Dios nos sigue hablando - II

Dios nos sigue hablando - II

+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

Dios no es mudo ni sordo. Nos habla por todo lo creado, por lo que existe y por la belleza de todo lo creado.

Dentro de las realidades creadas y bellas está el ser humano, sea hombre o mujer. Dios habla por su físico, por el cuerpo, por la belleza del mismo. Hasta el libro el Cantar de los Cantares de la Biblia canta poéticamente la belleza del cuerpo del hombre y de la mujer y del amor entre ambos (Can 4 y 5). Cuando en anatomía nos asomamos a nuestro ser descubrimos que somos una maravilla. Nos admiramos del proceso evolutivo, que nos habla de la mente de Dios, de su plan; nos admiramos de la mente y la inteligencia humana que ha realizado grandes conquistas como ir a la luna, diversas filosofías, las nuevas tecnologías en los medios de comunicación social, de la complejidad de los diversos sistemas -nervioso, sanguíneo...

Lo mismo podemos decir si nos asomamos al psiquismo de la persona, a nuestras capacidades de la mente, el conocimiento, y el amor, de convivir, de ser hacedores de cultura, de la complejidad de nuestra psique, del misterio de nuestra libertad, de nuestra sexualidad, de nuestras ansias de vivir, vivir siempre, vivir amando y siendo amados, buscar la felicidad, del enigma del dolor y la progresiva disolución del cuerpo y, por último, por la muerte con el temor de la extinción perpetua (GS, 18).

Si nos detenemos con la intención de preguntarnos y preguntar por el comportamiento humano, en especial por la conciencia ética y moral: «En lo más profundo de su conciencia el ser humano descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y evitar el mal ... La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre en el que está sólo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella» (GS, 16). «La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza. La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de los vicarios de Cristo» (John Henry Newman, A Letter to the Duke of Norfolk, 5).

A veces sentimos la contradicción del ser humano en nosotros mismos porque, como sentía san Pablo: «En efecto, no entiendo mi comportamiento, pues hago lo que no quiero, sino que hago lo que aborrezco... en efecto, querer está a mi alcance, pero el hacer lo bueno, no. Pues no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo... Descubro la siguiente ley: Yo quiero hacer lo bueno, pero lo que está a mi alcance es hacer el mal» (Rom 7,15-23).

También Dios nos habla por la historia del ser humano y de todos los pueblos si queremos oír con un corazón prudente y aprender de los aciertos y errores. No sólo de la historia antigua, sino incluso la prehistoria, y, cómo no, la historia reciente de la que somos arte y parte, actores y sufridores para bien o para mal.

Es verdad que para oír la palabra que Dios y rastrear sus huellas en la creación y particularmente en el hombre no podemos estar tan distraídos, tan dispersos, tan divididos y tan disipados. Tenemos que ser más reflexivos, pararnos, no dejarnos llevar por tanto trajín que ocasiona stress, cultivar la interioridad, oír con el corazón.