+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
¿Quién fue juan Pablo I? Su nombre de pila es Albino Luciani. Nació el 17 de octubre de 1912 en Foreno di Canale, hoy Canale d’Agordo, provincia y diócesis de Belluno-Ferte. Fue el primogénito de una familia humilde y fue bautizado en su casa con el bautismo de urgencia. En 1923 ingresa en el Seminario Menor de Ferte y en el año 1928 se matricula en el Seminario Mayor de Belluno; allí realiza los estudios de bachillerato, filosofía y teología.
Es ordenado presbítero el 17 de julio de 1935; en 1937 es nombrado vicerrector del Seminario y profesor de teología dogmática y derecho canónico entre otras materias. En este tiempo escribe artículos en un semanario diocesano. En 1947 se licencia y doctora en la Universidad Pontificia Gregoriana con una tesis titulada: “El origen del alma humana en Antonio Rosmini”. En 1947 es nombrado vicecanciller y secretario del Sínodo Diocesano con la encomienda de promoverla. En 1948 es nombrado provicario y director de catequesis. En 1954 es nombrado Vicario General y canónigo de la Catedral. En 1958 es nombrado obispo de Vitorio-Veneto y ordenado el 27 de diciembre por el papa Juan XXIII. Su lema, prestado de San Agustín y san Carlos Borromeo será Humilitas -humildad- y en su escudo puso tres estrellas aludiendo a la fe, la esperanza y la caridad. Virtudes que marcaron su servicio pastoral. Por cierto, a estas cuatro virtudes dedicó sus cuatro catequesis en audiencias generales adaptadas al pueblo sencillo.
Era sobrio, sencillo, amable, afable, hombre de oración, servicial, con sentido del humor, espíritu de sacrificio y aceptación de la voluntad de Dios. Ejerció el ministerio en contacto con los fieles, atento al diálogo y la escucha, a las visitas pastorales y atento a las necesidades sociales, especialmente a los enfermos y obreros. Promovió la colaboración entre los sacerdotes, alentó la participación de los laicos y se distinguió en la predicación mostrando sus dotes para la comunicación. Participó en todas las sesiones del Concilio Vaticano II. En 1969 fue nombrado obispo-patriarca de Venecia. A la muerte del papa Pablo VI el 6 de agosto de 1978, fue elegido Obispo de Roma el 26 de agosto de 1978. Murió de muerte natural la noche del 28 al 29 de septiembre.
Cuando iba a Roma con motivo del Sínodo de 1977 sobre la catequesis se hospedaba en el Colegio Internacional de Santa Mónica, de la Orden de San Agustín, viviendo como un miembro más de la comunidad, también entre los estudiantes a los que dio varias charlas contando anécdotas de su vida. Por ejemplo, que fue bautizado por su tía que asistió a su madre en el parto porque pensaba que se moría. Su familia era cristiana y pobre. Su madre le enseñó a rezar. Su padre, siendo él niño, pasó gran tiempo fuera de casa. Tuvo que emigrar durante 26 años para ganar el sustento de la familia a Francia, Suiza, Alemania y Argentina. En sus años el amor más tangible fue el de su madre. De ahí que su experiencia de Dios tuviese una profunda dimensión femenina: Dios es Padre y Madre y su amor es amor de Madre. Sus padres hicieron muchos sacrificios para que su hijo pudiera su sueño-vocación de ser sacerdote.
En una charla a los estudiantes agustinos les decía lo que decía san Agustín. Que «para ser oradores es necesario ser antes orantes» y que «para hablar de Dios es necesario antes hablar con Dios».
En la mesa, para el desayuno, tomaba su plato y se servía fruta, café, etc., no consintiendo que nade le sirviese; él quería ser uno más en la familia. No quería molestar a nadie ni que le hicieran algo especial. En una ocasión le faltaba la cuchara y fue a buscarla. Cuando regresó le dijo el P. Blas Sierra: “Eminencia, perdone, pero, ¿cómo no me lo ha pedido a mí?”. Y respondió: “No se preocupe; no quiero molestar”.
En una ocasión, después de celebrar la Eucaristía, al llegar a la sacristía le dijeron: “Prosit”, una palabra latina que significa “que le sirva”. Después de responder en latín: “In vitam aeternam” dijo a los presentes:
«Como cardenal de Venecia voy generalmente a visitar las diversas parroquias de la diócesis y celebro misa en ellas. En una ocasión, terminada la celebración y llegados a la sacristía, dos pequeños monaguillos me repetían: “Prosit Eminenza; prosit Eminenza”. Entonces, les dijo el patriarca: “¿Qué queréis decirme? ¿Qué significa prosit Emienza?”. Y contestaron ellos: “Nada, Eminencia. Que se desvista”». Entonces el Obispo Patriarca se echó a reír con alegría.
De su elección decía: «Ayer por la mañana he ido a la Capilla Sixtina a votar tranquilamente. Jamás me habría imaginado lo que iba a suceder. En cuanto comenzó el peligro para mí, los dos colegas que estaban a mi lado me han susurrado palabras de aliento. Uno me dijo: “Ánimo. Si el Señor da el peso, también da la ayuda para llevarlo”. Y el otro: “No tenga miedo, hay tanta gente que reza por el nuevo papa en todo el mundo…”. Llegado el momento he aceptado». Así era el Beato Juan Pablo I. Pidamos que el Señor nos dé a nosotros hombres y mujeres con esta calidad humana y cristiana.