+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia.
¡Feliz año nuevo! Comenzamos un año nuevo y todos nos lo deseamos feliz, próspero y en paz. Y hacemos bien. Paz en las relaciones entre los pueblos y las regiones, entre los hombres y las mujeres del mundo entero, entre las familias, paz del hombre consigo mismo y con Dios.
Cada año, desde hace cincuenta y dos años, los papas desde San Pablo VI hasta el papa Francisco, nos regalan un mensaje en el que, año tras año, o van señalando diversas actitudes para tener una paz auténtica, no sucedáneos de la paz, o señalando algunas situaciones que reclaman nuestra atención. Este año el papa Francisco nos ofrece un mensaje titulado: “LA BUENA POLITICA ESTÁ AL SERVICIO DE LA PAZ”. Intentaré resumir lo esencial del mensaje.
La situación actual respecto a la política lleva muchos a la desconfianza y a la huida de todo lo que suene a política. Están los vicios de la misma que se concretan en «la corrupción en sus múltiples formas de apropiación indebida -robo- de los bienes públicos o de aprovechamiento de las personas, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto, obligados a ir al exilio» (5). De estos vicios tenemos ejemplos entre nosotros por parte de los partidos políticos y personas y en otras latitudes. «Sabemos que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso, a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción» (2).
Todo esto ha traído el descrédito de la política, que, en sí es una actividad noble, incluso como una forma eminente de caridad si se lleva a cabo con el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, cuando se mira como un servicio al país y una forma de proteger a cuando viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo.
Tu, yo y todos tenemos que ser políticos y hacer política de la buena. Ser políticos preocupados y ocupados por el bien común, de los otros, especialmente de los débiles; «tenemos que tomarnos en serio la política en su diversos niveles -local, regional, nacional y mundial-; tomarse en serio la política es afirmar el deber de cada persona, de toda persona, de conocer cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta y según la cual se busca realizar colectivamente el bien de la ciudad, de la nación de la humanidad» (Pablo VI). Dicho de otra manera, tenemos que tomar parte en la política, analizando los distintos programas, votando, y después exigiendo que lo aprobado democráticamente se lleve a cabo. Puede ser que Dios, además, nos llame a trabajar activamente en la política a través de un partido; ha llamado a algunos y podemos decir que hay políticos buenos.
Un aspecto fundamental de la política es la búsqueda de la paz, servir a la paz. Y más para los cristianos, pues Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz, si no, volverá a vosotros» (Lc 10, 5-6). «La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus características propias y su historia; es, sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a cuidar con interés» (1).
No nos encerremos en actitudes de clausura o nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad. Nuestra sociedad necesita artesanos de la paz, que oren, que perdonen, que promuevan la justicia, cuyo fruto es la paz, el respeto al otro, cuando se practica la mano tendida: «¿Hay acaso algo más bello que una mano tendida? Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para que mate, o haga sufrir, sino para que cuide y ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse un instrumento de diálogo» (5). La paz pide la conversión del corazón y del alma:
- La paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia, y teniendo un poco de dulzura consigo mismo para ofrecerla a los demás.
- La paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre...; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje j que lleva consigo.
- La paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro (7).
- La paz con Dios, viviendo en su amor como hijos amados sin darle la espalda y como hermanos entre nosotros.
Pidamos a Santa María, Madre de Dios y Reina de la Paz, cuya fiesta se celebra el primero de enero, que interceda por todos para que todos sepamos ser artesanos de la paz, y hacer presente al que es nuestra Paz, Jesucristo.
¡Feliz año nuevo, palentinos! “Paz a vuestra casa”.