+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
Gracias a todos los sacerdotes, por lo que sois y hacéis, por vuestro servicio diario al Pueblo de Dios. Por acudir a esta Misa Crismal, signo de comunión entre el presbiterio y del presbiterio con el Obispo, y del Obispo con vosotros. Gracias a los que nos han precedido por su entrega y servicio. Un recuerdo para los misioneros y para los que no han podido venir, particularmente los mayores y los enfermos.
Estamos a las puertas de la gran celebración de la Pascua con todo el Pueblo de Dios; nuestra fe se apoya en la resurrección de Cristo, el que había muerto, fue sepultado, pero vive y nos da su Espíritu para ser su presencia ente nosotros y para continuar su obra. El hace a su pueblo un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes, por los sacramentos de la Iniciación Cristiana; un pueblo mesiánico que tiene por Cabeza a Jesucristo, por condición, la libertad de los hijos de Dios, por ley el mandato del amor y como destino hacer presente el Reino de Dios, que no es de aquí, pero debe comenzar su realización aquí.
A este pueblo pertenecemos nosotros juntamente con todos los bautizados; pero dentro de este pueblo el Señor nos ha elegido, no por nuestros méritos sino por su bondad, para ser presencia sacramental de Cristo, Cabeza y Pastor de su pueblo y para servir a este pueblo para que pueda desarrollar lo que es, linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciar las proezas de Dios con nuestra vida (I Pedr 2, 9) Hoy, hermanos, tenemos que dar gracias a Jesucristo, Señor nuestro que nos hace capaces, se fía de nosotros y nos ha confiado el ministerio, es decir, continuar su servicio.
¿Cómo hacerlo? Fundamentalmente siendo memoria del Señor por su Espíritu Él, en la última cena, nos dijo a todos: “Haced esto en memoria mía”, memoria de su entrega total, de su vida entregada, memoria de su alianza, nueva y eterna, sellada con su sangre. Esa es nuestra misión: recordar las maravillas que ha realizado y realiza el Señor, cantar eternamente su misericordia y transmitir esa memoria a las próximas generaciones, orando, estudiando y preparándonos.
Lo haremos si somos memoria viva del Señor; Si como Jesús somos profetas, que denuncian las injusticias, anuncian el Reino aunque suponga renunciar a nuestros planes y proyectos personales; somos portadores de la Buena Nueva para los pobres, la libertad para los oprimidos, hemos sido enviado a curar los corazones desgarrados, consolar a los afligidos como nos decía la 1ª lectura, lo proclamó Jesús en la Sinagoga de Nazaret y realizó a lo largo de su existencia.
Lo haremos si somos sacerdotes como nuestro Gran Pontífice, el mediador entre Dios y los hombres; si cada día suplicamos a Dios que se acuerde de su alianza y se olvide de los pecados del pueblo porque él es compasivo y misericordioso; si somos fieles a Dios, cumpliendo su voluntad como Jesús, y misericordiosos con nuestros hermanos, especialmente los que sufren, los enfermos ungiéndolos con nuestra presencia, los catecúmenos, ayudándolos con nuestro ejemplo a ser fuertes, comunicando el Espíritu a todos los bautizados y confirmados.
Lo haremos si somos reyes-pastores, al servicio del Señor y al servicio del Pueblo, si somos instrumentos de unión, de reunión, de reconciliación, si somos los esclavos de todos, pastores que van delante, en medio y detrás del rebaño, que conducimos a nuestros hermanos a fuentes de agua viva, que acompañamos con misericordia y bondad siempre, pero especialmente por caminos de cañadas oscuras.
Hoy, hermanos, hay una realidad que me preocupa y no sólo a mí, sino a toda la Iglesia palentina que está implicada en el Sínodo: somos cada vez menos y más envejecidos; solo hay 33 sacerdote menores de 65 años. Hemos hecho un Proyecto pastoral Juvenil y vocacional, se trabaja por una Iglesia sinodal y hemos participado en el Congreso de Laicos; se está trabajando y bien en esa línea; estamos sembrando para el futuro. Pero no podemos quedarnos ahí, que trabajen unos y los demás a sestear, o decir: Ya tenemos animadores de la Palabra y el que venga detrás que tire. Tenemos que tomar en serio nuestro ministerio y buscar colaboradores, como Jetró aconsejó a su yerno Moisés, como Jesús buscó compañeros que fueran sus enviados.
Y esta es una realidad que no podemos obviar. Hay miles de explicaciones: que los jóvenes no ven clara la cosa, que hay menos jóvenes, que evidentemente el índice de natalidad es muy bajo, -que Palencia no da lo que daba antes de vocaciones, y así todo lo que queramos. Pero hay una pregunta que nos tenemos que hacernos: ¿Cuántos seremos dentro de poco? No tengamos miedo de hacernos esta pregunta. ¿Hemos preparado al laicado, hemos preparado a la gente que siga con la evangelización, para que siga con la pastoral en la Iglesia? Yo no me atrevo a ser profeta y decir qué pasará. A mí me inquieta, me preocupa. Confío en el Señor, pero tengo que decir estas cosas: preparémonos para lo que va a pasar, y entreguemos nuestro carisma, nuestro don a quien lo pueda llevar adelante. Por favor, no remendemos las cosas que no se pueden remendar porque se nos impone una cultura. Si mantenemos firme el don recibido, mantengamos firme esa consagración de vida que prometimos, eso sí, pero no nos hagamos ilusiones. Y sigamos con la oración; que el Señor mande vocaciones, pero también nos prepare para entregar nuestro don ahora, cuando somos menos, a quien pueda colaborar con nosotros Os animo a seguir adelante, con confianza en la promesa del Señor, y para llevar adelantes la misión que Dios nos encomendó.”(Discurso del Papa Francisco el 17 de marzo de 2022).
Hermanos: Oremos para que el Espíritu del Resucitado nos ilumine, nos acompañe, nos fortalezca, nos resucite, nos infunda alegría, nos configure más con Jesús que nos ama y a quien amamos y podamos revivir todos los días el don que recibimos un día por la imposición de las manos del Obispo en nombre de la Iglesia.