El ser humano: hombre y mujer

El ser humano: hombre y mujer

+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia.

El domingo pasado escribía sobre un aspecto de la concepción del hombre por parte de la fe católica aludiendo al compuesto humano cuerpo y alma. El ser humano está formado, por decirlo así, de cuerpo, elemento material, y alma, elemento espiritual. El elemento material lo recibe de sus padres, el elemento espiritual a través de la sociedad, comenzando por la familia, que es la base de la sociedad, pero en la que están incluidos la educación, la convivencia, la cultura, la fe de la comunidad, etc.

El ser humano aparece como varón y mujer. «Y creó Dios al hombre- ser humano- a su imagen, a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó» (Gen 1, 26). «Y vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno» (Gen 1, 31). «El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios; por una parte, en una perfecta igualdad en tanto que personas humanas, y por otra, en su ser respectivo de hombre y de mujer. Ser hombre, ser mujer es una realidad buena y querida por Dios: el hombre y la mujer tienen una dignidad que nunca se pierde, que viene inmediatamente de Dios su creador. El hombre y la mujer son, con la misma dignidad, imagen de Dios. En su ser varón y en su ser mujer reflejan la sabiduría y la bondad del Creador. Dios no es, en modo alguno, imagen del hombre, Dios no es ni hombre ni mujer. Es espíritu puro y en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las perfecciones del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de Dios: las de una madre y las de un padre y esposo» (Catecismo Iglesia Católica, 369-370). Por esta razón a Dios Padre se le representa como un varón venerable y en ocasiones, al Espíritu Santo como mujer, así en el retablo magnífico de la Cartuja de Miraflores, en Burgos, obra de Gil de Siloé y Diego de la Cruz, aunque no es la única, para indicar que Dios es origen y modelo de toda paternidad y maternidad.

El varón y la mujer son creados por Dios el uno para el otro. La Palabra de Dios nos lo hace entender mediante diversos acentos de los textos: Por ejemplo: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle alguien como él que le ayude» (Gen 2, 18). Con todo lo que es, también con la sexualidad. Ninguno de los animales es ayuda adecuada para el hombre. La mujer que Dios “forma” de la costilla del hombre y se la presenta, es lo que despierta en el hombre el grito de admiración -la primera palabra del hombre y su primer grito- una exclamación de amor y de comunión cuando dice: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Su nombre será ishá (mujer) porque ha salido del ish (varón). El hombre descubre en la mujer otro “yo” de la misma humanidad.

El hombre y la mujer están hechos el uno para el otro, no porque Dios los haya hecho a medias o incompletos. Dios los ha creado para la comunión de personas, en la que cada uno puede ser ayuda para el otro porque son iguales en cuanto personas y a la vez complementarios en cuanto masculino y femenino. Otro texto habla de la fecundidad. En el matrimonio, Dios los une de tal manera que, formando una sola carne (Gen 2, 24), puedan transmitir la vida: «Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra» (Gen 1, 28). Al transmitir a sus descendientes la vida humana como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador.

También, según el plan de Dios, están llamados a someter la tierra como administradores. No como señores con dominio destructor y arbitrario. Son responsables frente al mundo y las cosas, también amadas de Dios, porque él ama todo lo que existe (Sab 11, 24).

La diversidad de sexos es querida por Dios y se manifiesta en la misma morfología del cuerpo y en la psicología del espíritu. Lo afirman las ciencias experimentales y humanas. Frente a algunos que defienden la ideología del género y niegan el aspecto natural y afirman que el sexo no se define genéticamente, es decir, por el nacimiento, sino que se construye según los deseos individuales, por lo yo soy varón o mujer, porque es lo que siento y lo que quiero, la antropología cristiana sostiene que la sexualidad viene marcada por la naturaleza, por el nacimiento; de otra manera se socaba el fundamento antropológico de la familia al separar drásticamente la diversidad y complementariedad biológica entre varón y mujer.

Hoy los padres y educadores están ante una verdadera emergencia educativa en todo aquello que afecta a los temas de afectividad y sexualidad, pues en muchos casos se han propuesto y se proponen caminos educativos que transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y la justa razón, creando una profunda desorientación en padres y educadores sobre estos temas. Así lo denuncia un documento de la Santa Sede, publicado el 2 de febrero pasado, y titulado “Varón y mujer los creó”, que lleva por subtítulo: “Para una vía de dialogo sobre la cuestión de gender (género) en la educación”. Se trata de dialogar y aportar lo que cada uno descubre, ve y entiende y compartiendo la escucha, la razón y las propuestas.