+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
El misterio de la Pascua del Señor, su paso de este mundo al Padre por la muerte, sepultura y resurrección es clave en la vida cristiana, tanto individual en el que participamos por el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, como comunitario porque se celebra todos los domingos y especialmente en el Triduo Pascual que es la solemnidad máxima de la Iglesia que después debe tener y tiene eco en toda la vida de la misma. Toda la Iglesia está iluminada por esta luz que hace renacer todas las cosas.
El Papa Francisco, como han hecho otros Obispos de Roma, dirige cada año un Mensaje a todos para vivir mejor la Cuaresma, que es un tiempo de cuarenta días de preparación espiritual a la fiesta de las fiestas. Este año lo centra en la ascesis cuaresmal como camino sinodal.
Arranca el Papa del relato de la Transfiguración de Jesús, cuyo relato evangélico nos narran Mateo, Marcos y Lucas. Para entender este relato debemos antes tener en cuenta el contexto. Pedro ha confesado a Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 13-20). Jesús, a renglón seguido, aclara que su mesianismo no es político, sino que pasa por subir a Jerusalén, sufrir mucho de parte de las autoridades judías, ser matado y resucitar al tercer día. Pedro quiere torcer el camino de Jesús, porque piensa como los hombres, no como Dios (Mt 16, 23). Y Jesús entonces dice: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame; porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero el que la pierda por mí, la encontrará» (Mt 16, 23-25). Y sigue la narración de la Transfiguración (Mt 17, 1-8). Este relato se proclama el segundo domingo de cuaresma todos los años.
Es una invitación a subir con Cristo a un monte alto. Subir al monte supone ascesis, esfuerzo, liberar el espíritu. «La ascesis cuaresmal es un compromiso, animado siempre por la gracia, para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz... Para profundizar nuestro conocimiento del Maestro, para comprender y acoger plenamente el misterio de la salvación divina, realizada por el don total de sí por amor, debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciándonos de las mediocridades y de las vanidades. Es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña» (Papa Francisco). Este camino Jesús lo hace, pero se lleva a tres discípulos; no va solo, sino que quiere compartir esa experiencia. Es una experiencia sinodal, pues sínodo es hacer camino juntos, con otros. En la cumbre ven la gloria de Jesús, su belleza divina. El camino cuaresmal que es, a menudo, camino arduo y esto nos puede desalentar, termina en algo maravilloso: en el hombre y la mujer nuevos en Cristo.
El camino cuaresmal y el camino sinodal en el que está embarcada la Iglesia tiene como meta la transfiguración personal y eclesial para ascender junto a Jesús y llegar con Él a la meta.
¿Qué nos pide este camino? Lo dice el Padre: «Este es mi Hijo amado: Escuchadle». Esto es lo primero que tenemos que hacer. Escuchar a Jesús. Él nos habla de muchos modos. Por la Palabra de Dios que la Iglesia nos ofrece en la liturgia todos los días en la Eucaristía, y si no podemos, cogiendo en nuestras manos las lecturas del día, incluso con la ayuda de internet, y meditar esa Palabra. Además, nos habla por los hermanos y hermanas, por los rostros de quienes necesitan ayuda; también por los hermanos y hermanas de la comunidad cristiana en el diálogo fraterno.
Otro, subrayado hace el papa: No refugiarnos en una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios, de experiencias subjetivas y sugestivas, por miedo a afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, sus dificultades y sus contradicciones. Este camino nos prepara para vivir la pasión y la cruz con fe, esperanza y amor, hasta llegar a la resurrección. También el camino sinodal nos debe llevar a no quedarnos en las experiencias de comunión, sino a bajar con la luz del Resucitado a la llanura. Tocando a los discípulos Jesús dice: «Levantaos, no temáis» (Mt 17, 7). Bajar a la llanura es bajar a la vida de cada día en la que tenemos que ser artesanos de sinodalidad en la vida de nuestras comunidades y de la sociedad.
Termina en papa pidiendo que el Espíritu Santo nos anime en esta Cuaresma en nuestra escalada con Jesús para experimentar su resplandor divino, y así, fortalecidos en la fe, proseguir juntos el camino con Él que es la gloria de su pueblo y la luz de las naciones.
¡Feliz camino cuaresmal y sinodal y feliz Pascua!