+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
El miércoles próximo, día 30, se celebra la fiesta de San Jerónimo, y el XVI Centenario de su muerte en Belén, junto a la Basílica de la Natividad.
San Jerónimo, padre de la Iglesia, al decir del papa Benedicto XVI, «puso la Biblia en el centro de su vida: la tradujo al latín, la comentó en sus obras y sobre todo se esforzó en vivirla concretamente en su larga existencia terrena a pesar del conocido carácter difícil y fogoso que le dio la naturaleza».
Considero que esta figura y el centenario de su muerte nos llama a todos, sobre todo a los cristianos, a acoger como María y poner toda nuestra atención teórica y práctica en la escucha de la Palabra de Dios. «Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8, 21).
Dios siempre ha hablado y habla a los hombres: «En muchas ocasiones y de diversas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final nos ha hablado por el Hijo» (Hebr 1, 1y 2). «Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad ... movido por amor habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía. Habla para comunicarse por amor» (DV, 2).
La primera forma de hablar el Señor es por la creación, por las obras creadas. Todas nos hablan de él. Esta es la experiencia de San Agustín; en su búsqueda de Dios dirá: «Has herido mi corazón con tu palabra y te he amado. Pero también el cielo y la tierra y cuanto hay en ellos me andan diciendo desde todas las partes que te ame...; Pregunté a la tierra y me respondió: No soy yo Dios. Idéntica confesión me dijeron todas las cosas que se hablan en ellas. Pregunté al mar, a los abismos, a los reptiles... pregunté a la brisa... me dirigí a todas las cosas que rodean a las puertas de mi carne...y me gritaron con voz poderosa: Él es quien nos hizo. Pregunté a la mole del universo acerca de mi Dios y me respondió: Yo no lo soy. Él ha sido quien me ha hecho» (Conf. X, 6, 8-9).
Cuando tengo tiempo me gusta ver en TVE2 esos reportajes de animales o de paisajes de otras tierras. Pero también en nuestra provincia tenemos ríos, montañas, cuevas, campos, lagunas, montes, flores, pájaros, animales, miradores como el de Autilla de Campos o Torremormojón, además de personas y mucho arte. Dios nos habla por la belleza de las cosas creadas, por la puesta de un sol, por la belleza de las montañas, de la mar, de los ríos... Lo que necesitamos es pararnos un poco y contemplar, cultivar esta dimensión humana de contemplar, preguntar y preguntarnos y saber escuchar; buscar lugares o espacios tranquilos, lejos del mundanal ruido, y preguntar; nuestra pregunta es nuestra mirada, su respuesta es su belleza. Dios se deja ver a la inteligencia a través de las obras creadas. Las cosas creadas no contentan a quienes preguntan, si estos no saben juzgar. Debemos preguntarnos y escuchar. «Pregunta a la hermosura de la tierra, pregunta a la hermosura del mar, pregunta a la hermosura del aire dilatado y difuso, pregunta la hermosura del cielo, pregunta al ritmo ordenado de los astros; pregunta al sol que ilumina el día con su fulgor; pregunta a la luna, que mitiga con su resplandor la oscuridad de la noche que sigue al día; pregunta a los animales que se mueven en el agua, que habitan la tierra y vuelan en el aire; pregunta a las almas ocultas, a los cuerpos manifiestos ; a los seres visibles, que necesitan quien los gobierne, y a los invisibles, que los gobiernas. Pregúntales. Todos te responderán: Contempla nuestra belleza. Su hermosura es su confesión. ¿Quién hizo estas cosas bellas, aunque mudables, sino la belleza inmutable?» (S. Agustín, Sermón 241,2).
El salmo 8 nos invita a contemplar y alabar: «¡Señor Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado».
Pero también el propio ser humano. Somos un microcosmos, nuestra grandeza nos ha llevado a trasformar la materia, a ir a la luna, y lograr con la ciencia y la técnica cosas que nuestros antepasados no podían ni imaginar y nuestra miseria, nuestra limitación y fragilidad ante un virus y otras lacras que nos afligen y dependen de nosotros como el hambre. El autor del salmo 8 también preguntaba admirado y agradecido: «Cuando contemplo... ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para mirar por él? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad...». También el libro de Job, que es poético y cuyo tema es el sufrimiento del justo, nos invita a responder a las preguntas de Dios Creador (cap.38 y 39), aunque sea con el silencio: «Me siento pequeño, ¿qué replicaré? Me taparé la boca con la mano» (Job 40, 5).
Desearía que todos fuéramos más contemplativos y nos dejáramos alcanzar y oír su voz: «Ojalá escuchéis su voz, no endurezcáis vuestro corazón» (Salmo 95, 7-8)...
En días sucesivos intentaré compartir con vosotros cómo considero que Dios nos sigue hablando de diversas maneras, sobre todo por Jesucristo.