El próximo domingo, Solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la “Jornada Pro Orantibus”, que este año lleva por lema, «Con María en el corazón de la Iglesia». En esta Jornada se nos invita a oran por quienes continuamente lo hacen por nosotros: las personas consagradas contemplativas, y a dar gracias a Dios esta forma de consagración que necesita la Iglesia.
Con motivo de esta Jornada, el P. P. Juan Enrique Canca, OSA (Delegado diocesano para la Vida Consagrada) nos dirige esta carta
JORNADA PRO ORANTIBUS 2020
“Con María en el corazón de la Iglesia”
“Con María en el corazón de la Iglesia”, es el lema escogido para este excepcional año 2020, que con motivo de la inesperada pandemia estamos viviendo, no sólo en la Iglesia, sino en el mundo entero.
Tras la solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia nos invita a orar junto con María, desde el corazón. María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, la discípula perfecta del Señor, supo estar siempre atenta a la Palabra, y supo meditarla en el silencio contemplativo de su corazón, que es el corazón de la Iglesia. Un corazón como el suyo, que estuvo siempre deseoso, como nos recuerda san Agustín, por vivir siempre en Dios.
Como María, los contemplativos y contemplativas están llamados a ser luz para el camino a recorrer. Son hombres y mujeres que consagran su vida a la oración, la contemplación, el silencio, la soledad, en los monasterios y conventos, al mismo tiempo que viven de su trabajo y de los diversos servicios que ofrecen a la Iglesia y a la sociedad de la que forman parte, aunque de una forma sencilla, anónima, y no pocas veces incomprendida.
«Con la ayuda del Espíritu, no perdáis ocasión de orar, insistiendo en la oración y en la súplica, y para eso espantad el sueño y pedid constantemente por todos los consagrados» (Ef 6, 18). Es un día, por tanto, para que todo el Pueblo de Dios ore al Señor por esta vocación tan especial y necesaria, despertando el interés por las vocaciones a la vida consagrada contemplativa, como nos lo recuerda la Exhortación apostólica de san Juan Pablo II en Vita Consecrata (VC, 8), citando al Decreto Perfectae caritatis, (PC, 7) del Concilio Vaticano II.
Si en la Jornada de la Vida Consagrada del pasado 2 de febrero se nos proponía como lema: “La Vida Consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente”, en la que contemplábamos a María como modelo de esperanza para todos los consagrados, que tratan de ser y estar cercanos a tantas realidades de nuestro mundo marcadas por el dolor, especialmente en estos momentos que vivimos, entre luces y sombras, en la presente Jornada Pro Orantibus, las hermanas y hermanos contemplativos nos recuerdan que, siempre, pero especialmente en estos momentos, Dios es lo único necesario, y a Él sólo llegamos a través de la oración y de la vivencia de los valores evangélicos.
Como se nos recuerda desde la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada: «La vida consagrada contemplativa, con María, custodia fervorosamente la realidad central de nuestra fe, que es el amor de Cristo…, alienta sin descanso la gran esperanza de la Iglesia, que es la misericordia del Padre…, e irradia al mundo la alegría de vivir el Evangelio, según la gracia del Espíritu».
En el actual momento de desierto y sequedad vocacional, y no sólo a la vida consagrada contemplativa, necesitamos ser perseverantes en la oración, para no caer en la tentación de la desesperanza y la mundanidad. No podemos desligar la vida contemplativa de María, ni a María de la vida contemplativa, ya que ambas constituyen el corazón orante de la Iglesia. Como María, la humilde sierva que quiso ser fiel al Señor y permanecer siempre en Él, y supo darnos el mejor fruto, el de sus entrañas, por medio del Espíritu, permanezcamos también nosotros a ejemplo suyo, ser perseverantes en una oración confiada (cfr. Jn 15,5).
Y porque no podemos dejar sola a la Vida Consagrada Contemplativa en su misión orante, el resto del Pueblo de Dios debemos ser también contemplativos en la acción, viviendo unidos al Señor y a María con un corazón orante. Juntos seremos “Iglesia en salida” como nos dice el Papa Francisco, si miramos al “faro”, que nos indique la ruta para llegar al puerto; si en la noche oscura del tiempo nos acompaña por el camino la “antorcha”; si el “centinela” de la aurora nos anuncia la salida del sol. Esta es la misión de la Vida Contemplativa, que nos indica a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida” (Cf. Vultum Dei quaerere, 6).
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá» (Mt 7,7). Buscándole, llegaremos a encontrar el rostro de Dios.
P. Juan Enrique Canca, OSA.
Delegado para la Vida Consagrada