En el primer domingo nuestros brazos se abren para acoger en silencio el desierto. Podemos tener la sensación de que nuestras vidas transitan por un desierto donde las alimañas de la guerra, el hambre, la violencia y la polarización, el vacío existencial, las prisas y el stress nos dificultan mucho el caminar en paz. Es en el silencio de estos días donde se nos ofrece la posibilidad de descubrir qué nos dicen estas realidades, qué podemos aprender de ellas, qué nuevos retos nos están planteando a nivel personal y como miembros de esta Iglesia de Palencia.
EVANGELIO
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
(Marcos 1, 12-15)
COMENTARIO
Nos dice el evangelio que, a Jesús, antes de comenzar su vida de sanador y predicador, el Espíritu le impulsó a vivir una experiencia mística en el desierto. Fue allí donde Jesús comenzó a vislumbrar con cierta nitidez quién era realmente, cuál era la razón última de su vida, cuál era la orientación de su existencia. En el desierto hay silencio, mucho silencio; en el desierto hay dudas, hay dificultades y peligros... el desierto es un tiempo de clarificación y purificación.
Esta es la oferta que te hace el Señor en este tiempo de cuaresma. La cuaresma es un tiempo de preparación para centrar nuestro interior, para descubrir la autenticidad de nuestra vida creyente, para ir visualizando tantas adherencias y máscaras como cubren nuestro rostro; y para ello necesitamos centrarnos, mirar hacia dentro con paz, serenidad y silencio, mucho silencio
Sólo desde ahí percibirás que Dios es la Buena Noticia para ti y para tus hermanos, sólo desde ahí podrás vislumbrar que el plazo para ti se ha cumplido, que no puedes seguir demorando una respuesta real a Jesús: el Reino de Dios entre nosotros.
PARA PENSAR Y ACTUAR
El desierto es parte de nuestra condición humana. Nuestra vida es una mezcla de luces y de sombras, de arideces y consuelos, de silencios y gritos, de lágrimas y júbilo, de soledades y encuentros. Nuestra experiencia de fe no se produce nunca al margen de nuestra vida. En el desierto no nos encontramos solos, Jesús está ahí con nosotros.
• En el silencio hazte consciente de su presencia, déjate acoger y abrazar por Él. Escúchale, dialoga con él de tu vida, de tus cosas y de las suyas, de la vida de quienes se encuentran en un angustioso desierto.
• ¿Qué te pide Jesús que cambies en tu forma de pensar, de sentir, de vivir para acoger y abrazar a quienes más lo necesitan?
• A qué te comprometes para hacer posible el Reino de Dios en tu pequeño mundo.
ORACIÓN
Es hora de volver a casa,
desde este país donde ya no hay alimento que pueda saciar mi hambre.
Hora de hacer una hoguera con todo mi egoísmo y mi estupidez.
Hora de reducir a cenizas mi absurda torre de babel y bajarme a la tierra y comenzar a dar manos.
Hora de quitar estorbos de mis oídos, y hacer silencio para volver a escucharte y escucharme.
Debo entrar en el horno de tu Espíritu y dejarme transformar en el cántaro que tú quieras.
Aunque mi “sí” quedó hecho cenizas, sé que puedo renovarlo. Y quiero hacerlo, con tu ayuda.
Cuarenta días para dejarme encontrar por ti, para darme cuenta de que me esperas a la puerta de casa.
Cuarenta días para pedirte perdón y ayunar de tantas cosas que me sobran y otros necesitan.
Cuarenta días para escuchar más atento tu Palabra, y dejar que sea tu Pan quien me sacie y tu Perdón quien me restaure.
No hay camino fuera de Dios.
Hoy comienzo el camino de retorno a Tu casa.
LA SED DEL DESIERTO DEL FRACASO
Javier está en una situación no elegida. Desconoce cómo ha llegado a vivir una vida sin sentido. Cada día es un caminar en el desierto, le faltan ganas de vivir.
Después de muchos avatares laborales, familiares... vuelve a su ciudad de origen, cuando está entrando en la madurez. Cuando llega las alimañas feroces le despojan de todo lo que le había rodeado: hijos, familia, esposa, amigos, trabajo y recala en el centro de acogida “Hermano “de Badajoz. Sin referencias, pero, sobre todo, sin espíritu.
El corazón de la madre le acoge como al hijo pródigo. Sobrevive, pero vive en el más puro desierto humano y existencial. Las culpas le atormentan y le faltan ganas y fuerzas para encontrar algo de aliento y palabras de ánimo. Va al psicólogo, al psiquiatra que le calman, pero, no encuentra la paz, ni el sosiego que necesita.
En las conversaciones profundas, que tiene con un sacerdote, se da cuenta de que debe aceptarse y quererse como es y que la situación en la que vive debe asumirla y salir de ese mundo de rencor, culpabilidad y ver las posibilidades de resucitar. Lo debe hacer desde ese desierto donde es posible encontrar un oasis de verdad y bondad.
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