Testigos de esperanza en el mundo

Testigos de esperanza en el mundo

Queridos lectores, paz y bien.

Hoy en la Iglesia celebramos el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Dentro nuestra rica y compleja historia, el tema de la militancia y el compromiso de los fieles laicos en el mundo resulta crucial desde todos los puntos de vista. Porque la virtualidad transformadora del Evangelio queda en entredicho si no hay hombres y mujeres que lo encarnan en los diferentes ámbitos de nuestra sociedad. En Palencia, las presencias de la Acción Católica y del Apostolado Seglar son muy significativas, pero aún minoritarias en nuestro tejido diocesano.

El lema de la jornada de este año destaca que vosotros, los laicos que lucháis por el Reinado de Dios en el mundo sois justamente testigos de esperanza. «Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5,5). La Sagrada Escritura pone de manifiesto que la esperanza ha sido una de las claves y líneas fuertes que han guiado toda la historia de la salvación. El Espíritu de Dios ha conducido esta historia de modo gradual y pedagógico, alimentando la esperanza contra todas las dificultades y fracasos de la humanidad.

San Pablo, en el capítulo cinco de la Carta a los Romanos, establece una relación íntima entre el camino de la esperanza y la presencia del Espíritu. El itinerario que conduce a la experiencia de la esperanza no carece de dificultades, que solo podremos superar gracias al amor de Dios, comunicado personal e interiormente a cada creyente por el Espíritu Santo. Solo quien se descubre, cada día, amado por Dios, está preparado para esperar en él. Desde aquí se comprende que la esperanza cristiana no se reduce a una espera pasiva del futuro, ni es resignación conformista, ni un ingenuo optimismo. Jesús vive en la historia y la va transformando en el Espíritu a través de nosotros.

Para que la esperanza germine y crezca, se requiere por tanto superar el mero activismo a fuerza de contemplación. Incluso en el ámbito cultural, filósofos como el surcoreano Byung-Chul Han, reivindican una vida más contemplativa, lejos de la dinámica de producción constante que domina nuestra era: “hoy la gente se explota a sí misma voluntariamente creyendo que así se realiza”, apunta el pensador asiático. Según Han, “el neoliberalismo ha logrado algo perverso: convertir el látigo del amo en un móvil inteligente que llevamos siempre en el bolsillo, y que usamos con entusiasmo […] El activismo sin contemplación es solo ruido”. Sería triste que los católicos viviéramos infectados por el virus de un activismo sin alma, de un compromiso sin el horizonte del Reino.

Los nuevos tiempos nos obligan a ver que todos somos parte importante dentro de la Iglesia y que todos debemos sentirnos llamados, como miembros de ella, a caminar juntos, a escuchar y discernir, reconociendo la dignidad de cada vocación. Se nos invita a adquirir responsabilidades en la misión de la Iglesia tomando un nuevo estilo de vida en el que no asumamos tareas concretas, sino compromisos continuos en la cotidianidad de nuestra vida, en la familia, en el trabajo, en la política, en la cultura y en el mundo, llevando el amor de Dios a todos los rincones de la vida social: “Cada bautizado responde a las exigencias de la misión en los contextos en los que vive y trabaja desde sus propias inclinaciones y capacidades, manifestando así la libertad del Espíritu en la concesión de sus dones. Gracias a este dinamismo en el Espíritu, el pueblo de Dios, escuchando la realidad en la que vive, puede descubrir nuevos ámbitos de compromiso y nuevas formas de realizar su misión […]; recorren los caminos del mundo y en sus ambientes de vida anuncian el Evangelio” (documento final del Sínodo, número 58).

Los laicos, en virtud de su vocación, estáis llamados a entregar el amor de Dios que ha sido derramado en cada uno de nosotros por el Espíritu Santo, como caridad política, estando presentes en la vida pública, siendo testigos de la esperanza cristiana con valentía y ardor misionero. Ahora bien, para que el laicado llevéis a cabo esta labor transformadora de las realidades temporales, la Iglesia española, en línea con el Concilio Vaticano II, ofrece la Acción Católica como cauce adecuado para formar laicos, teniendo como referencia fundamental la Doctrina Social de la Iglesia. Ojalá que los pastores dediquemos nuestras mejores energías en acompañar en esta tarea a las comunidades, los movimientos y las asociaciones. Sólo así seremos testigos de esperanza en el mundo.

+ Mons. Mikel Garciandía Goñi. Obispo de Palencia