San Antolín 2022. Homilía de nuestro obispo

San Antolín 2022. Homilía de nuestro obispo

Hoy, 2 de septiembre, se celebra la Solemnidad del mártir San Antolín, patrón de la Diócesis y de la ciudad de Palencia. Compartimos la homilía de nuestro obispo D. Manuel en la eucaristía que se ha celebrado a las 11:30 en el Trascoro de la Catedral de Palencia.

 

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HOMILÍA EN LA FIESTA DE SAN ANTOLÍN - 2022

 

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

Catedral de Palencia, 2 de septiembre de 2022

1. Saludos.

2. Feliz día de fiesta de nuestro patrono.

Hemos pedido al Señor, en la primera oración, por intercesión de san Antolín y teniéndole a él como modelo, porque peleó el combate de la fe hasta derramar su sangre, soportar por tu amor la adversidad, y caminar con valentía hacia ti, fuente de la vida.

Sin duda, tenemos ganas de fiesta. Yo lo he visto en las fiestas de los pueblos de nuestra diócesis y eso es bueno. Estamos hechos para la vida feliz y festiva, no para la pandemia, la muerte, las angustias, las guerras, los sustos económicos, políticos y sociales por los que atravesamos.

La adversidad está ahí. Podemos cerrar los ojos, como el avestruz, y mirar para otro lado. Podemos soportar la situación estoicamente, pero no somos de piedra... y podemos hacerlo como cristianos, pelear, no de cualquier manera, sino por amor, cómo Jesús, pelear, con las armas cristianas, de las que nos hablaba la primera lectura.

Se trata de una pelea espiritual, no de ninguna cruzada, no contra hombres y mujeres, sino contra el mal, que no está sólo fuera de nosotros, en las estructuras de pecado, sino en nosotros mismos, el egoísmo, el afán de poseer, la injusticia, la falta de solidaridad, de fraternidad. Hay que ver la realidad, sin dejarnos quedar prisioneros del pesimismo y el resentimiento, sin dejar que nos atrapen por juicios negativos y nostalgias estériles, sino discerniendo qué nos pide el Señor, como hemos hecho en el Sínodo por una Iglesia sinodal, no ingenuamente, sin creernos que todo el mundo es bueno, y que todo el monte es orégano.

Nos toca, no condenar, sino hacer brotar las semillas del Reino, como personas adultas, libres y corresponsables, sin apegarnos a formas, que pueden entrar en crisis y a los modos cómo anunciamos hoy, sin olvidar que Dios ha amado, ama y amará al mundo; la prueba es Jesucristo y los santos, los amigos del Señor, como san Antolín: Tanto amó Dios al mundo… (Jn. 3,16).

Pero, ¿cómo pelear?

Hacerlo con alegría, la alegría de la fe, una alegría que no nace de lo que nosotros somos capaces de hacer, sino de saber que Dios está cerca, que nos amó primero y nos acompaña cada día, que no es indiferente a nuestra suerte. No se trata de una alegría fácil, ilusionándonos con fuegos artificiales. Esta alegría cristiana no está vinculada a las riquezas y seguridades, tampoco a la persuasión de que en la vida nos irá siempre bien, sin cruces ni problemas. La alegría cristiana está unida a una experiencia de paz que permanece en el corazón incluso cuando nos vemos rodeados de pruebas y aflicciones; puede que la mar esté agitada, porque todo parece estar en turbulencia, pero en lo profundo está tranquilo, porque nos sabemos amados incondicionalmente, abrazados por Jesucristo en cada situación. Esto nos libera del egoísmo y del pecado, de la tristeza y la soledad, del vacío interior y del miedo y nos da una mirada nueva de la vida y de la historia. Con Jesucristo, dice el Papa Francisco, siempre nace y renace la alegría (EG. 1).

A san Antolín se le representa con el libro del evangelio en la mano. Esta es el arma que debemos blandir: Una misión suya, como diácono, es anunciar, predicar el evangelio. También es nuestra. Necesitamos anunciar el Evangelio como san Antolín, para dar a los hombres y mujeres de hoy la alegría de la fe.

Para esto, después de oír al Papa Francisco, propongo:

a) Dar a conocer a Jesucristo, frente la indiferencia y el secularismo, centrándonos en lo esencial y ejerciendo la creatividad pastoral, sin esperar a que la gente venga a nosotros, en salida, llegando donde viven los hombres y mujeres sus alegrías y penas, sus tristezas y esperanzas. Fomentando la escucha, el diálogo, el encuentro, con humildad, sin altanería, siendo afables, misericordiosos, acompañando procesos que tenga en cuenta la cultura popular.

b) También tiene san Antolín otro símbolo: en la mano, la palma del martirio, es decir del testimonio. El testimonio, ser creíbles; nuestras vidas tienen que hablar de misericordia, de servicio práctico, de salir al encuentro, estar cerca, sin creernos superiores. Tenemos que convertirnos, examinarnos y ver qué tenemos que cambiar, personal e institucionalmente. Con el estilo de Jesús, testigo del amor y la ternura del Padre hasta el final.

c) Otro signo de san Antolín es la dalmática, la vestimenta de su ministerio en la Iglesia, en una Iglesia formada por hijos de Dios y hermanos una Iglesia fraterna. Los cristianos palentinos seremos creíbles, si construimos juntos, codo con codo, cada uno con los dones recibidos, integrando la diversidad en la unidad, si vivimos en comunión, si creamos espacios y ocasiones para saber escuchar, saber dialogar, con paciencia, queriéndonos como hermanos y hermanas, dispuestos a trabajar juntos por el bien común, y si es necesario, con el perdón. Hemos de acoger el amor que Dios nos da y desbordarlo a los demás en un amor como el del buen samaritano, que nos lleve a detenernos y hacernos cargo de tantos hombres y mujeres asaltados por los ladrones; un amor que no tiene fronteras, que busca el reino de Dios, no el nuestro, capaz de encarnar el sueño de Dios para la humanidad, que todos seamos hijos y hermanos.

Todo esto con la oración y la fuerza del Espíritu que sigue hablando y guiando a la Iglesia de Palencia de muchas maneras y en especial hoy por san Antolín y la Eucaristía, memorial del gran mártir y testigo de la fe.