La importancia del Domingo - I

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

No es descubrir nada que no se conozca. No sé si por la pandemia del Covid-19 o poniendo como excusa la pandemia, la asistencia a la Eucaristía dominical ha decaído. En nuestra diócesis, por la pandemia y también por decisiones injustas de algunas autoridades también de la Junta de Castilla y León, invitamos a asistir a la eucaristía y participar al menos por televisión por aquello de que “si no hay pan, buenas son las tortas”, incluso muchas parroquias por YouTube transmitían la eucaristía. Yo mismo, con la ayuda del Delegado de Medios del Obispado, celebré varias. Lo he hecho pensando en las personas mayores, impedidas o enfermas y aquellas que tenían mucho miedo a contagiarse, a pesar de las normas de higiénicas y de salud que se observaban en las iglesias y en algunas se siguen observando como la mascarilla, dejar sin agua la pila de agua bendita, no darse la paz sino con un gesto, la comunión en la mano, etc.

Pero, gracias a Dios, parece que el Covid ha mutado, no tiene tanta influencia negativa, aunque todavía algunos mueren por él o se sienten afectados levemente, y la sociedad está volviendo a la normalidad. Pero en la Iglesia, sobre todo los domingos, todavía no hemos llegado a la “normalidad”. Y esa normalidad, ¿cuál es? Lo normal debe ser asistir y participar en la misa dominical con alma y cuerpo desde la fe.

En el 303, el emperador Diocleciano, desencadenó una violenta persecución contra los cristianos ordenando que si tenían textos sagrados, las Escrituras Santas, tenían que quemarlas, las basílicas debían ser demolidas y se prohibía celebrar la liturgia y las reuniones comunitarias. En Abitinia, en el norte de África, cerca de la actual Túnez, había una comunidad de 49 cristianos que se opusieron y seguían reuniéndose semanalmente en casa de uno de ellos para celebrar la Eucaristía. Fueron apresados y juzgados, En el juicio celebrado en Cartago ante el procónsul Anulino, Emérito se defendió diciendo: «Sine dominico nos possumus. ¡Un cristiano no puede existir sin celebrar el Domingo y los misterios del Señor, y los misterios del Señor no se celebran sin la presencia de los cristianos! El cristiano vive del domingo. Sábete que cuando oigas el nombre de “cristiano” es uno que se reúne con otros hermanos ante el Señor y cuando oigas el nombre de “reuniones” reconoce en ellas el nombre de “cristiano”». Ellos son los mártires del domingo porque pusieron la celebración de la Eucaristía del domingo por encima de sus propias vidas. De hecho fueron martirizados derramando su sangre en lugares y momentos distintos en el año 304.

¿Qué hacemos nosotros? Ya sé que en muchos pueblos no se puede celebrar el domingo porque no hay sacerdotes y los que hay se multiplican lo que pueden, celebrando también los sábados por la tarde y tres o cuatro misas por las mañanas del domingo. En algunos casos cuentan con la ayuda de laicos y laicas, también religiosas -los animadores de la Palabra- que convocan y reúnen al pueblo, celebran la Palabra de Dios, dan la comunión. Los tiempos futuros no se presentan muy halagüeños al respecto. Cada vez somos menos los sacerdotes, y mayores, no hay seminaristas, etc.

¿Qué hacer? En determinadas zonas, los Consejos Pastorales tendrán que realizar un análisis y programar después las celebraciones. En algunos pueblos se podrá seguir celebrando el domingo con presbítero que presida la eucaristía o con un animador de la Palabra; en otros casos, los cristianos se tendrán que desplazar al lugar más próximo donde haya celebración como se desplazan a la farmacia, o al centro de salud o al supermercado o la tienda. No podemos exigir lo que antes se podía; procuramos garantizar de alguna manera los funerales y las fiestas patronales; en otros casos la eucaristía podrá ser entre semana. Los mayores que no puedan desplazarse, enfermos e impedidos podrán seguir la Eucaristía los domingos por La 2 de Televisión Española o por Trece TV o Castilla y León Televisión.

Pero lo que es verdad, y la ratifican los mártires de Abitinia, es que sin domingo no podemos vivir ni existir como cristianos. El domingo tiene para nosotros una importancia capital, de vida o muerte. También para los no cristianos, para todos los ciudadanos, pero de esto escribiré el próximo domingo.