Dios cree tan sin límites en nosotros como para asumir toda la historia humana, como para hacer que nuestra libertad sea la puerta de ingreso a su acción creadora.
EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, Sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».
(Juan 10, 1-10)
DESCUBRIR LA ENTRADA
Dios cree tan sin límites en nosotros como para asumir toda la historia humana, como para hacer que nuestra libertad sea la puerta de ingreso a su acción creadora. Ahora bien, el amor salvífico de Dios y las sorpresas que esconde el Evangelio han de dejar paso a la provocación que contienen. En efecto, Dios provoca nuestra libertad con esa su «fe chiflada» en todo ser humano, con un amor gratuito e incondicional radicado en lo más hondo de cada persona. Por eso, decir sí a esa profundidad humana es decir sí a Dios, es ya fe del hombre en Él.
Esa provocación representa el doble reto que Dios nos propone: una locura de amor que, por una parte, no logramos entender, que en verdad nos provoca, nos descoloca; y que, por otra, nos atrae y nos convoca porque es también una auténtica pro-vocación o llamada. En consecuencia, ninguna vocación cristiana específica aflorará, desde este punto de vista, como «elección por selección» o «llamada a escogidos»; antes bien, el Dios que nos regala todo, don de la fe incluido, y que nos sostiene siempre, asimismo estimula y provoca la respuesta de la fe con la tensión y el arrojo con los que cada uno esté dispuesto a darla. Con esta convicción surge asimismo la certeza de que, en principio, la respuesta a Dios no se relaciona tanto con el hallazgo de la divinidad cuanto con la confirmación de la humanidad de toda persona. Con otras palabras, al Dios de Jesús interesa más que los seres humanos saquen adelante su proyecto que el simple reconocimiento de su autor.
TESTIMONIO: ZOYA
Zoya tiene 21 años y muchas veces habla con una sabiduría impropia de su edad. No hace mucho le oí decir: «Mamen se ha perdido por el camino. Quiero estar con ella, a su lado, deseo escucharla y apoyarla». Le pregunté qué quería decir con «se perdió por el camino» y me dijo: «Mamen tiene 25 años, hace dos meses y medio murió su madre y, ahora no sabe dónde ir, no sabe qué hacer con su vida».
Cuando Zoya llegó desde Ucrania hasta Huesca también anduvo perdida y sola. Fue en un campamento juvenil, a través de la cercanía y el cariño de los que hoy son sus amigos, que descubrió de nuevo el camino, la alegría de vivir. Seguro que fue la propia experiencia la que le hace ahora tan sensible a la situación de su amiga Mamen. ¿Quién no se ha pedido alguna vez «por el camino?». Hoy, en este momento de cambios y encrucijadas, nos sucede lo que a Mamen. Caminamos un poco o un mucho perdidos, personalmente, en la familia, en el pueblo, y en la Iglesia. Algunos miran hacia atrás, añorando tiempos pasados, senderos conocidos. Otros otean el horizonte adivinando algún rastro. Algunos se han sentado al borde del camino, cansados. Otros caminan sin rumbo, desorientados.
Son los amigos, como Zoya, quienes estando cerca y escuchando... nos ayudan a encontrar el camino. No son los grandes discurseros, con sus discursos, los que nos dicen por dónde caminar hoy. No. Es la cercanía callada, el saber estar, la experiencia de haber caminado en la oscuridad...Como Zoya hoy, atenta a su amiga, hubo un hombre atento a su gente. Miraba al corazón y vio que andaban como «ovejas sin pastor». Les decía «yo soy el camino...» («Sementera»).
ORACIÓN: «NO NOS HAS ABANDONADO...»
Dios mío, Dios mío, |
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