Centenario del nacimiento de Gregorio Mendel: Diálogo Fe y Ciencia

Centenario del nacimiento de Gregorio Mendel: Diálogo Fe y Ciencia

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

Mucha gente cree que fe y ciencia se oponen. Creen que lo que no tenga el certificado de científico no es bueno para el ser humano del siglo XXI. Eso les lleva despreciar otras culturas que consideran primitivas como atrasadas y a despreciar las religiones, entre ellas, en nuestro ambiente, la fe cristiana. Muchos de los que creen eso incluso lo enseñan en las escuelas o institutos y universidades.

Esto lleva a muchos jóvenes a alejarse de la fe y la Iglesia. Pero están muy equivocados. La fe y la razón y la ciencia no se oponen, sino que se complementan. Ahí están san Agustín que decía “crede ut intellligas” -“cree para entender y entiende para creer”, Santo Tomás de Aquino y otros muchos escritores. No es un problema nuevo, sino antiguo, pero que, como el Guadiana, emerge de vez en cuando. Hoy todo tiene que ser demostrable en los laboratorios para ser creíble; pero olvidan que los grandes principios de la ciencia son indemostrables. Incluso algunos hacen chistes, como Gagarin, el astronauta ruso que, en su paseo por el espacio, decía riéndose, que no se había encontrado a Dios.

Un ejemplo de que la fe y la ciencia no se oponen, uno entre tantos, es el del religioso agustino Gregorio Méndel, de cuyo nacimiento este año celebramos el segundo centenario. ¿Quién de los mayores no recuerda las leyes de Mendel, sus experimentos con los guisantes, hasta calificarle del padre de la genética moderna? No sé si los estudiantes de hoy lo saben cuando oyen hablar de genes y gametos.

Gregorio Johan Méndel nació el 20 de julio de 1822 en Heinzendorf, entonces en el Imperio Austrohúnguro, hoy Hycice, República Checa. Se padre era un veterano de las guerras napoleónicas y su madre hija de un jardinero. Después de una infancia pobre y llena de penalidades, en 1843 ingresa en la Orden de San Agustín como religioso, siendo ordenado presbítero en 1847. Residió en el Monasterio Abadía de Brünn, hoy Brno, en la República Checa. Estudió en Viena matemáticas y ciencias en 1851, siendo nombrado profesor suplente en la Real Escuela de Brünn en 1854 y elegido abad del Monasterio Abadía en 1868. En 1865 empezó sus experimentos científicos con el cruzamiento de guisantes en el jardín del Monasterio; allí hacía de jardinero, injertaba y cuidaba árboles frutales; esto le llevó a descubrir las leyes de la herencia, llamadas después de “leyes de Mendel”. Publicó sus resultados en una revista científica de aquel tiempo, pero sus estudios no fueron reconocidos hasta pasar treinta años de su muerte por tres investigadores que había llegado al mismo resultado, pero que tuvieron la grandeza humana de reconocer la prioridad de los descubrimientos de Gregorio Mendel. Murió el seis de enero de 1884, de nefritis aguda a los 61 años.

No encontró dificultad alguna para compaginar su fe y las ciencias, porque todo proviene del mismo Dios que es Creador, Redentor y Santificador. Como él otros muchos santos, religiosos y laicos no han encontrado dificultad para cohonestar su fe y sus investigaciones científicas. Así, por ejemplo, Santa Hildegarda de Bigen, religiosa y doctora de la Iglesia, San Juan de Ávila, el sacerdote belga Georges Lammaître, autor de la teoría del Big Bang, por citar algunos.

La postura de la Iglesia, expresada en el Concilio Vaticano II (GS, 36,) defiende y afirma la autonomía de las realidades temporales, que las cosas creadas y las sociedades gozan de leyes y valores propios que el hombre ha de descubrir, aplicar y ordenar paulatinamente. Es la voluntad del hombre pero que coincide con la voluntad de Dios Creador; las realidades profanas, como la ciencia y las artes tienen su origen, como la fe, en Dios. Es verdad que algunos, incluso cristianos, no han entendido suficientemente esta autonomía, suscitando disputas y controversias que han llevado a muchos a pensar que fe y ciencia se oponen entre sí, como en el caso de Galileo Galilei.

Hoy, gracias a Dios, para muchos científicos esta oposición está siendo superada. Así lo expresaba el experto en física de partículas y presidente de la Sociedad de Científicos Católicos, Stephen Barr (Alfa y Omega del 22 al 28 de septiembre de 2022, pag. 21) . Es verdad que muchos creyentes del mundo científico y académico son tímidos sobre su fe y piensan que están solos. Lo más frecuente entre ellos, como en otros muchos hombres y mujeres de la sociedad, es la indiferencia o el pasotismo. En el mundo actualmente hay una Sociedad de Científicos Católicos que fomentan la comunión intelectual y espiritual y dan testimonio público de la armonía entre fe y ciencia.