Palabra y Vida - Confiar y no abandonar nunca

Palabra y Vida - Confiar y no abandonar nunca

Nuestra sociedad avanzada en conocimientos, ilustrada en todas las materias e informada hasta la saturación desarrolla a partes iguales la sospecha y la incredulidad. Así analiza, cuestiona y acaba en la sospecha ante los acontecimientos y las personas. No vivimos tiempos de confianzas en las personas a las que siempre ponemos bajo el ojo de la duda.

 

Rechazado

El pueblo de Nazaret anticipa en dos mil años algunos de nuestros comportamientos. Presumían de conocer a Jesús porque sabían de él casi todo: su origen, su familia, su trabajo… Sin embargo, sus convecinos no lo aprecian y cuestionan su saber y su hacer, aunque le piden milagros que avalen aceptarle como profeta y enviado de Dios. Se muestran reticentes a acoger y aceptar a Jesús y lo justifican con tantas preguntas que conllevan ya las respuestas porque creen saber todo sobre él. Con estas razones lo rechazan. No les sirve que hayan quedado asombrados por sus enseñanzas. Su conocimiento de Jesús les impide abrir sus ojos y su mente a su divinidad. Solo ven lo humano de Cristo y eso les dificulta verle como profeta. No aceptan que no sea uno más de ellos. Incluso se escandalizan.

 

No pudo hacer milagros

La primera consecuencia de aquella falta de fe de los habitantes de Nazaret es que Jesús no pudo hacer milagros. Dios actúa en nosotros cuando encuentra una actitud receptiva y acogedora de su persona. Cuando nuestro corazón se cierra a él, se cierra igualmente a su actuación. Cuando rechazamos a Jesús rechazamos que pueda obrar en nosotros. Si nos abrimos al Señor dejaremos que él actúe y haga milagros entre nosotros. A menudo no dejamos a Dios que obre el bien entre nosotros porque nuestra cerrazón no lo acepta como el Señor y Salvador. Llegamos a aceptarlo como hombre, pero nos cuesta aceptarlo como el profeta, el enviado de Dios para traernos la salud y la salvación. Seguimos necesitando que Dios actúe en nuestra vida y debemos acogerlo como al Señor.

 

Recorría los pueblos enseñando

Pero las dificultades, el rechazo y el no haber podido ser reconocido por sus vecinos como Hijo de Dios, no entorpece la tarea y la misión de Jesús. Ante el aparente fracaso, Jesús sigue fiel a su tarea. El ya conoce, así lo hemos leído en la primera lectura de Ezequiel, la dificultad de ser profeta. Así lo expresa: “nadie es profeta en su tierra”. Pero la falta de éxito nunca es suficiente para abandonar la tarea. Jesús sigue llevando su palabra, su mensaje de vida y sus milagros a los demás pueblos y por tanto a todos los que quieran acogerlo y aceptarlo. De esa actuación de Jesús también nosotros podemos extraer una conclusión y un compromiso. Ante tantas situaciones de fracaso y de no encontrar acogida, el Señor nos invita a no sentirnos derrotados sino a seguir con nuestro proyecto y tarea. Aunque algunos nos rechacen, muchos otros seguirán necesitando de nosotros, de nuestra palabra, de nuestra fe y de nuestro servicio y caridad. Ante las negras realidades y la falta de ilusiones y esperanzas debemos confiar y no abandonar nunca.

 

José María de Valles - Delegado diocesano de Liturgia