Compartimos la retransmisión de la Eucaristía en el Viernes Santo, que se está celebrando en nuestra Catedral, y la homilía de nuestro obispo D. Manuel.
HOMILÍA EN EL VIERNES SANTO - 2023
Hoy es el día de la elevación de Jesús en la cruz: «Lo mismo que Moisés elevó una serpiente em el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre para que todo el que cree en Él tenga Vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo sino par que el mundo se salve por él» (Jn 3, 14-17).
Hoy es un día tenebroso y luminoso.
Tenebroso, porque celebramos la muerte del Señor. Le contemplamos en la pasión; esa pasión que viene descrita en la 1ª lectura y en el relato de la Pasión que ha sido proclamada. Hemos visto un personaje, el Siervo de Yahvé que sufre por los pecados de otros. Y cómo sufre el inocente. Mirémosle apresado, sin figura, sin aspecto atrayente, estimado como leproso, triturado por nuestros crímenes, traicionado, vendido por treinta monedas, escupido, flagelado, cargando con el madero, insultado, juzgado, condenado, crucificado, muerto, traspasado por la lanza, sepultado.
Él es inocente, pero carga con nuestros pecados, con el misterio del mal, con el mal del mundo. Se hace solidario, no cómplice de nuestro mal…; libremente ha querido compartir en su vida no sólo las alegrías, las fiestas, las esperanzas, también el dolor, la muerte, el sufrimiento. Carga con el dolor de los enfermos, de los atribulados, de los ancianos solos, de los heridos y muertos en las guerras, con el hambre y la sed de tantos, la explotación de los niños, el dolor de los emigrantes y refugiados, el odio que endurece y amarga el corazón como una hiel que envenena, las rupturas familiares, las condenas injustas, la angustia de los parados, la desesperanza de los que caen en la droga buscando la felicidad.
Es rey, es nuestro rey, pero no oprime, ni se aprovecha, es pacífico, perdona. En su cruz están clavadas nuestras miserias, pecados e infidelidades, nuestras falsas seguridades, nuestras pretendidas grandezas.
Lo afronta con valor, libremente sin echarse atrás, sin abrir la boca, con confianza infinita en Dios.
Pero este día es también luminoso. Lo decían también las lecturas; Isaías decía: Sus cicatrices nos han curado; mi Siervo tendrá éxito, tendrá una muchedumbre como parte. En el evangelio aparece como rey del mundo; testigo de la verdad de la salvación y del Dios que es amor; su muerte es fecunda, de su costado brotan sangre y agua, el bautismo y la eucaristía. Brilla su amor que no responde al mal con el mal, que guarda silencio, perdona, que se entrega él mismo y nos reconcilia con el Padre, nos regala a su Padre, su Espíritu, a su Madre, ama hasta el fin.
¿Cómo celebrarlo?
• Meditar su pasión, mirar su cruz cuando nos toque cargar con las nuestras para que aprendamos a vivirlas desde el amor y la confianza en Dios; a ser discípulos, que supone cargar con nuestra propia cruz.
• Mirar su cruz, la de Cristo, que ha asumido y glorificado todas nuestras cruces, y nos ha dado esperanzas, una esperanza que no es sólo promesa, es realidad.
• Ayudando a los demás a cargar con sus cruces, como Simón de Cirene.
• En el silencio de la contemplación de su cruz, abrámonos a la invitación que Dios nos hace y dirige con estas palabras de San Agustín: Tened fe. Vosotros vendréis a mí y gustaréis los bienes de mi mesa, así como yo no he rechazado saborear los males de la vuestra… Os he prometido la vida eterna. Como un anticipo os he dado mi muerte, como si os dijera: Mirad, yo os invito a participar de mi vida. Una vida donde nadie muere, una vida verdaderamente feliz, donde el alimento no perece, repara las fuerzas y nunca se agota. Ved a qué os invito… a la amistad con el Padre y el Espíritu Santo, a la cena eterna, a ser hermanos míos y unos de otros, a participar de mi vida (Sermón 231, 5)
• Adorar su cruz y besar su cruz es darle gracias por su amor, es dejarnos abrazar por el Crucificado que nos amó primero y dio su vida por nosotros para darnos vida; comulguemos hoy y siempre con él, en la Eucaristía, en la vida, teniendo sus mismos sentimientos y siguiendo su ejemplo.
+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA
Obispo de Palencia