IV Domingo de Cuaresma: RECONCILIAR

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Las situaciones de conflicto y de violencia entre personas, grupos y pueblos, el crecimiento de actitudes de intolerancia, xenofobia, fundamentalismo, rechazo del diferente dan a la reconciliación una gran actualidad.

San Juan Pablo II, en la exhortación apostólica “Reconciliación y penitencia” (RP), en los nos 2 y 3, con los títulos “un mundo en pedazos” y “nostalgia de reconciliación”, hace una buena descripción de las divisiones de nuestro mundo, que concluye con estas palabras: “La aspiración a una reconciliación sincera y durable es, sin duda alguna, un móvil fundamental de nuestra sociedad como reflejo de una incoercible voluntad de paz; y -por paradójico que pueda parecer- lo es tan fuerte cuanto son peligrosos los factores mismos de la división”.

La parábola del Evangelio, comúnmente conocida como del Hijo Pródigo, la hemos interpretado muchas veces desde el criterio de la conversión de la persona. Con ello se resalta la figura del hijo menor, que se aleja, recapacita y vuelve. Después nos han hecho ver, con acierto, que la parábola se refiere principalmente del Padre. Él es quien reconcilia al hijo menor y trata de hacerlo con el mayor y entre ambos. San Pablo, por su parte, interpreta la vida y misión de Jesucristo como la obra de reconciliación del mundo por parte de Dios y su propia vida como servicio de reconciliación. (Ef 1,20; 2 Cor 5,18).

La reconciliación, según eso, constituye también la misión y tarea de la comunidad cristiana y se despliega en estas cuatro dimensiones: con Dios, consigo mismo, con los otros y con toda la creación (RP 8).

  • La reconciliación con Dios nos lleva a confiar en Él, a centrar nuestra vida en Él y a ser comunidad de discípulos misioneros (EG 24), fieles a la misión de anunciar el Evangelio de Jesús (RP 10).
  • La reconciliación consigo mismo/a se realiza en la conversión del corazón y la unidad de vida.
  • La reconciliación con la humanidad nos pide un servicio de justicia y de paz, y una mirada preferente y solidaria a quienes hoy son víctimas de la cultura del descarte (EG 53).
  • La reconciliación con la creación nos emplaza a un cambio de mentalidad y a un compromiso decidido por el cuidado de la casa común, que plantee una ecología integral y promueva nuevas formas de producción y consumo. Es lo que pide Francisco en la encíclica Laudato Si’.

“Cristo -dice San Pablo- es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos uno sólo, destruyendo el muro de enemistad que los separaba. (…) Vino como evangelizador de la paz” (Ef 2,14-17). A lo que San Juan Pablo II añade: “La Iglesia, para anunciar y promover de modo más eficaz al mundo la reconciliación, debe convertirse cada vez más en una comunidad de discípulos de Cristo, unidos en el empeño de convertirse continuamente al Señor y de vivir como hombres nuevos en el Espíritu y práctica de la reconciliación” (RP 9).

 

DEL EVANGELIO SEGÚN S. LUCAS

 

Jesús les dijo esta parábola:

«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, (…) recapacitando se dijo: “(…) Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».

Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; (…) comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.

Y empezaron a celebrar el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Entonces él respondió a su padre:

“Mira: en tantos años como te sirvo, (…), a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo (…), le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; (…)”».

Palabra del Señor

 

 

UNA HISTORIA…

Construir un puente

 

Dos hermanos que vivían en granjas vecinas cayeron en un conflicto. Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.

Una mañana alguien llamó a la puerta del hermano mayor. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero. “Estoy buscando trabajo por unos días”, dijo el extraño, “quizás su granja necesite alguna reparación y yo pueda ser de ayuda en eso”.

“Sí”, dijo el mayor de los hermanos, “tengo un trabajo para usted. Mire al otro lado del arroyo, en aquella granja vive mi hermano. La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros, pero él con su tractor desvió el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Seguro que lo hizo para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquel montón de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca, una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más”.

El carpintero le dijo: “Creo que comprendo la situación. Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho”.

El hermano mayor dejó la granja para ir al pueblo. El carpintero trabajó duro todo el día. Al atardecer, cuando el granjero regresó, el carpintero terminaba su trabajo. El granjero quedó con los ojos completamente desorbitados y con la boca abierta. ¡No había ninguna cerca de dos metros! En su lugar había un puente. ¡Un puente que unía las dos granjas a través del arroyo!

En ese momento, su hermano menor vino desde su granja y abrazando a su hermano le dijo: “¡Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho!”.

Entonces vieron que el carpintero recogía sus herramientas. “No, ¡espera! Tengo muchos proyectos para ti”, le dijo el hermano. El carpintero le respondió: “Me gustaría quedarme, pero tengo muchos puentes por construir”.

 

EN COMUNIDAD REZAMOS…

 

Dios clemente y compasivo,
día tras día sales a nuestro encuentro,
pasas por nuestras vidas repartiendo perdón,
curando heridas, restaurando dignidades perdidas,
borrando nuestras infidelidades,
fortaleciendo los corazones desfallecidos.

BENDITO SEAS, SEÑOR, PORQUE ABRES TU CORAZÓN
PARA REGALARNOS VIDA, HOGAR Y DIGNIDAD.

Queremos volver a tu casa,
dejarte ser Padre,
reconocer errores y debilidades,
aceptar abrazos y besos,
permitir que nos laves y renueves,
sentirnos tus invitados, participar en tu fiesta,
avivar la confianza, llenarnos de tu misericordia.

TE ALABAMOS, PADRE, PORQUE NOS AMAS
CON FUERZA, CON PASIÓN, CON TERNURA.

Somos hermanos y extraños,
compañeros y enemigos de camino,
solidarios, pero también indiferentes.
Somos diálogo y palabra que hiere,
mano que sostiene y piedra de tropiezo.
Necesitamos tu abrazo que regenera y reconcilia,
que nos mueve al perdón y a la compasión.

GRACIAS, PADRE, PORQUE TU ACOGIDA Y CONFIANZA
NOS ABREN AL ENCUENTRO Y A LA RECONCILIACIÓN.

 

 

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