Una de las tareas del Obispo en toda Diócesis, es la de, además de Maestro en la fe y Moderador del culto divino, es el ser Pastor, es decir, el gobernar la Iglesia Diocesana.
Gobernar al estilo y modo de Jesucristo, el Buen Pastor, el que nos «ha dado ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo como yo lo he hecho con vosotros» (Jn 13, 15). Esto lo dijo Jesús en la Última Cena después de haber lavado los pies a sus discípulos. También, en san Mateo 20, 25-26, en diálogo con los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo Igual que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar la vida por el rescate de muchos». Y San Agustín decía: «Sea servicio de amor el apacentar la grey del Señor» (Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 123, 5)
Esta es la referencia para todo cristiano que tenga alguna responsabilidad en la familia, en la sociedad, en la comunidad de vecinos, o el club de futbol; tanto más aquel que, en nombre de Cristo, rige la comunidad. El Obispo, comenzando por el papa, el Obispo de Roma, cuyo título mayor es siervo de los siervos de Cristo, rigen la Iglesias particulares o diócesis como vicarios y legados de Cristo, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y potestad. Eso sí, no para imponer su voluntad sino para edificar la Iglesia en la verdad y el amor, no buscando sus intereses sino los de Cristo, teniendo siempre ante la mirada el ejemplo del Señor Jesús. Por eso el obispo debe conocer a sus fieles y ser conocido por ellos, debe ser como un padre con entrañas de madre que se distinga por su ejemplo de caridad y preocupación por todos, especialmente por los más débiles, pero también como juez que administra justicia cuando surjan en la comunidad cristiana líos y controversias por diversos intereses. También puede dar leyes, según las normas de la Iglesia, no por capricho y buscando su bien, sino para el bien del pueblo.
El Obispo es guía de su pueblo. Como bien dice el papa Francisco, debe ser como el pastor que, en ocasiones, va delante, otras en medio y otras detrás de las ovejas, con olor de oveja; es decir, no alejado del pueblo, sino como miembro del pueblo santo de Dios. Como, pastor debe fomentar la participación de los fieles en la vida y marcha de la Iglesia, una Iglesia que quiere ser sinodal, es decir, que quiere que todos caminemos juntos, aportando los dones que Dios nos ha dado, guardando la comunión y para cumplir mejor la misión que Jesucristo nos ha encomendado a todos los bautizados (Mt 28, 16-21). Esto es lo que nos pide el Espíritu en esta hora y así se ha manifestado en el Sínodo que todavía estamos celebrando y que terminará en octubre del año que viene.
El obispo no debe ser un déspota, ni un soberbio que se cree que lo sabe todo, que considera que siempre acierta. Por eso, como sus tareas son difíciles, cuenta con ayuda y con consejeros y consejos. Así cuenta con los Vicarios -el General, el de Pastoral y el Judicial- y con diversos consejos, como el Consejo de Gobierno, el Consejo Presbiteral que representa a todos los sacerdotes de la diócesis y el Consejo Pastoral que representa a las diversas personas de la Iglesia, laicos y laicas, religiosos y religiosas y ministros ordenados. Otro Consejo es el de Economía al que pertenecen el Ecónomo de la Diócesis y determinadas personas entendidas en la materia. En determinadas materias, incluso, no puede hacer lo que considere después de haber oído a sus consejos, sino que obligatoriamente tiene que seguir lo que haya decido otra instancia que es el Colegio de Consultores.
El obispo, como guía de la Diócesis, le corresponde coordinar la tarea de la evangelización, descrita en el Nuevo Testamento, en el Concilio Vaticano II, en los sínodos de la Iglesia y grandes documentos como la Exhortación Evangelii Nuntiandi de S. Pablo VI o Evangelii Gaudium de papa Francisco, por citar algunos documentos relativamente actuales.
En la tarea de gobernar le corresponde también relacionarse con otras Iglesias de España o del mundo, y con las autoridades civiles, cooperando desde la libertad y la identidad de la Iglesia con todas las autoridades. Buscando el progreso cultural, económico, y social de los ciudadanos, el bien común de la sociedad y colaborar para que reinen la paz, la justicia, el amor, la verdad, la vida y sea respetada la dignidad de toda persona (Vaticano II. Const. Gaudium et Spes 73-76) siguiendo la Doctrina Social de la Iglesia.
+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA
Obispo-Administrador Apostólico de Palencia