Creemos en igualdad y en la dignidad de las personas

Creemos en igualdad y en la dignidad de las personas

+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia.

Este es el lema de la Campaña de Manos Unidas de este año. Entiendo que no es una constatación sociológica ni en la sociedad española ni en el mundo entero, sino más bien un deseo, un anhelo y una invitación al compromiso.

No es una constatación sociológica: lo podemos observar en nuestra sociedad. En estos días en los que escribo, está en pleno debate social y político por la aparición en escena de algún grupo político y alguna de sus propuestas contestadas por otros grupos sociales y políticos sobre la violencia machista y la llamada ideología de género. Es verdad que en España creemos y hemos crecido en la igualdad de derechos y deberes de las personas, hombres y mujeres, particularmente de las mujeres, aunque todavía mucho que crecer en el campo político, social y cultural, incluso en el ámbito de la Iglesia Católica. La dignidad es reconocida por todos y desde la Iglesia Católica de manera especial, ya que para el cristiano todo ser humano, tanto varones como mujeres, tanto el no nacido como el que está, cargado de años y dolencias, a punto de la muerte natural; esa dignidad no le viene de una ley positiva, de las constituciones de las naciones o de otras leyes o Declaraciones aunque sean de la ONU, sino de Dios que ha creado a todo ser humano a su imagen y semejanza (Gen 1, 26-27), y más todavía en Jesucristo hemos sido elevados a la condición de hijos adoptivos de Dios, hermanos del Señor Jesucristo y personas habitada por el Espíritu Santo. Pero también en la diversidad, porque Dios no ha hecho distintos. Esta diversidad no va en contra de la igualdad radical, sino que quiere ver la diversidad como un elemento de complementariedad; somos iguales, pero distintos y complementarios para bien de cada uno y de todos (Cfr. Gen 2, 18-25).

Pero no podemos cerrarnos en nuestro pequeño mundo de los países ricos, del Norte, y menos en un mundo marcado por la globalización, y más si cabe como cristianos católicos, que significa universales. MANOS UNIDAS, una ONG católica, formada por hombres y mujeres que desde su fe en Jesucristo se han comprometido con la noble causa de colaborar para erradicar el hambre en el mundo y promover el auténtico desarrollo de las personas, nos recuerda que la igualdad no se da en muchas partes de los distintos continentes y en muchos países no se respeta la dignidad de las personas. Esta situación afecta sobre todo a las mujeres y a los niños. La revista que se ha publicado con motivo de esta campaña trae testimonios que ponen la carne de gallina e interpelan. Una de cada tres mujeres de hoy, como la del cartel, no vive como imaginamos pues no es ni independiente, ni vive segura, ni tiene voz. MANOS UNIDAS hace hoy de profeta seguro y valiente, prestando su voz para darles voz y hablando en nombre de Dios, poniendo su confianza en Dios y sin miedo a nadie porque es independiente de todo poder político y económico y está formada por personas libres con la libertad de Cristo. Testigos de estas desigualdades y del escaso reconocimiento de la dignidad de las personas son también los misioneros palentinos; cuando vienen a esta tierra nuestra y suya, nos cuentan con dolor e incluso con lágrimas la situación indigna en la que viven o malviven tantos hermanos nuestros de otras latitudes.

Como Obispo de Palencia y a la vez Obispo de la iglesia Católica que debe tener preocupación por todas las demás iglesias y como persona que considera que nada hay verdaderamente humano que nos sea ajeno y lejano, reconozco la labor que están realizando tantas personas en nuestros pueblos y ciudades y os animo a seguir adelante; a la vez os invito a todos a colaborar con MANOS UNIDAS en su objetivo, sintonizando con él con la mente, el corazón y las manos, integrándoos en este grupo y colaborando económicamente en sus proyectos de promoción y cambio social con aportaciones fijas o en las colectas que se organizan en todas las parroquias y centros evangelizadores católicos Es más, os pido que contagiéis su causa a los demás miembros de la propia familia, vecinos, amigos y conocidos. Su Causa debe ser nuestra Causa, porque es una causa humana y divina. Tenemos que ponernos en la piel y en la situación de aquellas personas que sufren la desigualdad, que están esclavizadas, que viven en la inseguridad, con temor permanente, y sin voz, y si gritan nadie les hace caso. Son nuestros hermanos, en los que Jesús sigue viviendo y sufriendo, estando desnudo, hambriento, encarcelado, enfermo, siendo forastero o emigrante. Todo lo que hagamos a nuestros hermanos se lo hacemos al mismo Cristo (cfr. Mt 25, 31-46) y sobre el amor al desvalido seremos juzgados. No endurezcamos el oído del corazón para que podamos oír de la boca del mismo Jesús: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo... porque os digo que cada vez que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Cfr. Mt 25, 31-46).