+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo-Administrador Apostólico de Palencia
Entre las tareas y servicios que debe prestar el obispo a la comunidad cristiana está la de ser el responsable del culto divino, además de ejercitar sus tareas y servicios como maestro y pastor. Al hacerlo actúa como dice el Concilio Vaticano II en la persona de Cristo que es nuestro Sumo y Eterno Sacerdote que, sentado a la derecha del Padre, intercede permanentemente por nosotros (Hbr 7, 25) y sabiendo que el culto divino es la fuente y cumbre de la vida cristiana (LG, 21 y 26; CD 15; SC 10 y 41).
Lo lleva a cabo, en primer lugar, con su oración e intercesión por todo el Pueblo Fiel de Dios, en sus oraciones personales, pero también cuando reúne a la comunidad y preside la celebración de la Eucaristía, la Liturgia de las Horas y otras plegarias, sobre todo, en la Iglesia Catedral, que es la Iglesia Madre de toda la Diócesis, la casa común, donde todos los fieles tiene un sitio, un lugar, porque son miembros de la familia de los Hijos de Dios. Así se expresa y refuerza la unión de todo el pueblo y se fortalece su misión. Por descontado, como el Obispo no puede estar presente y hacerlo en todas las comunidades, porque es limitado, tiene la colaboración de los presbíteros o sacerdotes, de los diáconos y de los laicos y laicas animadores de la Palabra que son, en cierto modo, presencias del Obispo en las parroquias y comunidades.
A él le corresponde particularmente la celebración del sacramento de la Confirmación y la ordenación de Diáconos y Presbíteros.
Igualmente le corresponde formar al Pueblo en la Liturgia y fomentar y promoverla, no solo para que se celebre con la dignidad debida, sin extralimitaciones, sino que, para que se dé la participación activa, consciente, creyente, devota, interna y externa, reverente, piadosa, perfecta y plena en la misma, dar criterios y normas sobre la celebración de la Liturgia, bien por iniciativa propia o porque se hayan decidido en otras instancias de comunión eclesial. Por esta razón también le corresponde corregir fraternalmente, si hay prácticas que rompen la comunión y crean escándalos.
Especial cuidado debe tener para que se celebre el Domingo, que es el día del Señor Jesús Resucitado, día de la Comunidad reunida en el Espíritu Santo, día en el que los fieles se reúnen para escuchar la Palabra de Dios, recordar la pasión, la muerte y la resurrección del Señor, para dar gracias, orar y elevar oraciones por todos los hombres, vivos y difuntos, y también para estrechar los lazos fraternales y acrecentar la comunidad, con el encuentro y el diálogo. Personalmente me alegro cuando voy por los pueblos, o en la misma ciudad de Palencia, y veo que antes de las celebraciones o al salir de las mismas las personas se saludan, dialogan e incluso cuando juntas van a tomar algo al bar o al teleclub.
El Obispo también se debe preocupar de los ejercicios de piedad, sobre todo de la piedad popular que tiene por objeto al Señor, a la Virgen María o a los santos. Son formas de oración que el Pueblo tiene frecuentemente por la tradición recibida de sus mayores, pero que tienen pleno sentido si se hacen con sinceridad, sintiendo en el corazón lo que se dice o canta con los labios y si estas expresiones están en sintonía con la liturgia, dimanan de ella y a ella conducen. Estas prácticas pueden ser de diverso tipo, novenas al Corazón de Jesús, a la Virgen María, a los santos, vigilias de oración como preparación para las grandes solemnidades de Navidad, Pascua, Pentecostés, fiestas patronales, etc. Entre todas ellas sobresale el Rosario, que es un compendio del Evangelio y que nos invita a contemplar los misterios de la vida de Jesús con los ojos y el corazón de María. Otro tipo es el Viacrucis, que es una meditación acerca de la Pasión y Muerte del Señor, o el Víalucis -o vía de la luz-, que es meditación propia de Pascua sobre las apariciones de Jesús Resucitado a los suyos para llenarlos del don del Espíritu, de su fuerza y alegría; otra, fácil, es la del rezo del Ángelus, celebrando el misterio de la Encarnación del Señor que «por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se hizo hombre» (Credo).
Al obispo también le corresponde orientar sobre el sentido y el uso responsable de los lugares donde se reúne la comunidad, como las Iglesias o templos, santuarios o ermitas, sobre todo el de la Catedral; por eso puede dar normas sobre la edificación o restauración de los lugares de culto de tal manera que la arquitectura y la decoración de los mismos ayuden a la oración y las celebraciones.