Pascua’23 - «ANDAR EL CAMINO» - V Domingo de Pascua

Pascua’23 - «ANDAR EL CAMINO» - V Domingo de Pascua

A menudo pensamos que anunciar el Evangelio es ofrecer a los otros lo que no tienen... cuando, en realidad, somos portadores de una invitación a descubrir lo que ya secretamente está en lo más íntimo de cada uno.

 

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EVANGELIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre».

(Juan 14,1-12)

 

ANDAR EL CAMINO

A menudo pensamos que anunciar el Evangelio es ofrecer a los otros lo que no tienen. La evangelización, sin embargo, no equivale a transmitir a los otros una buena noticia bien estructurada que nosotros poseemos; consiste, más bien, «en ir hacia los otros con la esperanza de poder descubrir con ellos, donde están ellos, en el corazón de su propia vida, las huellas del Resucitado que siempre nos precede, que ya está allí de incógnito» (A. Fossion).

Lo mismo que ayer a las mujeres que iban a la tumba, quizás también hoy este mensaje «nos descoloque»: nosotros no aportamos un don del que los seres humanos carezcan; el Espíritu de Cristo resucitado ya ha sido derramado en todo corazón humano. Más que algo desconocido, somos portadores de una invitación a descubrir lo que ya secretamente está en lo más íntimo de cada uno. ¿El camino de la evangelización y de la fe no consistirá en eso, es decir, en una relectura de la existencia para descubrir en ella esa gracia?

 

TESTIMONIO: CATEQUESIS EN MAGAZ

En Magaz de Pisuerga son la cuatro de la tarde de un viernes de noviembre. «¿Por qué he elegido venir a la catequesis de confirmación?», pregunta Loli, la catequista. «¿Por qué razón queréis confirmaros?» continúa preguntando. Los 2 chavales y las 7 chavalas del grupo se lo piensan un poco. Sus respuestas son variadas y todas ellas tienen sentido.

«Para agarrarnos a Jesús», dice Alejandra. «Para agarrarnos a Jesús», me digo yo desde entonces. Me llamó la atención lo que dijo esta chavala de tan sólo 15 años y lo he guardado en mi memoria. ¡Qué bien dicho!, ser cristiano es vivir «agarrado» a Jesús. No sé si Alejandra ha oído esta definición tan auténtica de lo que es ser cristiano en su casa, o dónde, o le salió de dentro, como quien, sin pensarlo en exceso, dice una verdad que sobrepasa el corazón. Pienso que es esto último. Después, me he acordado del apóstol Pedro y su famoso discurso, el día de Pentecostés. A la gente que le escuchaba les dijo estas palabras, cogidas del profeta Joel: «Dice Dios, (un día) derramaré mi Espíritu sobre todo hombre, y profetizarán sus hijos y sus hijas, sus jóvenes tendrán visiones...etc.» (Hechos 2, 17). La afirmación de esta chavala me parece una profecía. El cristianismo del futuro consistirá en vivir la vida «agarrado» a Jesús.

El deseo de Alejandra me llena de preguntas: ¿qué nuevos caminos ya está abriendo el Espíritu del Resucitado en estos tiempos de crisis y de cambio? ¿Qué nuevos senderos ya está desbrozando Jesús por los cuales quiere conducir a los cristianos del futuro? Y las antiguas afirmaciones dogmáticas de los catecismos se me hacen lejanas y viejas, sin calor, sin vida, sin carne. Ojalá, cuando el tiempo pase y la catequesis ya se les haya olvidado, Alejandra y cualquiera de estos chavales y chavalas puedan decir: «me enseñaron a agarrarme a Jesús» («Sementera»).

 

ORACIÓN: «SEÑOR, DAME UN CORAZÓN...»

 

Señor, dame un corazón...

que salte de alegría,
que sepa compartir,
que no acumule cosas,
que se llene de personas,
que sea libre para liberar,
que su absoluto gea Dios Padre,
que considere relativo todo lo demás,
que entienda de audacia para «dar» con nuevos caminos,
que construya vida a su alrededor,
que posibilite creatividad a raudales,
que viva en actitud de discernimiento,
que tenga una profunda experiencia de Dios,
que sea experto en humanidad,
que se prolongue hacia los últimos,
que anuncie a Jesús de Nazaret,
que no se venda a nada ni a nadie,
que sea radical en la entrega,
que perdone siempre,
que esté a favor de la no violencia,
que critique las injusticias,
que denuncie la comodidad e hipocresía,
que se deje inflamar por el Espíritu,
que saboree la soledad,
que tenga entrañas de misericordia,
que sea paciente,
que luche contra el mal,
que viva la fiesta sana,
que disfrute de la naturaleza,
que hable un lenguaje ardiente, lleno de ternura,
que mire al interior del ser humano,
que no se deje arrastrar por las apariencias,
que le prive la poesía,
que sea realista, con gran dosis de utopía,
que escuche los problemas de las personas y tenga un trato exquisito con ellas,
que logre curar sus propias heridas,
que se eduque en la responsabilidad,
que se sienta querido en la comunidad,
que su tacto le haga descubrir y valorar el esfuerzo de los demás,
que sepa trabajar en grupo,
que tenga detalles pequeños para hacerse grande.

Señor, dámelo...
para construir una humanidad nueva.