+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
Las Jornadas Mundiales de la Juventud responden a una iniciativa del Papa San Juan Pablo II, amigo de los jóvenes, que quería reunir a los jóvenes del mundo presentarles al eterno joven, Jesús de Nazaret, y darles un mensaje de eterna juventud, respondiendo a los anhelos y deseos de los jóvenes de paz, encontrarse, alegría y verdad.
Ya se han celebrado varias. En Roma, en Polonia, Estados Unidos, Manila, París, Roma, Toronto, Colonia, Sídney, Rio de Janeiro; en España dos, en Santiago de Compostela en 1989 y en Madrid, en 2011. La última ha sido este verano en Lisboa del 2 al 6 de agosto. De Palencia acudimos en peregrinación diocesana unas 145 personas: 140 chicos y chicas de diversas parroquias y comunidades; dos sacerdotes, Pedro Brouilhet, Oscar Lafuente y un servidor; dos catequistas y monitores; José Luis Pablos e Ignacio Vela; también participaron otras personas de instituciones religiosas y comunidades eclesiales. Nos reunimos un millón y medio de personas y de España unos 80.000, sin mal no recuerdo. A los de Palencia y de otras zonas españolas nos situaron en la zona de Cascais, donde se encuentra Estoril (no fuimos a jugar nada al Casino, somos pobres e íbamos a otra cosa). Para quedarnos y dormir nos ofrecieron una Escuela de Teatro y el último día dormimos en el santo suelo, a la orilla del Tajo.
Todo discurrió bien, dentro de lo que cabe con tanta gente; los portugueses, “nuestros vecinos de al lado”, muy amables y atentos. Cada día había un encuentro una catequesis, conciertos, encuentros con el Papa, gozar algo de la playa, y pocas horas para dormir, pero se llevó bien. La convivencia entre nosotros fue buena; me admiró ver como a una joven, Inés, en silla de ruedas por limitación todos la atendían, sin atosigar e incluso se desvivían por ella, y cómo ella quería ser una más, participando en todo con todos.
¿Qué decir de la organización? No soy técnico, pero me pareció muy lograda: el escenario, la música, la acogida. De los mensajes del Papa... ¿qué destacar? Fueron tantos, espontáneos e improvisados, y tan significativos que es difícil escoger. Destacaría el que en el día de la acogida nos dirigió: «Somos amados como somos, sin maquillaje. Somos valiosos a los ojos de Dios a pesar de lo que a veces ven tus ojos nublados por la negatividad». Advirtió a los jóvenes sobre los que conocen sus nombres, pero nos les llaman por su nombre. «Hay que estar atentos para no dejarse engañar». «La Iglesia no tiene puertas -dijo en Fátima-, para que todos puedan entrar... todos, todos. Todos». Así nos hacía repetir: «Nadie sobra; vayan y traigan a todos».
El papa también invitó en el Viacrucis a caminar con Jesús hacia el Calvario y compartir con Él sus miserias. «Jesús muere en la cruz para que nuestra alma vuelva a sonreír... ¿Lloráis de vez en cuando? Él llora por nosotros».
El lema de esta Jornada fue: «María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña a, a una ciudad de Judá» (Lc. 1,39-40). Lo comentó varias veces. «María tuvo que viajar para ver a su prima Isabel; pero, ¿por qué lo hizo si nadie se lo pidió? María realizo este gesto no pedido, no obligatorio, porque María ama y el que ama, corre, vuela, y se alegra; la alegría no es para uno, es para llevar al otro». Así invitaba a compartir a la vuelta a casa todo lo que allí habíamos vivido, visto y experimentado.
En la Eucaristía de clausura invitó a llevarse a casa tres verbos: RESPLANDECER, ESCUCHAR y NO TENER MIEDO. Decía el papa: «Nos volvemos luminosos, brillamos, cuando acogiendo a Jesús, aprendemos a amar como Él: amar como Jesús nos hace luminosos y nos lleva a hacer obras de amor. Pero también escuchar: escuchar a Jesús, el Hijo amado del Padre, que tiene palabras de vida eterna para nosotros. Él nos revela que Dios es Padre, es amor. A veces seguimos caminos que parecen ser del amor, pero en definitiva son egoísmos disfrazados de amor. Si escuchamos a Jesús, Él nos dirá cuál es el camino del amor».
No se cansó el papa de repetir como una letanía esta frase que tantas veces se dice en la Biblia y que San Juan Pablo II repetía tantas veces: «No tengáis miedo»; «cultivad sueños grandes; la Iglesia y el mundo os necesitan; a vosotros que a veces pensáis que no seréis capaces, que estáis tentados por el desánimo, a vosotros que queréis luchar por la justicia y la paz; a vosotros que ponéis ganas y creatividad a la vida, a vosotros que sois el presente y el futuro Jesús os dice hoy: “No tengan miedo”».
Acojamos este mensaje todos, porque todos, aunque cargados de años, podemos rejuvenecer.