+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
Muchas personas, al llegar el día de los llamados Reyes Magos, se quedan en los regalos de los niños pequeños y del niño que todos llevamos dentro, en las Cabalgatas. Yo os invito a mirar el relato desde otro prisma, desde la actitud interior de los Magos tal como nos lo describe san Mateo en el capítulo 2 de su Evangelio.
Los Magos no representan sólo a los pueblos paganos, al pueblo no judío, sino a todos los hombres y mujeres, porque ¿qué somos y hacemos en la vida sino buscar, ser buscadores? Todos vamos buscando la felicidad plena, el bien para nosotros, nuestras familias, amigos, etc. El hombre en eterna búsqueda. Desde las cavernas. Pero si buscamos, como señala el Profesor Flecha, es porque hemos perdido algo, o porque no lo hemos tenido, pero lo anhelamos y consideramos que es vital para nuestra plenitud. A veces buscamos por ansias de poseer, de tener más que los demás, de sobresalir y apabullar. Otras veces es por ansia de sentirnos más seguros, de gozar y disfrutar más, incluso lanzándonos a la aventura. A veces buscamos sin saber bien qué; incluso cosas de saldo o de rebajas que no necesitamos ni nos aportan gran cosa. A veces buscamos a ciegas, palpando en la oscuridad, sin conseguir nada. Tenemos que preguntarnos cada uno: ¿Yo, qué busco? ¿Buscamos bien?
Muchos buscan a Dios sin saberlo; muchos buscan la verdad desde la duda; otros buscan la belleza desde la frivolidad y la bondad desde el relativismo (Flecha); todos, creo, el sentido de la vida del que hablaba Victor Flankl y el amor (Cantar de los Cantares).
El creyente también busca; sabe que somos así porque Dios nos ha hecho así, porque somos buscados. Dios es el primero que busca. Busca al hombre porque nos ama y quiere que le encontremos para que adquiramos nuestra plenitud, humana y existencial, para que seamos felices, hijos y hermanos de verdad y para siempre. Toda la historia es la historia de un Dios que busca al hombre y la mujer, al ser humano, por amor, porque ama y nos ama. Así lo ha mostrado con Abrahán, los profetas y, sobre todo y de manera insospechada e inimaginable en Cristo, su Hijo, que «por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se hizo hombre» (Credo). Jesús es Dios mismo buscando al hombre como buscó a Zaqueo, a los discípulos, como el pastor que busca la oveja perdida y la carga sobre los hombros, o la mujer que busca la moneda extraviada, como el padre de los dos hijos que sale a buscar, abrazar, a invitar a la fiesta, como nos lo relata San Lucas en el capítulo 15 de su Evangelio.
Toda esta historia la vemos como en un icono y una parábola en los Magos. Son personas inquietas, no instaladas, no conformistas ni acomodadas. Buscan... y salen a buscar. Para no buscar a ciegas se abren a los signos, a las señales de la naturaleza, a las estrellas. Cómo necesitamos pararnos y contemplar la naturaleza, la creación y dejarnos envolver en el misterio que encierra, de un Dios Creador, Belleza, Amor. Busquémosle dentro de nosotros mismos, Él está dentro de nosotros, está con nosotros, aunque nosotros no estemos con ÉL (San Agustín). Pero también los signos de los tiempos de los que nos hablaba el papa Juan XXIII, y Pablo VI, y el Concilio vaticano II. Necesitamos reflexionar, no pasar por los acontecimientos sin detenerse e intentar descifrar qué llamadas de parte de Dios se nos están haciendo.
Esta actitud es la que tienen los Magos al mirar y ver la estrella. Pero hay que seguir dando pasos: no podemos encerrarnos en lo que nosotros percibimos o descubrimos con nuestra mente, corazón, ciencia y tecnología. Debemos saber ser humildes y abrirnos a las escrituras, a la palabra de Dios, que es luz y lámpara para dar pasos en el camino de la vida. Así lo hacen ellos, consultando.
Es necesario saber que en este camino no están las cosas claras, que en ocasiones no veremos, pasaremos por cañadas oscuras; que hay gente empeñada en despistarnos porque tienen otros intereses, como Herodes; pero hay que seguir adelante. No podemos ni debemos tirar la toalla ni cesar en la búsqueda, superar las dificultades, cansancios y las tentaciones, buscando a tientas. Pidamos fuerza para seguir adelante. Si así lo hacemos, si así perseveramos encontraremos a Cristo, el Hijo de Dios y de María, la Verdad, la Justicia, la Paz, el Amor, la Felicidad. Ellos lo encontraron porque Dios se deja encontrar y él mismo nos busca. Ellos le adoran, le alaban, le reconocen, creen y se alegran con gozo inefable.
Ellos, los Magos, vuelven a sus tierras, por otro camino, pero alegres, contentos, iluminados, dispuestos a compartir la luz y el amor.
Seamos como los Magos: eternos buscadores de Dios, rastreemos sus huellas. «Se le busca para que sea más dulce el hallazgo, se le encuentra para buscarle con más avidez» (San Agustín).