Con el salmo decimos: «Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. Damos gracias a Dios porque es eterna su misericordia».
Pero, ¿por qué? Porque la piedra que desecharon los arquitectos, la piedra que es Jesús, desechada por los sacerdotes judíos y por las autoridades romanas, Ha vencido: Lucharon vida y muerte en singular batalla; y muerto el que es la Vida triunfante se levanta. Ha sido constituido piedra angular: piedra que une a Dios y a los hombres y a los hombres entre sí. Ha sido obra de Dios, hazaña de Dios, de su diestra, no obra humana. Este es el gran milagro.
San Pedro lo aclarará en la primera lectura: Jesús, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él. A este lo mataron, colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día.
¿Cómo lo comprobaron? Vayamos con María Magdalena, con Juan y Pedro al Sepulcro. Está vacío, pero no porque hayan robado el cuerpo de Jesús, los ladrones no se entretienen en doblar el sudario y los lienzos. Ha resucitado.
Lo confiesan porque aman al Señor: Resucitó de veras mi amor y mi esperanza. Los tres amaron al Señor y pusieron en él su esperanza.
Lo comprueban con las Santas Escrituras.
Alegrémonos y gocemos también nosotros: la resurrección de Jesús, el Señor, es garantía de nuestra esperanza: El mal, la muerte han sido vencidos: Nosotros hemos participado de esa victoria por la fe y el bautismo. Hemos sentido el amor de Jesús que nos hace hijos y hermanos y nos da dado su Espíritu para vivir en él, por él y como él. En él y con él estamos llamados a una vida nueva, a la gloria.
Es más: nos ha hecho sus testigos, como Magdalena, el apóstol de los apóstoles, Juan y Pedro: Nosotros somos los testigos designados por Dios, porque hemos creído en el amor, y nos encargó predicar al pueblo de que Dios lo ha constituido Juez, y Señor de vivos y muertos.
Tenemos que ser testigos viviendo la vida nueva de Cristo, buscando los bienes de arriba no los de la tierra, guiados por el amor que es la fuerza más revolucionaria, la clave de la felicidad del hombre, porque por el amor pasamos de la muerte a la vida. Pero no cualquier amor, sino como él nos ha amado.
Celebramos la eucaristía hoy y siempre es anunciar su muerte, pero proclamar que ha resucitado, que ha vencido el amor, y que vendrá como juez y Señor.
Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA, Obispo de Palencia
S.I. Catedral de Palencia, 21 de abril de 2019