Homilía de nuestro obispo D. Mikel en la Misa Crismal. Celebrada en la Catedral de Palencia hoy, 15 de abril de 2025.
Querido Javier, queridos hermanos presbíteros y diáconos, hermanas y hermanos.
Quiero comenzar la homilía de esta Misa Crismal, con el saludo del libro del Apocalipsis: “Gracia y paz a vosotros de parte de Jesucristo, … a aquel que nos amó, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios su Padre. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos”.
En mi segundo año de servicio a esta Iglesia local de Palencia, quiero bendecir a Dios porque nos regala a su Hijo y nos ofrece con su Espíritu Santo esta oportunidad para renovar nuestro ministerio santo a todo el pueblo de Dios. Y quiero darle gracias por cada uno de vosotros, hermanos en el ministerio, llamados a colaborar conmigo en la tarea a veces ardua e ingrata, otras gozosa y siempre apasionante de convocar a los seguidores del Camino para ser fermento y luz del mundo.
El lema de nuestra diócesis es abriendo puertas, y yo anhelo en este jubileo de la esperanza, esa esperanza que no defrauda, que seamos verdaderos pontífices, sacerdotes, y ministros, es decir, constructores de puentes, facilitadores del acceso a la puerta que es Jesucristo. De nuestra respuesta vocacional depende que tantas puertas permanezcan cerradas, o se abran, que impidamos o propiciemos que muchos conozcan y amen al que es y da la Vida. Porque nos debemos al pueblo santo de Dios, a los fieles laicos y consagrados, esta Eucaristía expresa nuestra identidad y misión.
El pueblo rezará por mí, para que sea fiel al ministerio apostólico confiado a mi pobre persona, para que sea imagen cada vez más viva y perfecta de Cristo Sacerdote, Buen Pastor, Maestro y Siervo de todos.
Y yo os preguntaré si deseáis renovar las promesas que hicisteis ante vuestro obispo y el pueblo santo de Dios, que consisten en configuraros a Cristo renunciando a vosotros mismos, dispensar los misterios de Dios al pueblo en la celebración eucarística, el bautismo, la celebración del perdón y de la unción de enfermos, la predicación.
Imagen y semejanza del arquetipo, del Primogénito de entre los muertos, del Testigo Fiel, del Príncipe de los reyes de la tierra. La vocación, la llamada que Dios nos hizo y que mantiene a cada instante hacia nosotros, conlleva seguimiento, conversión, renovación. La llamada del génesis de que el ser humano, varón y mujer, ha sido creado a imagen y semejanza de Dios sólo se encarna en esa configuración vital del amor de alianza de Cristo con su Amada esposa la Iglesia. Y nosotros, sacerdotes y diáconos, participamos sacramental, vital y místicamente del misterio de Jesús de Nazaret, Cristo, Ungido por el Espíritu Santo para dar y ser buena noticia en el seno de las comunidades cristianas en cuanto que somos ministros, y en medio del mundo en cuanto que somos bautizados.
La configuración, la semejanza con Jesús nos la regala don del Espíritu y nuestra necesaria colaboración con Él. Que en primer lugar es fruto de la oración y del cultivo de nuestra relación con Él. Hemos escuchado en el Apocalipsis: “a aquel que nos amó, nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre”. El buen cirujano, bien acuchillado, dice el refrán. El pueblo de Dios que peregrina en Palencia forma ese reino de sacerdotes de Dios en medio del mundo, si nosotros presidimos en la caridad de Dios nuestras comunidades, en la liturgia, la formación, la defensa de la familia y la vida, el compromiso social y en el impulso evangelizador.
Desde ahí es como nos vamos haciendo comunidades en camino, la Iglesia deja de ser una mera institución y se convierte en un movimiento, deja de ser una sociedad, y se va haciendo comunidad, fraternidad. Este es el deseo del Señor, y su alegría más profunda: “el Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido… hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Unción del crisma en la cabeza de los bautizados y del obispo en la cabeza. Unción en la frente de los confirmados. Unción en las manos de los presbíteros, óleo sobre el pecho de los catecúmenos que combatirán contra el maligno en su itinerario hacia la Iglesia, unción sobre los cuerpos de los enfermos.
Jesucristo el Príncipe de los reyes de la tierra hace de la Iglesia un pueblo de reyes.
Jesucristo, Primogénitos de entre los muertos, hace de los bautizados un pueblo sacerdotal.
Jesucristo, el Testigo fiel, hace de todos los cristianos un pueblo de profetas.
Os animo a los presbíteros que para ello vuestra caridad pastoral siga consistiendo cada vez con más esperanza en: dar la buena noticia, vendar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, liberar a los prisioneros del pecado proclamar el año de gracia, consolar y cambiar su ceniza en corona. Eso es lo que celebramos en la asamblea eucarística cada domingo. Os animo, a los demás bautizados a salir al mundo y así toda vuestra semana será misión. Sacerdotes en busca de catecúmenos, profetas luchando el Reino y reyes liberando esclavos. Los laicos activaréis la caridad esponsal y política, los consagrados mostraréis la caridad consumada y el mundo glorificará al Dios de la Vida al único Señor de la historia.
Pero para todo ello, hemos de recuperar el amor primero. Os invito a escuchar esta oración que Rainiero Cantalamessa pone en labios de Jesús y que propicia una preciosa espiritualidad del seguimiento:
(El amor que Jesús desea de nosotros)
Lo que Jesús nos diría ahora:
El amor ardiente:
Es ponerme siempre en primer lugar.
Es buscar agradarme en todo momento.
Es confrontar tus deseos con mi deseo.
Es vivir ante ti como amigo, confidente, esposo y ser feliz por ello.
Es estar inquieto si piensas estar un poco lejos de mí.
Es estar lleno de felicidad cuando estoy contigo.
Es estar dispuesto a grandes sacrificios con tal de no perderme.
Es preferir vivir pobre y desconocido conmigo, más que rico y famoso sin mí.
Es hablarme como al amigo más querido en todo momento.
Es confiarte a mí mirando a tu futuro.
Es desear perderte en mí como meta de tu existencia.
(R. Cantalamessa)
Jesús dice: “hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Cumplamos, obedezcamos, luchemos, sirvamos, unámonos. Sólo así se abrirán puertas, y seremos comunidades en camino. Santa María, San Antolín, San Manuel intercedan por nosotros.
+ Mons. Mikel Garciandía Goñi
Obispo de Palencia