Sin duda muchos lectores de los medios de comunicación social y muchos católicos en sus parroquias han visto u oído hablar de las unidades pastorales o, en singular, de la unidad pastoral y se han preguntado qué es eso de las unidades pastorales. Voy a intentar explicarlo en varios domingos e invitar a abrirse a estas nuevas realidades pastorales.
Todos sabemos que Jesucristo instituyó la Iglesia como la comunidad de discípulos misioneros que, con Pedro y los demás apóstoles, confiesa que es Mesías, el Hijo de Dios vivo; él no aquilató las formas concretas de las comunidades de cristianos, sino el espíritu, la estructura fundamental. Los apóstoles, no solo los llamados Doce Apóstoles sino también otros como Pablo, Bernabé, movidos por el Espíritu Santo, van constituyendo comunidades en las diversas partes donde evangelizan con distintas modalidades y sus estructuras.
Una de las primeras es la iglesia doméstica, que se reúne en casa de este cristiano o el otro. Al frente está o un apóstol o un sucesor de los mismos. Aparecen los diáconos, los presbíteros, los obispos, catequistas, los que han recibido diversos dones al servicio del bien común- profetas, doctores, don de curar, de interpretar, de hablar lenguas, etc.
Una observación digna de tenerse en cuenta: las comunidades se forman en las ciudades. Las cartas de San Pablo nos indican que había comunidades en Filipos, Tesalónica, Éfeso, Roma, Corinto; el Apocalipsis, nos habla de las siete Iglesias de Asia Menor. Con el tiempo, y al crecer el número de los cristianos de la única comunidad que se reúne en torno a la Palabra y la Eucaristía y está servida por sus ministros, se forman distintas comunidades en los barrios teniendo como servidores a los presbíteros y diáconos, colaboradores de los obispos. Con el avanzar de los tiempos y de la conversión de las personas que viven en pagos, es decir, lejos de las ciudades, en el campo, surgen las parroquias. Parroquia es una palabra griega que significa literalmente “cerca de casa”, “junto a la casa”; designan a los cristianos que viven cerca de la Iglesia madre de la ciudad, presidida por un obispo; parroquianos son los que están cerca de la casa.
La parroquia ha sido la estructura que ha predominado desde el siglo quinto hasta hoy. El Código del Derecho Canónico, que es la ley de la Iglesia, dice al respecto que la parroquia es «una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular (diócesis) cuyo cuidado pastoral, bajo la autoridad del Obispo Diocesano, se encomienda a un párroco, como pastor propio» (C. 515). No es un edificio, mayor o menor, artístico o menos artístico, sino una comunidad de fieles; lo importante es la comunidad de personas creyentes. Es lógico que esta comunidad como toda familia tenga un techo, una casa donde reunirse, convivir y celebrar al Señor.
Lo que define a una parroquia es ser una comunidad de fieles, pero, por ser estable, le corresponde manera principal engendrar nuevos cristianos, nuevos fieles por medio de la iniciación cristiana; esta comienza por el testimonio misionero de los ya cristianos, tanto de palabra como de estilo de vida, la primera adhesión a la fe, la formación en la misma, sellada esta formación con los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía y la integración en la vida de la comunidad. El signo que define a una parroquia es la pila bautismal; las demás comunidades cristianas no tienen pila bautismal, sino una pila de agua bendita que no recuerda sensorialmente que somos bautizados.
Esto es la teoría. Pero, ¿qué pasa en la realidad? Miremos nuestra diócesis palentina. Como toda Castilla y León y otras comunidades españolas padecemos la despoblación y el envejecimiento. La mayoría de las 465 parroquias de la Diócesis están en pueblos pequeños o en ciudades cuyo centro se está despoblando; en verano, más que nada en agosto y con motivo de fiestas o puentes, aumenta el número de habitantes, pero en muchas, en la mayoría, hay poca catequesis, muy pocos bautizos, o no los hay, pocos o ningún matrimonio cristiano, y muchos funerales y entierros. La parroquia, aunque insustituible, es insuficiente; no puede desarrollar los elementos que la definen y no sólo en nuestros pueblos, también en nuestras ciudades. Es más, casi toda la acción pastoral basculaba sobre la parroquia de mi pueblo, de mi barrio, mi cura, etc., fallando la comunión con las otras células de la Diócesis como las otras parroquias, arciprestazgos y zonas, y con el obispo.
A esta realidad hay que añadir que hay pocas vocaciones, y pocos ministros ordenados y el protagonismo casi exclusivo clerical, ya que los sacerdotes tienen que hacerlo casi todo, y el escaso número de laicos comprometidos en la tarea evangelizadora.
Se impone el cambio y por eso ha surgido las UNIDADES PASTORALES que suponen una forma distinta de concebir la tarea pastoral.