Querida Amazonia, querida Palencia - II

Querida Amazonia, querida Palencia - II

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

Hace un tiempo presenté globalmente la Exhortación Apostólica Postsinodal del Papa Francisco, titulada “Querida Amazonía”. En ella el Papa presenta cuatro sueños que se refieren no sólo a la zona geográfica y humana de la cuenca del río Amazonas, sino también para otras tierras y continentes. Nosotros tenemos que hacer un aterrizaje de lo que el Papa dice a nuestra querida Palencia.

Un sueño del Papa es el sueño social. Comienza mirando, despierto, la realidad: «Nuestro sueño es el de una Amazonía que integre y promueva a todos los habitantes para que puedan consolidar un “buen vivir”. Pero hace falta un grito profético y una ardua tarea por los más pobres. Porque, si bien la Amazonia enfrenta un desastre ecológico, cabe destacar que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres. No nos sirve un conservadurismo que se preocupa del bioma pero ignora a los pueblos amazónicos» (8). El Papa denuncia las injusticias y crímenes que están detrás de los intereses colonizadores de la extracción de la madera y la minería, que ha llevado a los movimientos migratorios de los indígenas a las ciudades, donde sufren xenofobia, explotación sexual y tráfico de personas, situaciones de esclavitud en definitiva. Los pueblos originarios muchas veces han visto con impotencia la destrucción de ese entorno natural que les permitía alimentarse, curarse, sobrevivir y conservar un estilo de vida y una cultura que les daba identidad y sentido.

El Papa se indigna y afirma que es necesario indignarse. «No es sano que nos habituemos al mal, no nos hace bien permitir que nos anestesien la conciencia social mientras “una estela de dilapidación e incluso de muerte... pone en peligro la vida de millones de personas y en especial el hábitat de los campesinos e indígenas”» (15). También debemos pedir perdón y comprometernos como se han comprometido los misioneros. Ha habido fallos, es verdad. El Papa llama a establecer un diálogo con los indígenas, un diálogo en el que ellos sean los protagonistas. «Se trata de reconocer al otro y de valorarlo “como otro”, con su sensibilidad, sus opciones más íntimas, su manera de vivir y de trabajar. De otro modo, lo que resulte será, como siempre, “un proyecto de unos pocos para unos pocos”, cuando no “un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz”. Si esto sucede “es necesario una voz profética” y los cristianos estamos llamados a hacerla oír» (27).

¿Qué nos dice esto a nosotros con relación a nuestra QUERIDA PALENCIA? No se trata de las mismas situaciones, por descontado, pero entiendo que nos llama a poner por encima de todas las consideraciones de todo tipo a las personas de nuestros pueblos y ciudades. En esta Palencia nuestra el patrimonio más importante que tenemos, por encima de los campos, las montañas, los ríos, el paisaje, etc. son las personas de nuestros pueblos y ciudades, desde los más pequeños hasta la capital.

En tiempos pasados, se ha dado el fenómeno de la emigración a otras zonas porque en nuestros pueblos la minería y la agricultura no daban para vivir con dignidad y muchos marcharon a Alemania, Francia, a Bilbao, a Madrid, a Valladolid, a trabajar en la industria o en el comercio. Hoy sigue dándose oro tipo de emigración. Los jóvenes se marchan en busca de trabajo porque aquí no lo hay; e incluso en nuestros pueblos, los que se dedican a la agricultura o a la ganadería se han manifestado en estos días pasados porque no pueden vivir con dignidad con los precios de sus productos; o se han trasladado a Palencia ciudad o a las cabeceras de comarca, con lo que supone de salir de su entorno, dejar sus costumbres, sus relaciones, etc.

Y ¿quién queda en nuestros pueblos? Todos los sabemos y lo lamentamos, pero ¿qué hacemos? Está bien que pidamos a los políticos planes para fomentar la natalidad, planes e inversiones en la Palencia vaciada, atención médica, nuevas tecnologías, etc., pero ¿no se podría establecer un diálogo con esos pueblos, donde ellos sean los protagonistas, donde no se hagan planes para ellos, sino con ellos y apoyar planes y proyectos realizados por ellos?

En la Iglesia hablamos hoy de una Iglesia sinodal, es decir, formada por todos, donde caminar juntos y escucharnos, donde todos tienen voz, iniciativas, algo que aportar al acervo común, y capacidad de realizar. La Iglesia católica quiere estar cerca de las personas y de los pueblos en esta empresa. De hecho, aunque cada veces sean menos los sacerdotes, se procura que la atención, la presencia de ministros de la Palabra y los sacerdotes sea un elemento de humanización, de acompañamiento y de servicio a la personas.