El 20 de noviembre, fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, concluirá el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia.
El papa Francisco anunció la celebración jubilar el 13 de marzo de 2015, segundo aniversario de su elección como obispo de Roma y sucesor de San Padre. La Bula de promulgación y convocatoria se hizo pública el 11 de abril de 2015. Se titula: “MISERICORDIAE VULTUS” (MV), “el rostro de la misericordia”.
Se abrió el Jubileo el 8 de diciembre de 2015, día en que se conmemoraba el quincuagésimo (50) aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II. Al comenzar el Concilio Vaticano II, el papa Juan XXIII, san Juan XXIII, decía: «En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere unas la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad […] La Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad católica, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia, y de bondad para con sus hijos separados de ella» (Discurso de apertura del Concilio, el 11 de octubre de 1962). Y el papa Pablo VI, que ha sido proclamado beato, al clausurar el Concilio lo expresaba así: «Queremos más bien notar cómo la religión de nuestro Concilio ha sido principalmente la caridad […] La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio […]. Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo moderno. Ha reprobado errores, sí, porque lo exige no menos la caridad que la verdad, pero, para las personas, sólo invitación, respeto y amor. El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo en lugar de deprimentes diagnósticos, remedios alentadores; en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza; sus valores no solo han sido respetados sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos, sus aspiraciones, purificadas y bendecidas […] Otra cosa debemos destacar aún: toda esta riqueza doctrinal se vuelca en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades» (Alocución del 7 de diciembre de 1965).
El Papa San Juan Pablo II trató este tema en la encíclica “Dives in miseridordia”, “rico en misericordia”.
La misericordia tiene un lugar especial y central en la experiencia personal y el ministerio del Papa Francisco. A lo largo de estos años de su servicio a la Iglesia y a la humanidad lo hemos visto y comprobado en sus palabras y acciones. Su mismo lema episcopal hace alusión a la misericordia. También debe serlo para toda la Iglesia. Nos dice en “Evangelii Gaudium”: «La Iglesia vive su deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva» (EG.24).
El Lema del Año es “Misericordiosos como el Padre”, tomado del evangelio de San Lucas 6,36. En el mismo se nos propone vivir la misericordia siguiendo el ejemplo del Padre, que es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad, que pide no juzgar, no condenar, sino perdonar y amar sin medida.
El logo que tantas veces hemos visto representa la figura del Hijo de Dios y Hermano nuestro, Jesucristo, que carga sobre sus hombros al hombre extraviado como el Buen Pastor de la parábola. Es de notar que un ojo de Jesús se confunde con el ojo del hombre. Cristo ve con el ojo del hombre y el hombre con el ojo de Cristo. Así se descubre el hombre a sí mismo y el futuro que le espera.
Aquí, en nuestra Diócesis, el Jubileo se abrió el domingo siguiente. A lo largo del año se han desarrollado diversas iniciativas conocidas por todos.
Quiera el Señor que este año no pase sin pena ni gloria, sino que, acogiendo la misericordia del Padre en el Espíritu Santo, seamos también nosotros como Jesucristo el rostro misericordioso de nuestro Dios en la hora actual.
Aunque estemos en la recta final del Año Jubilar, me propongo y os propongo reflexionar semana tras semana sobre la misericordia y cómo vivirla en nuestras relaciones con Dios, con los demás, con nosotros mismos y con la tierra, nuestra casa común. Que el Señor nos ayude con su Espíritu y la Virgen María, Reina y Madre de misericordia, la de los ojos misericordiosos.