Compartimos la retransmisión de la Misa Crismal, que se ha celebrado esta mañana en la S.I. Catedral, y la homilía de nuestro obispo D. Manuel.
HOMILÍA EN LA MISA CRISMAL 2023
«Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque os digo que yo ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios» (Lc 22, 15-16). Así se expresó Jesús en la Ultima Cena. Yo también he deseado esta reunión con vosotros, los presbíteros de Palencia, antes de jubilarme, porque espero que nombren pronto un sucesor que presida esta comunidad y haga camino con todo el pueblo de Dios.
Esta es la hora y el día para decir: Gracias. Es día de acción de gracias.
+ Gracias: Gracias a la Santa Trinidad que me ha elegido para acompañar a esta comunidad eclesial de Palencia durante unos años. Esta comunidad pequeña, pero que está llena de vida.
Gracias a Dios por vosotros presbíteros y diácono, por todos y cada uno, por vuestra entrega por el Evangelio, por vuestros trabajos, servicios, horas de cansancio, por vuestra vida entregada a la Iglesia, al Reino, a los hombres y mujeres de nuestra Diócesis.
Gracias a Dios por el don de la fe, sellada en el Bautismo, esa fuente de la que brota toda nuestra vida cristiana, que nos ha hecho en Cristo hijos del mismo Padre, hermanos entre nosotros, amasados por el fuego del Espíritu y miembros del único pueblo fiel y santo de Dios...
Gracias por la llamada del Señor para ser en medio del pueblo de Dios, todo él sacerdotal, profético y real, como presbíteros servidores de su Palabra, de la gracia en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía y pastores de la comunión para la misión. Cristo Jesús, como decía san Pablo, se fio de nosotros, y nos confió este ministerio, a nosotros que somos pecadores, pero Jesús ha tenido compasión de nosotros y así mostrará toda su paciencia y para que nos convirtiéramos en modelo de los que han de creer en Él y tener la vida eterna (II Tim 1, 12-16).
Gracias por las personas unidas a nosotros, por nuestros padres y hermanos, por nuestra familia, por los sacerdotes de nuestras comunidades, nuestros formadores, por los religiosos, religiosas, laicos y laicas que comparten con nosotros la misión de cada día.
+ Hoy es día adecuado para volver a tomar conciencia de que estamos ungidos para ungir con el óleo de la alegría, con el Espíritu del Señor, a nuestra gente. «Reaviva el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza…» (II Tim 1, 7).
Hoy es muy urgente este reavivar el don de Dios; en el último consejo presbiteral se constataba que, a veces, en algunos de nosotros, se nota cansancio espiritual, una especie de desilusión, de decepción, de sensación de fracaso, de que pesa el ministerio. Las causas pueden ser muchas como la edad, los achaques, no saber cómo conducirnos en esta hora de secularidad, de no ver resultados, de comprobar que lo que antes servía ahora no sirve tanto; en ocasiones parece que nos envuelve la noche, la noche oscura, y nos olvidamos de las oportunidades nuevas que se presentan ante nosotros. En esta situación quiero deciros que no debemos asustarnos. Jesús también se cansó y se sentó junto al pozo de Jacob. San Pablo se preguntaba si no se había fatigado en vano (Gal 4, 11).
Hay un cansancio bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría en medio de nuestras actividades. Qué bueno es esto: la gente ama, quiere y necesita a los pastores; el pueblo fiel no nos deja sin tarea directa, salvo que uno se esconda en un despacho o ande por las calles con gafas oscuras para no ver al pueblo, un pueblo que anda como ovejas sin pastor (Ez 34, 5-6; Mt 9, 36). Este cansancio es bueno, es sano. Es el cansancio del sacerdote con olor de oveja, pero con sonrisa; no pastores con cara de vinagre, quejosos, pastores aburridos. Conservemos el olor de ovejas y la sonrisa de padres, si bien cansados, pero con alegría (Francisco homilía en la misa crismal, 28 de marzo de 2013).
No seamos de los que se cansan sin hacer nada, de los que andan sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada, de aquí para allá; es el cansancio de uno mismo; es la desilusión de uno mismo que no se mira de frente, con la serena alegría del que se descubre pecador y necesitado de perdón y de ayuda ; se trata del cansancio del querer y no poder, el haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto.
+ Hoy es día de reavivar el Don. «Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por el amor de mi nombre y no has desmayado. Es hora de volver al amor primero» (Ap 2, 3-4). Sólo ese amor descansa; lo que no se ama cansa y a la larga causa mal. Dejemos que Él nos lave los pies, cansados en el seguimiento y servicio; que Él sane nuestras heridas en la Pascua diaria. «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y encontraréis vuestro descanso; tomad mi yugo sobre vosotros, aprended de mí, que soy manso y humilde corazón, y encontraréis vuestro descanso» (Mt 11, 28-29).
No dejemos la oración, la penitencia, los ejercicios espirituales, los encuentros en la fraternidad y amistad presbiteral, que debe ser hogar, escuela y taller; animémonos y cuidémonos unos a otros cada día para que ninguno se endurezca; conservemos firme, hasta el final, la actitud del principio (Hbr 3, 13-14), la actitud de cuando fuimos ordenados. Dejémonos animar y alentar por el pueblo.
Dentro de poco bendeciremos y consagraremos los santos óleos y celebraremos la Eucaristía; es ocasión, una más, para vivir y sentir la compañía y cercanía de Jesús, como los sintieron los apóstoles; Él siempre nos acompaña con su Santo Espíritu, también en los momentos difíciles.
Hermanos: Gracia y paz a vosotros de parte del que es, el que era y el que ha de venir; de parte de los siete Espíritus que están ante su trono, y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. El que nos ama y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (Ap 1,4-6).
+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA
Obispo de Palencia