D. Antonio Gómez Cantero, obispo electo de Teruel y Albarracín, comenzará su ministerio en tierras aragonesas el 21 de enero de 2017, sábado, a las 12 de la mañana en la Catedral de Teruel.
Si Dios quiere, un grupo no pequeño de fieles de nuestra Diócesis de Palencia nos trasladaremos hasta Teruel para acompañarle con nuestro cariño, oración, y gratitud. Los demás podéis acompañarle con vuestra oración y ver la celebración -espero que televisen la celebración-, a través de 13TV. Unos días antes le despediremos fraternamente aquí en Palencia.
Concretando un poco más lo que decía el domingo pasado, ¿qué misión tiene que llevar a cabo D. Antonio entre los turolenses? La misma de Jesucristo, es decir, «Ser maestro de la fe y heraldo de la Palabra, ministro de la gracia del supremo sacerdocio, pastor y guía de la Iglesia particular de Teruel y Albarracín, llevando en su corazón al mismo tiempo la solicitud por todas las Iglesias del mundo».
Primero, «ser maestro de la fe y heraldo de la Palabra». Si todos los cristianos tenemos la misión de evangelizar con nuestro ejemplo, con nuestras obras, pero también con nuestras palabras, este compromiso lo tiene el Obispo por un título especial: ser sucesor de los apóstoles. Tiene que anunciar el evangelio a los pobres, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, y proclamar a todos el amor de Dios. Anunciar el Evangelio es anunciar a Jesucristo, que es la auténtica Buena Noticia de Dios para los hombres; solamente abriendo nuestro corazón a Jesús tenemos los humanos la salvación, la vida y la esperanza. La misión del Obispo es animarnos a la «dulce y confortadora alegría de evangelizar... incluso cuando hay que evangelizar entre lágrimas» (EG,10), como nos dice el Papa Francisco. Para poder realizar esta misión el Obispo tienen que ser oyente de esta Palabra, dejándose instruir por el Maestro Interior, el Espíritu Santo.
D. Antonio va a Teruel para «ser ministro, es decir, servidor, de la gracia del supremo sacerdocio, el de Jesucristo». Esa gracia o don de amor gratuito es la que nos hace santos y se nos comunica de manera especial en los sacramentos. Esto reclama por parte de los fieles el empeño en ser santos como Jesús es santo. Y ser santo no es otra cosa que tomarse en serio la condición de bautizados, de ser cristianos no solo de nombre, sino ser verdaderos discípulos misioneros de Cristo., personas que se dejan guiar por el Espíritu Santo como la Virgen María y los cristianos que llamamos santos.
En tercer lugar, D. Antonio va a Teruel y Albarracín «como pastor y guía de la Iglesia». La Iglesia es una familia y el obispo ha de cuidarla en nombre de Jesús, y con el mismo estilo de Jesús, que vino no a ser servido sino a servir y dar su vida por todos para que todos tengan vida y vida abundante. ¡Qué bien se expresa este servicio el Jueves Santo, en el lavatorio de los pies! Lleva el báculo, que es cayado del pastor, pero para caminar delante de las ovejas indicando el camino y cuidar la esperanza del pueblo; otras veces estará en medio del pueblo con cercanía sencilla y misericordiosa para compartir la alegría del camino, y otras estará detrás del pueblo para ayudar a los rezagados, y, sobre todo, porque el mismo pueblo tiene olfato para encontrar nuevos caminos. Para esto el Obispo debe fomentar la comunión dinámica, abierta y misionera, tendrá que alentar y procurar la madurez de los fieles y potenciar los mecanismos de participación y corresponsabilidad, y ser un hombre de diálogo con todos, escuchando a todos, no solo a los que le acaricien los oídos (EG31). La finalidad de su misión de gobierno no es otra sino que el pueblo permanezca y crezca unido en la misma fe y en la misma caridad con tensión misionera. Una unidad que no es uniformidad, sino integración de la pluralidad, que es riqueza para todos. Se trata de favorecer la sinergia, es decir, la conjunción de fuerzas de los distintos miembros de la iglesia, laicos, vida consagrada y ministros ordenados y así ser un signo e instrumento de la unión de Dios con los hombres y de los hombres entre sí.
Oremos para que D. Antonio pueda desempeñar bien su servicio bajo la acción del Espíritu Santo para que el progreso de los fieles sea el gozo temporal y eterno del pastor. Y vivamos aquí, en nuestra Diócesis, lo que deseamos a los hermanos de la Iglesia de Teruel y Albarracín y a su nuevo Obispo.