Cuerpo y alma

+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

El ser humano, sea hombre o mujer, porque todos somos seres humanos, iguales y complementarios, en unidad y diversidad, estamos formados por cuerpo y alma. “La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que Dios formó con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre -ser humano- un ser viviente (Gen 2, 7) Por tanto, el hombre -ser humano- en su totalidad es querido por Dios.

A menudo, el término alma, designa en la Sagrada Escritura la vida humana. O toda la persona humana. Pero designa también lo que hay de más íntimo del hombre y de más valor en él, aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: alma significa el principio espiritual en el hombre.

El cuerpo humano participa de la dignidad de imagen y semejanza de Dios: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu.

Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio del él, estos alcanzan su cima y elevan su voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar su vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y ha de resucitar en el último día”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 362-364).

Hay, es verdad, otras concepciones del compuesto humano. La misma cultura hebrea tiene otra concepción. Habla de la carne, el espíritu y el principio divino, el ruaj, que hay en hombre. El alma es inmortal, por gracia de Dios, aunque su futuro posterior a la muerte es muy oscuro, hay libros que afirman la esperanza escatológica en el juicio final y la resurrección. Y más, la fe cristiana, mirando Jesucristo, muerto y Resucitado. No distingue entre alma y cuerpo, como hace la cultura griega de la cual, somos herederos, sino como en las culturas primitivas ven al ser humano como una unidad psicofísica, y lo mismo se refiere al cuerpo o al espíritu para referirse al ser humano entero. Lo que sí afirman todos es la unidad del conjunto humano. Por descontado, el cuerpo no es inferior al espíritu, al alma, sino que forma parte esencial del hombre. Sin cuerpo no existe el hombre; por el cuerpo cada ser humano es un individuo y al mismo tiempo nos podemos relacionar con los demás y las cosas; es más, expresamos nuestra dimensión histórica. Por el cuerpo somos uno, con nuestras características propias e individuales y a la vez nos relacionamos con los demás.

En ocasiones la Biblia se refiere al alma como el corazón, es decir, lo más profundo del ser humano, donde la persona decide por Dios o contra Dios,

La doctrina de la Iglesia confiesa que el alma no es engendrada por los padres o producida, sino directamente creada por Dios y que es inmortal, es decir, no perece cuando perece el cuerpo en la muerte, sino que se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final.

Puede ser que alguno no esté de acuerdo con esta concepción de alma y cuerpo de raíz griega, pero lo importante no es la expresión, sino el contenido. Pero hoy por hoy, no tenemos otros términos en nuestra cultura. Lo que sí afirmamos es que el ser humano tiene unidad, de un elemento material y otro no material, los dos íntimamente unidos de tal manera que si negamos al uno negamos al otro. Es más, que el ser humano es síntesis de todo lo creado por el amor de Dios, es querido por Dios y destinado a gozar su vida y comunión en la resurrección. Por eso se da sepultura a los muertos, no se tiran para que los coman las aves de rapiñan, se honran e inciensan en el momento de las exequias, y se guardan las reliquias de los son declarados santos. Por eso los cementerios se llaman también campos santos, porque están en ellos están enterrados, como se hace con el trigo, esperando la cosecha de la resurrección. Por eso la Iglesia nos invita a cuidar la salud y la belleza del cuerpo, sin excesos, porque hoy cuidamos mucho el cuerpo y no cultivamos el alma, el principio espiritual del hombre y así lo expresa de muchas maneras el arte y se opone por ejemplo al tráfico de órganos. Cuidemos el ser humano compartiendo alimento, bebida, vestido, sanidad, amistad, fraternidad en sana y justa convivencia, ofreciéndole momentos para cultivar el alma, la relación con Dios, porque no sólo de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4, 4).

Que le pidamos a Dios, con gratitud, conservar la salud del cuerpo y del alma.

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