Construye - III Domingo de Cuaresma

Construye - III Domingo de Cuaresma

Construye... en tu interior espacios de adoración, de culto en Espíritu y verdad. Desde la cárcel más secreta, desde la sala de cuidados intensivos de un hospital, desde cualquier cocina o lugar de trabajo, podemos elevar nuestro corazón hacia Dios. Y hacerlo en la verdad y el Espíritu del Evangelio: amor, perdón, ternura.

 

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EVANGELIO

(...) Jesús, fatigado por la caminata, se sentó junto al pozo. Era cerca de mediodía. En esto, una mujer samaritana se acercó al pozo para sacar agua. Jesús le dijo: - Dame de beber.

Los discípulos habían ido al pueblo a comprar alimentos. La samaritana dijo a Jesús: - ¿Cómo es que tú, siendo judío te atreves a pedirme agua a mí, que soy samaritana? (Es de advertir que los judíos y los samaritanos no se trataban).

Jesús respondió: - Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva. (...) Todo el que bebe de este agua, volverá a tener sed; en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed. Porque el agua que yo quiero darle se convertirá en su interior en un manantial del que surge la vida eterna. (...) Ha llegado la hora en que los que rindan verdadero culto al Padre, lo harán en espíritu y en verdad. El Padre quiere ser adorado así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad (...).

(Jn 4, 5-42)

 

 

El diálogo de Jesús con la samaritana gira en torno a tres motivos. La sed y el agua orientan el primer momento. El agua, el don más precioso para la vida humana, calma la sed; el «agua viva» que regala Jesús es el don de Dios que calma la sed de vida eterna. El motivo de los cinco maridos da pie a descubrir la sed de felicidad, de estima y reconocimiento que tiene la mujer. La autorrevelación definitiva de Jesús tiene lugar en el diálogo sobre el culto verdadero.

No es necesario un lugar físico para encontrarnos con Dios. Al contrario, el culto que Dios quiere es «en espíritu y verdad». Se trata de una nueva forma de relación con Dios: el Espíritu es quien mueve nuestra vida para encontrarnos con Jesús, que es la Verdad. Es en Jesús, rostro de Dios entre nosotros, en quien podemos encontrarnos con el Padre, gracias a la acción del Espíritu.

En la vida, en el encuentro, en la persona, en las relaciones, en cualquier espacio... podemos construir “un templo” en el que ofrecer un culto «en espíritu y verdad». No se trata de levantar santuarios, sino de construir espacios vitales habitados por la presencia de Dios.

 

 

TESTIMONIO: EXPERIENCIA DEL CAMPAMENTO DE LA JOC

El campamento es una experiencia única. En él generamos un ambiente especial, invertimos grandes dosis de trabajo, esfuerzo, cariño, dinero... Sabemos que es una gran oportunidad para conectar con los jóvenes que de él participan. El campamento les engancha, les motiva, les emociona, les divierte, les ofrece la posibilidad de descubrir otros modelos de relación, de experimentar otros valores, de aproximarse a una experiencia de fe...

El campamento es uno de los medios que tenemos para compartir todo lo que hemos descubierto a través de nuestro proceso de crecimiento personal. Por eso, participar del campamento es una gran responsabilidad: nos compromete a cuidar de manera especial como vamos a estar, cuáles van a ser nuestras actitudes, nuestra forma de comportarnos,  cómo vamos a enriquecer a otros jóvenes con nuestra experiencia.

Darle calidad a nuestra presencia es muy importante, representa nuestra acción personal en el campamento. Darle calidad a nuestra presencia en el campamento supone vivir esos días y estar con y por amor. Es así, y no de otra manera, cómo nos enseña a estar Jesús de Nazaret. Este tipo de presencia lleva a que los jóvenes se sientan reconocidos, valorados, tenidos en cuenta, a que sientan que alguien les quiere más allá de lo que ellos se imaginan. Todos tenemos experiencias en este sentido a nivel personal, y somos testigos de cómo, cuando nos acercamos a otros jóvenes y les tomamos en serio, les escuchamos, gastamos el tiempo con ellos, esos jóvenes empiezan a sentirse reconocidos, recreados.

Diócesis de Ciudad Real

 

 

 

ORACIÓN

Cansado de caminar
bajo el sol hiriente del mediodía,
te sientas junto al pozo
y pides, sencillamente, agua
a la mujer de Samaria.

Te acercas a la extranjera, a la diferente, a la “adversaria”,
para acogerla como es
y ofrecerle el agua que sana,
que restaura,
el agua de la Vida.

El agua que limpie el corazón
de temores y resentimientos,
que sane heridas
y devuelva luz y calor
al amanecer de cada día.

El agua que nos libere
del egoísmo y la ambición,
que siguen creando
sistemas injustos,
corrupción, fronteras
y el sinsentido de cualquier tipo de guerra.

El agua del Espíritu,
el agua que serene por dentro
y dé la fuerza vital,
que apaga la sed más profunda del hombre.

Que descubra que “adorarte en espíritu y en verdad”
es adorarte desde el corazón,
desde lo más auténtico
de uno mismo,
desde lo más profundo
dónde el misterio de Dios
y el hombre, se encuentran.

Que como la mujer de Samaria,
anuncie a las gentes, con la vida,
lo que he oído y vivido junto al pozo.

Que comparta con ellas
el caminar en la fe,
el crecer unidas
como personas y como creyentes,
proclamando al mundo
que Tú eres el único Señor,
el Salvador.

Amén

(Hna. F.Oyonarte)