“Nos trataron con una solicitud poco común” (Hech 28, 2)

“Nos trataron con una solicitud poco común” (Hech 28, 2)

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

Del 18 al 25 de enero se celebra todos los años la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Esta semana creo que nos llama a orar por la unidad de los distintos grupos y confesiones cristianas, como católicos, ortodoxos, protestantes, coptos, anglicanos, evangélicos, y las distintas ramas que han surgido en cada confesión; orar por la unidad de la misma Iglesia católica, unidad en la fe, confesada y celebrada, y que debe ser expresada en una acción pastoral común, fruto del encuentro, de un trabajo y estilo sinodal; unidad en torno al papa Francisco, el que tiene como ministerio confirmar en la fe y en la caridad. Yo invito a orar por la unidad en la sociedad española, dentro de la libertad, por descontado, y el derecho a la diversidad, pero una diversidad que sea riqueza de la unidad, porque la unidad no tiene por qué ser monolítica, sino una unidad poliédrica, una unidad como en la familia.

Concretamente esta semana nos llama y compromete a:

1º. Celebrar la unidad existente. Que es más de lo que parece. Unidad porque todos los cristianos, seamos de la confesión que sea, todos confesamos nuestra fe en la Santa Trinidad, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Todos reconocemos a un sólo Señor, Jesucristo, un solo Bautismo, un sólo Credo b ajo la acción del Espíritu. La Iglesia Católica y algunas confesiones ha llegado a acuerdos teológicos de importancia en estos años sobre el Bautismo, la Justificación por la fe, el ministerio ordenado, y se ha avanzado en otros temas como el ejercicio del ministerio del sucesor de San Pedro. También se ha llegado a actuaciones conjuntas en el campo de la promoción humana, de la defensa de la vida, desde el primer instante de su concepción hasta el final de su curso natural, la eutanasia, y acciones de ayuda solidaria a poblaciones o pueblos necesitados. Por todo ello debemos dar gracias a Dios y alegrarnos.

2º. Expresar el grado de comunión. Lo han expresado los papas diversos que han servido a la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, y lo expresan hoy el papa Francisco y los jefes de las distintas confesiones con sus reuniones, encuentros, saludos, cartas, felicitaciones en diversas fiestas y ocasiones. El papa Francisco en esto y en otras muchas cosas nos da ejemplo de derribar muros, tender la mano, intentar avanzar en la unidad, aunque en ocasiones haya sido mal interpretado.

3º. Orar para llegar a la unión y comunión plena. Es el deseo de Jesucristo que en la última Cena oró al Padre pidiendo la unidad de los discípulos: «No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mi por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mi y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea que tu me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mi» (Jn 17, 20-23). Orar unidos a Cristo, a su oración al Padre, pidiendo el Don del Espíritu Santo; orar unos con otros y unos por otros personalmente y en comunidad, porque «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20).

El lema de este año es “Nos mostraron una solicitud poco común” (Hech. 28,2). Esta cita está dentro de dos capítulos, el 27 y el 28 del libro de Los Hechos de los Apóstoles. Pablo ha sido juzgado, y él ha apelado al emperador. Lo llevan a Roma preso en un barco; la travesía es peligrosa con tormentas, pero Pablo, encadenado, sigue llevando a cabo la misión encomendada por Jesucristo. En el barco hay 276 personas pero divididas en grupos: el centurión y los soldados, los marineros, los presos, etc., pero comparten el pan, la esperanza y la confianza en las palabras de Pablo que invitan a fiarse de la Providencia. En una de esas tormentas se encalla el barco, salen como pueden a tierra, y los nativos los reciben con gran humanidad. Son los habitantes de la isla de Malta. No son abandonados, ni perseguidos, sino que como estaban empapados hasta los tuétanos, les dan modo de calentarse y secar las ropas junto a una hoguera, les dan comida y cobijo hasta que puedan emprender el viaje con seguridad. En definitiva: son generosos, hospitalarios y humanitarios con personas que no conocían, incluso algunos presos.

Ese es un camino para lograr avanzar en el reto de la unidad: imitar a los habitantes de Malta. No cerrarse en nuestros propios intereses y comodidades, sino abrirnos generosamente a la necesidad del otro, sea quien sea. Tenemos en este punto que cambiar nuestras mentes y corazones.