hoy Francisco. Cada papa de los que han servido a la Iglesia desde 1870 hasta ahora han sido referente para la comunidad mundial en cada momento histórico.

No hablo de los anteriores porque no conozco bien esos tiempos, pero sí desde León XII, el gran papa de la Rerum Novarum, la gran encíclica social que inauguró un tiempo nuevo de la Doctrina Social de la Iglesia. Después cómo no recordar a Benedicto XV, el papa que le tocó la primera guerra mundial, con sus constante llamadas a la paz entre los bloques; igualmente recuerdo a Pio XII, que le tocó vivir en los años convulsos 20 y 30 del siglo pasado, que condenó el fascismo, el nazismo y el comunismo; y a Pio XII, cuyas enseñanzas ayudar a construir la sociedad de después de la segunda guerra mundial y las bases de la Europa actual, juntamente con otros grandes hombres como Adenauer, Di Gasperi, Schuman, etc. Cómo no recordar agradecer el servicio del papa “Bueno”, San Juan XXIII, que le tocó servir a la Iglesia en las grandes crisis de la guerrea fría y a quien tenemos que agradecer sus grandes encíclicas Pacem in Terris y Mater et Magistra y haber convocado el Concilio Vaticano II; igualmente al gran papa San Pablo VI, que pilotó la Iglesia en los años 1962-1978, el papa del Concilio, que con mano maestra supo pilotar a la Iglesia en Concilio, que, entre sus documentos, encontramos las Constituciones Sacrosanctum Concilium, Dei Verbum, Lumen Gentium y su gran documento social Gaudium et Spes, y supo orientar los primeros pasos del postconcilio con Octogesima Adveniens, Ecclesiam Suam y Populorum Progressio; de Juan Pablo I que estuvo sólo 33 días, no tenemos grandes documentos, pero sí su estilo directo, sincero, su sonrisa fraterna. Y ¿qué decir de la figura imponente de San Juan Pablo II. Otro gran papa a quien debemos tanta enseñanza, nacida de su experiencia bajo el nazismo y comunismo, alertando del capitalismo y neocapitalismo, enseñanza que cuajó en las encíclicas Laborens Exercens, Centesimus Annus, Sollicitudo Rei Socialis, Evangellium Vitae y Redemptor Hominis; de Benedicto XVI no podemos olvidar sus encíclicas Deus Caritas Est y Caritas in Veritate, y sus grandes discursos en la Sorbona y en Ratisbona, por recordar algunos.

También el papa Francisco, fiel a la tradición y ratificando lo dicho por sus predecesores ha actualizado y hecho progresar la enseñanza social en sus encíclicas e intervenciones que todas tienen una dimensión social, sobre todo Laudato Si y Fratelli Tutti. Él ha fomentado y fomenta la cultura de la vida, del encuentro, del diálogo, de la escucha, de la paz, del cuidado ecológico y de la casa común, de la economía de exclusión, de la atención a los pobres, refugiados, emigrantes, la solidaridad, del peligro tecnológico, de la atención a las periferias del mundo -no sólo geográficas sino de todo tipo- del peligro de la idolatría del dinero, del perdón, de la deuda externa, de la contribución de las religiones a la paz, del peligro del paradigma tecnocrático y de la naturalización de la miseria, de promover una cultura del cuidado de la vida en todas sus fases, del cuidado a los niños, a las mujeres, a los ancianos y enfermos, de los jóvenes, de la familia, del matrimonio, de la dignidad del trabajo, de los problemas familiares, de la cultura de la ternura, de la misericordia y la compasión, de la tentación de la nostalgia como si todo tiempo pasado fuera mejor, de la alegría, de la democracia, etc. No hay más que asomarse a su enseñanza casi diaria, a sus discursos clamando ahora por el diálogo, el respeto de toda vida humana a raíz de las guerras, no sólo de Ucrania, y sus viajes a los países más pobres...

Podemos decir que no ha hecho y hace sino concretar según el Concilio Vaticano que nos recuerda que nuestras fuentes están en la persona de Jesús y en su Evangelio y la Tradición con mayúsculas de la Iglesia a lo largo de los siglos, que se puede resumir en «El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también el gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. Pues la comunidad que ellos forman está compuesta por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el Reino del Padre y han recibido el mensaje de la salvación para proponérselo a todos. Por ello se siente verdadera e íntimamente solidaria del género humano» (GS, 1).