Al igual que en la pasada Cuaresma, la Diócesis nos propone un itinerario para este tiempo de Pascua que acabamos de comenzar. El propósito: caminar hacia “Comunidades que regalan luz”.
1. Algunos datos sobre el año litúrgico
“A lo largo del año litúrgico, la Iglesia conmemora y hace presente todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y el Nacimiento hasta la Ascensión y Pentecostés y la Expectación de la Venida del Señor” (Sacrosanctum Concilium, 102). Los tiempos litúrgicos contemplan de una manera especial una dimensión del misterio cristiano; vienen a ser el despliegue temporal y secuenciado del misterio cristiano, celebrado a lo largo del año.
El misterio de Cristo (la salvación que Dios ha obrado en Cristo) está en el centro del año litúrgico. Y en el meollo de toda la obra de salvación de Cristo está su Misterio Pascual (Pasión, Muerte y Resurrección), que acabamos de celebrar y de hacer presente en la liturgia del Triduo Pascual.
Al Triduo Pascual le precede el tiempo de Cuaresma: período de preparación a la Pascua, iniciación o reiniciación a la fe, conversión y cambio, renovación de la vida cristiana en nuestro seguimiento del Señor.
Y al Triduo Pascual le sigue la celebración del tiempo de Pascua, llamado Cincuentena Pascual, en su unidad: “los cincuenta días que van del domingo de Resurrección al domingo de Pentecostés se celebran con alegría y júbilo, como si se tratara de un único día de fiesta o, mejor aún, de un gran domingo” (Normas universales sobre el año litúrgico, 1969, n. 22). Al final de la cincuentena se celebra el envío del Espíritu Santo en Pentecostés, y el domingo anterior, la Ascensión del Señor, como la exaltación del resucitado a la derecha del Padre. (Todas ellas fiestas pascuales, estrechamente unidas a la Resurrección). Dentro de la cincuentena pascual destaca la octava de Pascua, celebrada con la misma intensidad litúrgica que el domingo de Resurrección.
2. El tiempo pascual
Nos toca, ahora, celebrar intensamente el gozo de la Resurrección del Señor, en este tiempo pascual. Por nuestra parte, estamos llamados a vivir con nueva energía y entusiasmo la nueva vida recibida en la Pascua de Jesús y en nuestro propio bautismo. Si en la Cuaresma destacábamos más la dimensión negativa de la existencia cristiana (morir al pecado), ahora, en la Pascua, debemos resaltar la clave positiva (vivir la vida nueva, como hombres nuevos). No olvidemos el carácter bautismal de la Pascua. (Junto al cirio pascual puede estar la fuente bautismal, durante toda la Pascua).
La epístola proclamada en la Vigilia Pascual puede iluminar y estar en el fondo de la vivencia de este tiempo pascual: “Los que por el Bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el Bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a Él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado, porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor Nuestro (Rom 6, 3-11).
En este tiempo celebramos, sobre todo, estas tres realidades:
a) La presencia del Señor resucitado. Si Cristo ha resucitado quiere decir que sigue vivo, que sigue actuando, que su presencia debe ser sentida, vivida y celebrada.
b) Nuestra condición de bautizados (muertos al pecado y resucitados en Cristo). Porque Cristo ha resucitado, nuestra condición de creyentes y de discípulos tiene sentido.
c) La vida y la misión de la Iglesia. La Iglesia, como misterio de comunión y misión, tiene su origen y se fundamenta en la Resurrección de Cristo.
3. “Comunidades que regalan luz”.
Queremos vivir esta cincuentena desde la imagen tan pascual de la luz. Éste es el lema que hará de hilo conductor de todo este tiempo: “Comunidades que regalan luz”.
3.1. Cristo resucitado es nuestra luz: el mejor regalo que se nos hace en este tiempo; Él, con su victoria, ha roto la oscuridad de la noche de la muerte y del pecado y nos ha iluminado.
¿Qué es lo que nos ilumina Jesús? Jesús nos revela algo muy importante: el misterio de Dios y el misterio del hombre. Él nos descubre la verdad de Dios, que es amor, y la verdad del ser humano, que es hijo de Dios.
Él ilumina las zonas más oscuras de nuestra existencia, como pueden ser el dolor, la enfermedad y hasta la misma muerte. Si Él ha sufrido como nosotros, con nosotros y por nosotros; si se ha visto zarandeado por la duda y el miedo; si ha tenido que llorar como nosotros el dolor y la pena; si alguna vez se ha sentido tentado por el mal; si ha experimentado la amargura y la soledad y todas nuestra miserias; si ha tenido que pasar incluso por la muerte... quiere decir que nuestros dolores, nuestros sufrimientos, nuestras tinieblas... se han iluminado; que el túnel en el que a veces nos vemos metidos tiene una salida; que todas las dimensiones negativas del hombre quedan redimidas y pueden recobrar sentido. Pero hay más todavía.
Él ilumina también todas las realidades humanas positivas que están llamadas a ser solidarias y fraternales. Él ilumina el sentido de la convivencia y de las relaciones humanas, de la familia y del trabajo; ilumina también nuestros esfuerzos por hacer un mundo y unas comunidades según el plan de Dios...
3.2. Nosotros, personal y comunitariamente, estamos llamados a vivir en y desde esa luz y a regalarla e irradiarla a los que nos rodean, por medio del testimonio cristiano de una vida nueva en Cristo resucitado. Somos hijos de la luz, porque hemos nacido en la pascua. Y somos también luz del mundo porque ésa es nuestra condición recibida en el bautismo.
Somos criaturas nuevas, y como tales hemos de vivir. La Pascua de Jesús y la pascua del cristiano son inseparables. Lo que aconteció en Jesús, acontece también en nosotros. A Cristo, el Hombre Nuevo, le seguimos nosotros, hombres nuevos a imagen del resucitado. Realmente este enfoque es decisivo para nosotros; porque ¿qué adelantaríamos con recordar o incluso celebrar (con toda la carga que esto tiene de actualización, no sólo de recuerdo) que Jesús resucitó? ¿qué adelantaríamos con ello, más allá de gozarnos por la victoria de alguien de los nuestros? Es inseparable el acontecimiento de la resurrección de Jesús (como hecho histórico que un día ocurrió) de su celebración litúrgica (actualización del mismo) y de nuestra participación en ese misterio desde nuestra propia existencia. Evitemos separaciones nocivas: acontecimiento-liturgia- vida.
Todo esto es lo que queremos cuidar y resaltar en nuestras comunidades cristianas, en las pequeñas y en las más grandes, en comunión con toda la Iglesia universal. Lo recogemos en esta oración de acción de gracias, que se puede recitar en algún momento a lo largo de la Pascua, o incluso todos los domingos: Te bendecimos, Padre, porque en ti está la fuente de la luz. Tu Hijo Resucitado brilla en medio de las tinieblas, y va dejando tras de sí un reguero de claridad para cuantos le seguimos. ¡Nosotros nos comprometemos a ser testigos de esa luz! Porque Tú nos has llamado de nuestras tinieblas para que vivamos como hijos de la luz y demos frutos de bondad, justicia y verdad. ¡Qué nuestras palabras y nuestras obras te glorifiquen, Señor, y sean un regalo de luz para cuantos nos rodean! Amén.
4. Materiales que se entregan
4.1. Un Cartel con el lema, para poner en un lugar visible
4.2. Un Esquema de toda la Pascua (desde el 2º hasta Pentecostés). Partiendo del lema “Comunidades que regalan luz” el itinerario de Pascua se plantea desde este interrogante: ¿Quién envía a “regalar luz”, cómo y para qué?
4.3. Una hoja para cada domingo, que incluye: el Evangelio del día, una sencilla reflexión al hilo del Evangelio, un testimonio de vida que aporta luz y una oración para rezar juntos en la celebración dominical o bien personalmente en casa.
PASCUA 2019 - ¿Quién envía a “Regalar Luz”, cómo y para qué hacerlo?