Un domingo para caer en la cuenta de que las semillas que intentamos introducir para este ejercicio de edificar son frágiles. Muchas de las cosas de Dios son tan frágiles. El mismo Jesús de la navidad es tan poquita cosa, tan delicado.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
- José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta:
- Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.
Mt 1,18-24
La revelación que le llega a José y que hace posible el nacimiento de Jesús: es más importante el niño y su madre que el honor, que la ley, que los prejuicios sociales, que la tradición, que quedar bien.
Las cosas de ‘Dios-con-nosotros’ son tan frágiles, tan delicadas, tan necesitadas de cuidados...
Las navidades son un tiempo muy cargado de actividades, de vida social, de fiesta, de visitas, de comidas, de compras, de loterías...
Prueba, también, en algún momento, a dedicar un rato a alguien que creas que está más solo, a una actividad en provecho de otras personas, a salir con alguien que tienes más descuidado... Incluso a pasar un tiempo de silencio, con el evangelio, contemplando a Dios, frágil, con nosotros.
Yani, renunció a buscar empleo cuando se vio en la necesidad de cuidar a su abuela con Alzheimer.
Me duele verla así. callada. La miro y me pregunto en qué estará pensando tanto rato; me cuesta entender el sentido de la enfermedad, me duele la espalda de sostenerla, ella me mira y me sonríe, me gusta que me trate como si no hubiera crecido, aunque sea yo ahora quien la cuide; apoyo mi cabeza en sus piernas, aunque para ello me ponga de rodillas en el suelo, y me acaricia la cabeza como si nada hubiera cambiado, que no deja de cuidarme ni de quererme.
Siento que es el último tramo de su vida y me siento afortunada de que, cuanto más tiempo avanza, más paso a su lado escuchando los recuerdos, los cuerdos y los no tan cuerdos, que van quedando en su memoria.
Gracias, Padre, porque a pesar de esta terrible prueba que pones a mi familia, no tengo más que motivos de felicidad y de agradecimiento por tenerla cerca y vivir junto a ella.
Yani
Tu poder multiplica
la eficacia del hombre,
y crece cada día, entre sus manos,
la obra de tus manos.
Nos señalaste un trozo de viña
y nos dijiste: ‘Venid y trabajad’.
Nos mostraste una mesa vacía
y nos dijiste: ‘Llenadla de pan’.
Nos presentaste un campo de batalla
y nos dijiste: ‘Construid la paz’.
Nos sacaste al desierto con el alba
y nos dijiste: ‘Levantad la ciudad’.
Pusiste una herramienta en nuestras manos
y nos dijiste: ‘Es tiempo de crear’.
Escucha en este adviento
el rumor de nuestra brega
y acompaña nuestro esfuerzo
con brotes de Navidad.