El Seminario, misión de todos

El Seminario, misión de todos

+Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia.

El papa Francisco no cesa de recordarnos de una manera u otra que los cristianos tenemos que ser discípulos misioneros. Puede verse en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. No discípulos primero, y después, cuando sea oportuno por el tiempo y las circunstancias personales, colectivas y eclesiales, misioneros. Se tienen que dar a la vez, conjuntamente, como pasa en otros campos de la vida; por ejemplo, cómo se nota a los enamorados que haya algo, el amor que sienten entre sí, se llame como se llame.

Es exigencia del mismo Jesús, como aparece en los evangelios. Así, en el Evangelio según san Marcos, se dice: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio... ellos se fueron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que les acompañaban» (Mc 16, 15-20). También en san Mateo, «Id, pues, y hace discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros toldos los días, hasta el fin de los tiempos» (Mt 28, 19-21).

Es lo que hizo el mismo Señor, el gran discípulo y enviado del Padre, y los apóstoles y los setenta y dos discípulos enviados por él mismo. Podemos verlo en el libro de los Hechos de los Apóstoles en el caso de Pedro, «Por nuestra parte, no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído» (Hech 4, 20) y, eminentemente, Pablo. Todos ellos podrían ratificar lo que afirma San Juan en su Primera Carta: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestros manos acerca del Verbo de la vida, pues la Vida se hizo visible y nosotros hemos visto, damos testimonio y os lo anunciamos: la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído es lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1Jn 1, 1-4). Lo hicieron ellos con palabras y obras; las obras ratificaban las palaras y las palabras explicitaban el sentido de las obras.

Esto es lo que a lo largo de los siglos y en el día de hoy han realizado y realizan muchos cristianos, laicos, ministros ordenados, religiosos y religiosas no sólo fuera de España, en los cinco continentes, sino también aquí, porque España y Palencia son tierras de misión. El fin de la misión es anunciar el Evangelio e invitar a vivir en comunidad que quiere seguir a Jesucristo, integrada por todos los bautizados.

La comunidad cristiana, como toda familia, requiere unos cuidados, unas funciones, según los diversos carismas y ministerios; así lo ejercieron los Doce y san Pablo, como lo manifiesta en sus cartas y recoge en el llamado “Testamento de Pablo” a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Les dice: «Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su propio Hijo» (Hech 20, 28). Así lo han hecho a lo largo de los siglos muchos ministros ordenados, acompañando a la comunidad cristiana con la predicación de la Palabra, la celebración de los misterios del Señor y entrega servicial día y noche, como el Buen Pastor, con fidelidad, aunque no exenta de pecado.

También sucede aquí entre nosotros, en las comunidades cristianas palentinas donde muchos sacerdotes han entregado su vida día tras día, creando escuelas o enseñando, acompañando la existencia del pueblo, compartiendo alegrías, gozos, tristezas y esperanzas y la misma suerte, siendo un vecino más y presencia de Jesús entre nosotros.

La Iglesia, desde antiguo, vio la necesidad de formar bien a los servidores del Pueblo de Dios y así lo hizo de diversas formas hasta que, a raíz del Concilio de Trento, se establece la obligatoriedad de establecer los seminarios: centros donde se formen integralmente, es decir, desde las dimensiones humana, intelectual, espiritual y pastoral. Muchos llevan el nombre añadido de Conciliar, -el nuestro- con referencia al espíritu del Concilio de Trento. Actualmente la Iglesia sigue en ese empeño y así lo ha manifestado en el Concilio Vaticano II y en las enseñanzas posteriores, como un Sínodo General de Obispos y otros documentos, últimamente incluso sobre la educación integral en la llamada Ratio.

Las peripecias del Seminario de nuestra Diócesis son conocidas: Palencia, en la calle de San Marcos y Cardenal Almaraz, Lebanza, Carrión de los Condes, e incluso el Seminario Menor en la Carretera de León, en Palencia, el seminario en Madrid, etc. Hoy tenemos un seminarista, Antonio, que está formándose aquí, acude a clases de Filosofía y Teología en un centro de Valladolid y colabora pastoralmente en la Parroquia de San Antonio de Palencia y Grijota. A la vez, desde la Delegación de Jóvenes y de Pastoral Vocacional, el Rectorado y otras actividades pastorales, se está llevando a cabo una pastoral vocacional que espero, confiando en el Señor, produzca sus frutos. Pero nos interesa a todos, si queremos que la luz, la sal y la levadura del Evangelio siga presente en nuestra sociedad como la mejor aportación al bien común y la comunidad cristiana sea lo que debe ser.

Desearía y os lo pido, cristianos palentinos, que continuemos orando al Dueño de la mies por las vocaciones y trabajemos, dentro de una cultura vocacional, para que mande obreros a su campo, vocaciones laicales, matrimoniales, a la vida consagrada en su diversidad de formas y al ministerio diaconal y presbiteral. También que contribuyáis en la colecta porque tenemos que cuidar el edificio del Seminario y su Biblioteca, pero sobre todo a nuestro seminarista.

El Seminario es misión de todos, igual que escuchar y responder a la vocación bautismal.