Homilía de D. Manuel en la Eucaristía de despedida

Homilía de D. Manuel en la Eucaristía de despedida

Un día, el 26 de septiembre de 426, San Agustín reunió al pueblo de Hipona en una asamblea de la cual levantaron acta. Comienza así: «Siendo cónsul Teodosio por duodécima vez y Valentiniano Augusto por segunda vez, después que el obispo Agustín tomó asiento, junto con sus colegas en el episcopado Religiano y Martiniano, en la Iglesia de la Paz de Hipona, estando presentes los presbíteros Rústico, Lázaro y Heraclio Saturnino, Bernabé y Fortunaciano, en presencia del clero y de un numeroso pueblo dijo Agustín:

“lo que ayer prometí a vuestra santidad, por lo que quise que vinierais en mayor número, y compruebo que así lo habéis hecho, hay que llevarlo a cabo sin demora... Todos en esta VIDA somos mortales y el día último siempre es incierto para todos. En la infancia se espera la adolescencia; en la adolescencia, la juventud; y en la juventud, la edad adulta; en la edad adulta, la edad madura; y en la edad madura la senectud. Más la senectud no tiene ninguna otra edad que esperar. Es incierto hasta cuándo le durará al hombre la senectud, pero es cierto que no le queda otra edad que suceda a la senectud. Porque Dios quiso, llegué a esta urbe en el vigor de mi edad; entonces era un hombre adulto, ahora, en cambio, soy un anciano”. Entonces le propone un sucesor, para que no haya turbulencias en la Iglesia de Hipona».

Ha llegado la hora de dar paso a otro pastor, a otro obispo, a Mikel. Yo soy consciente de mis años, aunque a veces me parece mentira. Y puedo decir que llegué a esta Diócesis ya mayor, pero lleno de salud. Han pasado los años; puedo decir y lo digo sinceramente hablando de corazón a corazón (J. H Newman) que he sido feliz, he querido y quiero a esta Iglesia en Palencia, os quiero. A ella me he entregado y he servido. He querido no tanto presidir, como proexistir, servir, como dice san Agustín. («Non tantum praesumus, sed prosumus», San Agustín, Sermón 340A, 3). No quiero hacer ninguna valoración de mi servicio y estancia aquí, entre vosotros, porque nadie es buen juez en causa propia; que la haga el Señor y vosotros, aunque me acojo a la misericordia de Dios y a la vuestra.

Todo lo que se ha hecho ha sido con la ayuda del Señor y con las oraciones de muchas personas y con muchas ayudas de sacerdotes, colaboradores imprescindibles con su entrega sencilla, generosa, callada y cotidiana, con sus cruces y fidelidad, miembros de vida contemplativa, religiosos y laicos, unos vivos, otros difuntos. Hoy quiero daros las gracias a todos: a Dios, en quien vivimos existimos y somos, Él da el aliento, la vida y todo, Él es origen guía y meta del universo. Es Padre con entrañas maternales, llenas de misericordia; en Jesucristo me ha amado y ama hasta entregarse por mí; con su Espíritu Santo me ha confiado este ministerio; Dios, a pesar de mi miseria, siempre me ha acompañado con su misericordia y fidelidad.

Gracias a mis hermanos, mi familia que siempre me ha acompañado con su cariño y cercanía; a la comunidad cristiana de mi pueblo, Serdio, a los amigos que siempre han estado junto a mí; a la orden de san Agustín en la que he crecido, me he formado, y con ellos, con los hermanos agustinos, he intentado buscar a Dios, aunque no está lejos de cada uno de nosotros y he servido a la Iglesia ;gracias a la Iglesia de Santander y a sus obispos, mis obispos Juan Antonio del Val, José Vilaplana Blasco, Vicente Jiménez Zamora y Manuel Sánchez Monge, a D. Carlos Osoro Sierra, amigo y hermano que confiaron en mí y me encomendaron varias tareas, como Párroco de las Parroquias de san Agustín, en el Sardinero y del Carmen del Barrio Pesquero; gracias a la Iglesia en Madrid, donde he servido en las Parroquias de Santa Ana y Ntra. Sra. de la Esperanza, en Moratalaz, y en la Parroquia de San Manuel y San Benito, además del Colegio Ntra. Sra. del Buen Consejo; gracias al papa Francisco que me encomendó esta Iglesia; a todos vosotros , pueblo santo y fiel de Palencia, sacerdotes, diáconos, miembros de vida consagrada, laicos y laicas, que hacéis presente el Evangelio en la sociedad y en las distintas comunidades parroquiales y educativas; en especial muchas gracias al equipo de la programación pastoral, a Inmaculada Martín, -Macu- delegada diocesana para el Sínodo 2023-2024 y particularmente a todos los que en los Consejos Diocesanos, en las distintas Delegaciones de la Curia con sus trabajadores y voluntarios, y particularmente a los Vicarios que me han ayudado y acompañado en estos años: a D. Antonio Gómez Cantero, hoy Obispo de Almería, y D. Juan José Martínez, en la primera etapa; después a D. Anastasio González Aguado, D. Miguel Pérez García y D. Mateo Aparicio Juan. Sin su inestimable colaboración generosa, y su entrega paciente, fraterna y amiga, no se ha habría hecho lo que se ha hecho. Gracias a Jorge, mi secretario, discreto, leal, fiel y siempre servicial.

Gracias a mis hermanos de la Casa Sacerdotal Virgen de Lebanza, a su director, D. Javier Del Río, y a todas las personas que en ella trabajan. Gracias a D. Aurelio, rector del seminario.

Gracias a las autoridades de la ciudad, la diputación, la delegación de la Junta y sub delegación del gobierno de la nación. Gracias por que hemos podido trabajar juntos en algunas iniciativas en favor del pueblo palentino con libertad y responsabilidad.

Gracias a los medios de comunicación.

Perdonad también mis fallos, mis pecados y errores; son fruto de mi limitación, no de mi mala voluntad.

Quisiera deciros que seguiré para siempre siendo un miembro de esta comunidad diocesana y que deseo que algún día mis huesos reposen en esta Iglesia madre. Con san Juan Crisóstomo puedo decir: «Donde yo esté, estaréis también vosotros; donde estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de su cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad y ni la misma muerte será capaz de desunirnos. Pues, aunque muera mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará en olvido a su pueblo.

Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una luz más agradable que esta luz material. Porque para mí ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La luz material me es útil en la vida presente, pero vuestra caridad es la que va preparando mi corona para el futuro».

Miro hacia adelante sabiendo que mi etapa última está cercana y que se prolongará hasta que Dios quiera confiando en su misericordia y fidelidad…; marcho a Santander, de donde vine a Palencia; allí estaré en la Comunidad de Hermanos Agustinos que sirven un Colegio y una Parroquia; me dedicaré a orar, dar gracias, leer, y estar cerca de mi familia. Volveré a Palencia en ocasiones, porque formo parte de esta Iglesia y presbiterio y no quiero que esto se olvide ni se me olvide.

 

Permitidme que haga alusión breve a la Palabra del Señor en la liturgia de hoy que es más importante que lo que os pueda decir yo. Dos preguntas: Una, la primera frase que dice Jesús, en el Evangelio de Juan, y que Jesús nos dirige a cada uno de nosotros: ¿QUÉ BUSCÁIS? Tenemos que responder personal y comunitariamente. ¿Buscamos el éxito, la fama, el dinero, el placer por encima de todo, el bien del cuerpo, el bien para nosotros solos? Eso no llena nuestra alma, ni da sentido a nuestra vida, por eso tenemos que seguir dialogando con Jesús y preguntarle: MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? Los judíos iban buscando a Dios en el templo. Dios vive en Jesús, es el Cordero, es su Palabra hecha carne. Tenemos que cultivar el encuentro con Jesús que nos dice: VENID Y VERÉIS. ¿Dónde? en su palabra, en la oración, en la música callada, en la soledad sonora, en la naturaleza, en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, en el hermano, sobre todo en el pobre y desvalido, en cada acontecimiento que vive en esta sociedad y el momento actual de la historia si lo sabemos recibir con fe y amor. FUERON: salieron de sí mismos, de su comodidad y se pusieron en camino; percibieron la presencia de Jesús entre nosotros; y PERMANECIERON CON ÉL AQUEL DÍA: Permanecer junto a Jesús, para ser discípulos que hacen propio su mensaje, su misión y obra. Y responderle como Samuel: aquí estoy porque me has llamado; habla Señor, que tu siervo escucha. Que como lo hizo el Señor al entrar en el mundo digamos: Aquí estoy para hacer tu voluntad; incluso como Cristo, hasta el final, en el Huerto de los Olivos. Que, como los primeros discípulos, nos encontremos con Cristo, cultivemos una relación íntima de amor y amistad con Jesús, convivamos con él, el único Maestro que nos mira, ama y perdona y sepamos evangelizar, es decir a los demás como Andrés a Pedro: Hemos encontrado al Mesías, al Salvador, al que es nuestra vida y esperanza.

 

Quisiera terminar animándoos a acoger al nuevo obispo como regalo y don del Señor. Permanezcamos unidos y concordes todos en la paz de Cristo y en comunión con él, con humildad, con nuestro servicio de amor corresponsable y sinodal, en comunión y concordia, buscando la unidad en la caridad. Que Dios, que nos lo envía, lo guarde incólume de cuerpo y espíritu, lo guarde santo para gozo común. Caminamos juntos con él, como Iglesia sinodal.

Iglesia de Dios en Palencia: te digo como os dije cuando fui ordenado un 18 de junio de 2016: desde la unidad que no está reñida con la diversidad, en sinfonía armoniosa y perfecta, vivid «amando a esta Iglesia, estando en esta Iglesia, siendo esta Iglesia» (San Agustín, Sermón 138,10) Que vuestro gozo sea «el gozo de Cristo, en Cristo, con Cristo, tras Cristo, a través de Cristo, en razón de Cristo» (San Agustín, de la santa Virginidad, ,27) trabajando por el reino aquí en esta tierra nuestra querida, con nuestras gentes. Iglesia de Dios en Palencia: Adelante, sin miedo, en el nombre del Señor. Iglesia de Palencia, canta y camina sinodalmente.

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA

Obispo-Administrador Apostólico de Palencia

Catedral de Palencia. 14 de enero de 2024