Algunos piensan que hablar de misericordia, empatía y compasión es sólo de nuestra cultura que tiene uno de sus pilares, además de Atenas y Roma, Jerusalén, es decir, de la filosofía griega, el derecho romano y la fe cristiana que tiene una base judía. Pero no es así. La referencia a la misericordia y la compasión es algo universal porque está enraizado en el corazón humano y en las religiones. No únicamente en la religión y confesión católica y en otras confesiones cristianas como la ortodoxa, protestante luterana, anglicana, etc., sino en las grandes religiones del mundo.
El Concilio Vaticano II valora positivamente las religiones: «Los hombres esperan de las diferentes religiones una respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana, que hoy como ayer, conmueven íntimamente sus corazones: ¿qué es el hombre, cuál el sentido y el fin de nuestra vida, el bien y el pecado, el origen y el fin del dolor, el camino para conseguir la verdadera felicidad, la muerte, el juicio, la sanción después de la muerte? ¿Cuál es, finalmente, aquel e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y hacia el cual nos dirigimos?» (Declaración Nostra Aetate, 1).
Es verdad que hay profundas diferencias que diferencian a la fe cristiana de otras religiones, por ejemplo, la concepción de Dios, que, siendo un solo Dios, es Padre, Hijo y Espíritu Santo, la divinidad de Jesucristo, etc.; pero todas las religiones valoran, predican e intentan vivir la misericordia.
Pongamos algunos ejemplos. La fe judía, representada en el Antiguo Testamento. Con ellos compartimos la fe en Dios, clemente, misericordioso, lento a la ira y rico en piedad, cuya misericordia es eterna. El pueblo de Israel es invitado por Dios a vivir esa misma misericordia en las relaciones con los demás y a dar gracias al Señor porque es bueno, porque su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades. El Hinduismo, que aunque tiene diversas corrientes y no tienen un único credo ni instituciones comunes, tiene una palabra ahimsa que expresa la renuncia a lo que perjudica a todos, incluida la violencia. ¿Quién no recuerda y honra a Mahatma Gandhi, su vida y testimonio? Otro ejemplo lo tenemos en el Budismo. Muchos discuten si es una religión o una mera filosofía de la vida. Buda cambia de vida cuando experimenta el sufrimiento que tiene su origen en el mal. Entre las propuestas que hace para superar el mal está la compasión y la bondad hacia todos los seres. Un testigo budista cualificado es el Dalai Lama.
Y ¿qué decir del Islam cuando vemos tantos atentados terroristas, ejecuciones, etc.? Aunque parezca mentira viendo determinadas conductas rechazables y condenables de algunos que se dicen fieles y auténticos musulmanes, tenemos que afirmar que el verdadero musulmán cree en Alá, y este tiene noventa y nueve nombres, pero los primeros nombres, así lo recoge el Corán, son: «El Misericordioso, el Compasivo,...». Todo musulmán que se precie debe ejercer la misericordia especialmente con las viudas, los huérfanos, que personifican a los desprotegidos y abandonados.
Otras religiones proclaman como norma de conducta la llamada Regla de Oro de la Ética y la Moral: “No hagas al otro lo que no quieres para ti”; o dicho positivamente, “trata a los demás como quieres que los otros te traten”.
El Vaticano II expresa la valoración que hacemos los cristianos: «La Iglesia Católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo. Considera con afecto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y las doctrinas, que, por más que discrepen mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar sin cesar a Cristo, que es camino, verdad y vida (Jn 14, 6), en quien todos los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa, en quien Dios reconcilió consigo todos las cosas» (Declaración Nostra Aetate, 2). Ese Camino, Verdad y Vida es Jesucristo, el rostro de la misericordia de Dios.
Que los que nos decimos cristianos, dando testimonio de nuestra y vida cristiana, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y la colaboración con otros creyentes de las otras religiones, reconozcamos, guardemos y promovamos el valor de la misericordia en las relaciones entre las personas, las religiones y los pueblos.