El primer domingo de Cuaresma nos propone un programa, un itinerario y un comportamiento diferente durante 40 días. Todo ello con un único fin: prepararnos para la Pascua, el gran acontecimiento salvador de nuestra vida. Tres cosas, nos pide la Iglesia que intensifiquemos: la oración, el ayuno y la limosna. Tres actitudes a vivir de forma nueva que nos haga cambiar nuestro estilo de vida y esperar el Paso de Dios. Tres herramientas a usar para desear y anhelar la Pascua, la presencia de Dios hecho vida entre nosotros.
Debemos preguntarnos al inicio de este tiempo si en nuestra vida, en nuestra comunidad parroquial, en nuestra Iglesia hoy sentimos la necesidad de la Pascua. Muchas veces creemos que es algo repetitivo que ya hemos hecho tantas veces que apenas encontramos motivaciones suficientes para vivir con entusiasmo y compromiso. Mucho me temo que no está en nuestras urgencias esperar y celebrar la Pascua como la respuesta total a nuestra vida. Damos poco valor e importancia a que Dios pase por nuestra vida y nos la renueve, resucite y llene de esplendor. Pero, solo, con esa gran motivación podremos vivir una auténtica Cuaresma.
Se me ocurren algunas comparaciones que en nuestra vida actual pudieran sugerir esta motivación. Cuando uno espera cambiar su vida, encontrar un trabajo, tomar una decisión que marque su futuro, enfrentarse a un reto singular, toma conciencia de la importancia que eso tendrá para su vida y entonces estará dispuesto a hacer lo que haga falta para conseguirlo. Unas oposiciones, un examen para adquirir la titulación, una entrevista de trabajo… nos hace afrontarlo con un tiempo de preparación, un tiempo exigente, un tiempo de esfuerzo y de trabajo. Aceptamos vivirlo con tiempos y espacios de silencio donde nadie nos distraiga, nos aparte del objetivo sabiendo que habrá que superar tentaciones que nos aparten de conseguir nuestro fin.
Proclamar el evangelio
Jesús va a cambiar de vida. Va a iniciar lo que llamamos su vida pública, evangelizar, anunciar el Reino, entregarse a hacer realidad la Buena Noticia de la Salvación. Para ello se prepara y elige un espacio muy especial, el desierto para que nadie lo despiste de su objetivo. Allí se prepara, con un exigente tiempo, de silencio y austeridad a la misión. Elige, igualmente, un tiempo concreto, cuarenta días, no un rato hasta que me canse, sino un entrenamiento exigente, diríamos hoy. Y allí afronta y superar dificultades, problemas que llamamos en lenguaje eclesial, las tentaciones.
El evangelista san Marcos no nos cuenta las tentaciones en concreto. Lo hace de modo general e incluso usando una fórmula diferente donde dice que Jesús se dejó tentar.
San Lucas y san Mateo nos cuentan que fueron tres y las describen. San Marcos quiere resaltar un hecho diferente, el valor que tiene superar las tentaciones o las pruebas antes del inicio de la vida pública de Jesús. Recordándonos que también nosotros necesitares de tiempo, de espacio para superar crisis, dificultades y problemas, léase tentaciones, antes de vivir la Pascua.
Convertíos y creed la Buena Noticia
Durante todo este tiempo cuaresma debemos hacer resonar en nuestros corazones y en nuestras celebraciones las palabras de Jesús: Convertíos y creed la Buena Noticia. Sabiendo, además, que esto no es un gesto mágico, sino un proceso que se va dando en nosotros a través de los ejercicios que la Iglesia nos propone en este tiempo: mayor oración, más austeridad de vida y mejor caridad. Cada vez que todo eso lo hacemos nos estamos recordando la fórmula magistral capaz de devolvernos la salud. Cada vez que recemos, recordemos la práctica del Vía Crucis, la Confesión y la Eucaristía estamos creyendo en la buena Noticia de Dios que se hace presente entre nosotros y esa misma presencia convertirá nuestro corazón a Él. Digamos lo mismo de un comportamiento más austero en los hábitos diarios, donde la privación incluso de alimentos nos recuerde el amor a los necesitados. La limosna seguirá siendo grata a Dios cuando vea que nuestro corazón colabora en mejorar a los demás. Por último. el valor de sacrificio, el esfuerzo traducido no solo a un acto heroico, sino un vencernos a pequeñas situaciones de comodidad que ya hemos asumido como parte fundamental de nuestra zona de confort. Retomar la eucaristía dominical con entusiasmo, visitar a los enfermos, colaborar con las necesidades del barrio y de la parroquia y tantos gestos más pueden convertir esta Cuaresma en mostrar que creemos la Buena Noticia de Jesús.
José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia