“Amor, Ternura, Entrega”. Quinto domingo de Cuaresma

“Amor, Ternura, Entrega”. Quinto domingo de Cuaresma

“Amor, Ternura, Entrega” en el Quinto domingo de Cuaresma. Es momento de ir contrastando nuestra vida con la de aquél que un día se cruzó en nuestro acontecer cotidiano, Jesús de Nazaret.

 

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Quinto domingo de Cuaresma

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:

—«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.

Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó: —«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?»

Ella contestó: —«Ninguno, Señor.»

Jesús dijo: —«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Juan 8, 1-11

 

Preguntas para la oración

¿Nuestra mirada es como la de Jesús que intenta acompañar, empatizar y sanar la vida de nuestros prójimos?

¿Cuántas veces antes de juzgar las actitudes de los otros miro primero las mías y después actúo?

Las normas morales que vivimos nos ayuda a caminar en la vida o son obstáculos que a veces nos dificulta la relación con nuestros semejantes.

 

Reflexión

Irene Villa. Como consecuencia de un atentado, perdió las piernas y tres dedos de una mano. Hoy nos habla del perdón de esta manera:

“Se puede aprender que la adversidad puede convertirse en el motor impulsor de la vida. Y ella, ¿Cómo lo ha conseguido? Eso es precisamente lo que cuenta en ese encuentro con padres, profesores y alumnos. Con un mensaje lleno de optimismo, fe en uno mismo, determinación, trabajo en equipo y principalmente con el magnífico poder del perdón.

El perdón es precisamente el mensaje central, protagonista de este encuentro. Un perdón que es, según sus palabras, la base de tener un vida plena y feliz. Si pensamos

un poco en nuestra experiencia o en la de alguien cercano, a veces es casi imposible, por no decir imposible del todo, evitar que alguien nos ofenda o nos cause daño, una pequeña o gran decepción, de manera muchas veces involuntaria, con mayor maldad si lo hace de manera consciente.

El corazón queda dañado, herido, resentido, «amputado» en palabras de Irene. Una herida que quizá sea más profunda y dolorosa cuanto más en consideración tengamos a quien nos la ocasionó. El perdón es quien consigue curar el corazón, restañarlo, rehacerlo con más fuerza y luz. Necesitamos el perdón por nosotros mismos, que nos hemos sentido afectados por algo o alguien, por nuestra felicidad y paz interior.

Irene lo explica de una forma muy gráfica. Toda ofensa genera un hilo sutil, imperceptible, entre la persona que nos ofende y la ofendida. El perdón es la tijera que corta ese hilo, que nos libera de la ofensa y del ofensor, que cauteriza la herida y no permite que se pueda volver a abrir. Un corazón vengativo es la mejor manera de llevar una vida fracasada, porque la felicidad solo se consigue con un corazón enamorado.

Como todo en la vida, perdonar también es algo que se puede aprender. Se puede trabajar para encontrar la mejor forma de hacerlo”.

 

Propuesta para la semana

Fíjate, en un rato de tranquilidad, en alguna persona de tu familia, de tu trabajo, de entre tus conocidos... o quizás más lejana con el que tengas diferencias de manera de ver la vida e intenta comprender su situación y empatizar con ella en lo que os une más allá de lo que os separa.

Mientras se piensa en el gesto se puede escuchar la canción que aparece en el siguiente enlace.

 

Oración final

Jesús, sabemos que eres el que nunca condena,
incluso cuando llegamos a ser los más condenables.

Tu mirada hacia esa mujer condenada la salvó.
La mirada del Amor divino y eterno.

Jesús, hoy podemos traer
toda la vergüenza y culpa de nuestra vida,
y al recordar esta lectura de misericordia,
escuchar tus palabras dirigidas
a cada uno de nosotros; "Yo no te condeno".


Jesús, tú sí sabías que hay momentos
para hablar y momentos para callar.
Te Ruego nos ilumines para saber
cuándo acortar mis palabras,
y nos inspires para escoger las palabras apropiadas.

Señor, los presentes te dirigían
una pregunta, por la que deseaban
escuchar una sola respuesta.
Pero Tú no te abriste a un diálogo con ellos.

Cuando me pongo a orar,
debo recordar que debo escuchar tu voz,
la que puede decirme
no sólo lo que deseo escuchar.