Este año el segundo domingo de Adviento coincide con la fiesta de la Inmaculada Concepción. En España se celebra litúrgicamente la fiesta de la Virgen en lugar de la liturgia del segundo domingo de Adviento. Las vestiduras no serán moradas sino blancas o azules. Bien es verdad que debe mantenerse la segunda lectura del domingo. Normalmente María ocupa el protagonismo en el cuarto domingo, este año también lo hace en este segundo domingo del Adviento. En ella vemos el ejemplo más pleno de vivir este tiempo que nos prepara a la Navidad.
LLENA DE DIOS
Al contemplar hoy a María debemos en primer lugar descubrirla como llena de Dios. María deja que Dios llene su vida, su pensamiento y su corazón. Por estar llena de Dios, no cabe en ella el pecado, y así la llamamos Inmaculada, sin falta, sin mancha. Así lo expresamos cuando rezamos el AveMaría y decimos: llena de gracia, llena de Dios. Nada hay más hermoso que podamos decir de María nuestra madre. Y esta percepción de María se identifica con la fe de España y por eso es patrona de nuestra patria desde 1644. Desde los primeros tiempos de la Iglesia de España, la fe de nuestros mayores hizo de este dogma un hecho incuestionable mucho antes de que la Iglesia lo sancionará así en 1854 por el Papa Pío IX. Admiramos, pues, en nuestra Madre la Virgen María que dejó que el Señor llenara su vida. Esa misma madre nuestra, hoy nos invita a dejarnos también llenar de Dios. Llenar nuestro corazón y nuestra mente, nuestra vida de la presencia de Dios nos prepara a vivir el encuentro con Dios en la Navidad.
NO TEMAS
Llenarse de Dios es tanto como aceptar su propuesta de colaborar con Él en el misterio de la Salvación. Tarea y compromiso que conlleva riesgos y dificultades y ante el cual sentimos miedo y temor. Colaborar con Dios requiere exigencias que nos dan miedo. María también sintió ese temor. El ángel leyendo su pensamiento la alienta y anima a que no tema, a que acepte fiarse de lo que se la propone. La invitación que le hace el Señor de contar con ella para que sea la madre del Salvador, como la invitación que Dios nos sigue haciendo a cada uno de nosotros para que colaboremos con él, nos llena de miedo. María, sintiéndose humilde y pequeña, acepta y se fía del plan y de la palabra de Dios y desde ese momento deja que el Señor lleve las riendas de su vida. Se siente vocacionada, llamada por Dios. Descubramos en ella el modelo de seguimiento y colaboración con Dios.
SIERVA DEL SEÑOR
Con la perspectiva cercana de la celebración del Congreso de Vocaciones en febrero de 2025 María nos muestra el camino del seguimiento, de aceptación de la llamada de Dios y por tanto de escuchar y acoger la vocación. La respuesta de María al ángel anunciador debe seguir siendo una respuesta válida para cada uno de nosotros: “he aquí la sierva del Señor”. Porque se trata de eso el ser cristiano: colaborar en el plan de salvación de Dios. Y aunque nuestra percepción no lo descubra así, Dios sigue visitándonos y nos invita a que le ayudemos a estar y vivir entre nosotros para que no sintamos a Dios como algo caído del cielo sino como algo cercano que nosotros nos esforzamos en hacerlo presencia viva.
La fiesta de la Inmaculada nos enseña algunas actitudes para vivir este Adviento. En primer lugar, la alegría porque el Señor sigue queriendo estar con nosotros y nos visita, nos elige y nos ofrece una tarea en su plan de Salvación.
Igualmente, María nos descubre el valor y la confianza en la palabra de Dios. Nos dice que nos dejemos llenar de Dios sin miedo ni temor, aunque no entendamos el misterio y no cerremos nuestra vida a la llamada que Dios nos hace de disponer de nuestra vida. Abramos nuestra vida a la voluntad de Dios como María y dejemos que se haga su voluntad aquí y ahora.
José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia