Estimado amigo: Durante varios días de este verano caluroso te he invitado a beber en los manantiales. En el último escrito te invitaba a entrar dentro de ti mismo, no ir fuera, porque en el interior del hombre habita la VERDAD. Hoy te invito no sólo a beber en ti mismo, sino también en los demás y, sobretodo, en DIOS.
Me dirás: ¿Cómo puedo beber en los demás? Mira: el hombre no es una isla. Somos seres sociales. Venimos del amor de nuestros padres; nos hemos criado con nuestros hermanos, abuelos, primos, vecinos, amigos... En la escuela, el colegio o la universidad nos han educado profesores, otros miembros de la comunidad educativa, compañeros, colegas, etc. Y del trabajo, ¿qué decir? El jefe, el empresario, el compañero o compañera del supermercado, de la tienda, el proveedor, el cliente... Toda nuestra vida está unida a ellos, nos quieren, más o menos, nos aprecian, nos aceptan... Las vacaciones son una oportunidad única para renovar positivamente las relaciones y los vínculos con la esposa, el esposo, los hijos, los abuelos, los amigos, y especialmente si alguno ha estado o está enfermos, o es mayor. Puedes hacer una llamada de teléfono o una visita a su casa, o tomar juntos una caña fresca, salir de paseo y charlar de vuestras cosas al caer la tarde... Aquí podemos estrujar nuestra creatividad. Así expresaremos que pertenecemos a una familia, que compartimos vínculos con otros, que podemos contar con los otros y ellos con nosotros, compartir valores, ilusiones, lo que sentimos y pensamos.
Te invito también a beber un buen sorbo en las fuentes del espíritu. No sólo de pan vive el hombre. Somos indigentes, todos, y necesitamos descubrir el sentido de nuestra vida. Nos puede ayudar la música, la poesía, las artes, un buen libro que nos ayude a pensar...
Pero sobre todo te invito a saciar tu sed en Dios. Dice el Salmo 87: «Todas mis fuentes están en ti». Dios es la fuente clara, fresca, limpia, fecunda, que no engaña, oxigenante. En Él nos movemos existimos y somos. Él da la vida, el aliento y todas las cosas; es el origen, guía y meta del universo. Dios es amor, el misterio último del hombre y de todas las cosas. Recuerda las acciones de Dios en tu historia, hasta el día de hoy; deposita en su corazón misericordioso tu presente y desde Él proyecta el futuro. No está lejos de ti. En Jesús, el Cristo, Dios está con nosotros como compañero en el que confiar descargar tus cansancios y agobios; con santa María y los demás cristianos nos hace una familia, su familia -la Iglesia-, y nos regala su palabra que es brújula y faro, «lámpara para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal. 118, 105). Jesús mismo te pide de beber y te dice: «Si conocieras el don de Dios y quien es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva» (Jn 4, 10). Te dice: «El que beba de esta agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 14). Te invita, bebe en Él, no en aljibes que tienen agua estancada, que no dan vida sino muerte; nos dice: «El que tenga sed que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva”» (Jn 7, 17). El agua que nos ofrece es Él mismo, su vida nueva, su Espíritu Santo, el que riega la tierra en sequía, lava el corazón.
Te recomiendo, si me lo permites, que busques un tiempo para orar, hablar con Dios, contarle tus cosas, alegrías y penas, también las de todos los hombres, escuchar su voz dentro de ti y su Palabra, participar en la Eucaristía de tu pueblo o ciudad donde pasas el día; estate ante Él en el sagrario en silencio... Dialoga con otros cristianos, con el sacerdote de la parroquia, con tus hijos, visita un santuario de la Virgen María, la madre del Señor y nuestra madre, la mujer que bebió siempre en Dios y nos da el fruto bendito de su vientre, a Jesús.
Bebe, no pases sed, tendrás buen verano, recuperarás fuerzas y a ti mismo, y Dios estará contigo y tú con Dios.