+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
San Manuel ha sido un gran educador. Huelva tiene pruebas de esa dimensión. Desde su llegada percibió la necesidad de formar integralmente a los niños y a los adolescentes. Buscó colaboradores, entre ellos el gran pedagogo Manuel Siurot, y fundó el Colegio del Sagrado Corazón. En Palencia acostumbraba a dar catequesis en la misma Catedral; igualmente manifestó esta dimensión con pequeñas obras que buscaban la educación en la fe incluso de los adultos. Una de ellas se titula “Cartilla del catequista Integral” y todavía tiene lecciones que aportar a la catequesis de hoy. Entiende la catequesis como una iniciación de una vida sólida católica en los individuos, en las familias y en el pueblo (Obras Completas, III, edit. Monte Carmelo, Burgos, 2001, 423). Apostaba “Todo por el catecismo” y escribió un programa mínimo de catecismo, a pesar de todos los peros.
Fue también en creyente enamorado de Jesús en la Eucaristía. Ya desde niño, como seise, y sobre todo ya como sacerdote a raíz de su experiencia en Almodovar del Río, un pueblo religiosamente frío y descreído, donde se encontró con un sagrario abandonado. Llegó al pueblo a los 24 años: «Fuíme derecho al Sagrario en busca de alas a casi caídos entusiasmos, y ¿qué sagrario! Un ventanuco como de un palmo cuadrado, con más telarañas que cristales, dejaba entrar trabajosamente la luz de la calle con cuyo auxilio pude distinguir un azul tétrico de añil, que cubría las paredes; dos velas que lo mismo podían ser de sebo o de tierra o de las dos cosas juntas; unos manteles con encajes de jirones y quemaduras y adornos de goterones negros; una lámpara mugrienta goteando aceite sobre las baldosas pringosas, algunas más colgaduras de telarañas, ¡qué sagrario, Dios mío! ¡Y qué esfuerzos tuvieron que hacer allí mi fe y mi valor para no volver a tomar el burro del sacristán, que aún estaba amarrado a los aldabones de la puerta de la Iglesia, y salir corriendo para mi casa! Pero no huí. Allí me quedé un rato largo y allí encontré mi plan de misión y alientos para llevarlo al cabo... Allí, de rodillas... mi fe veía a través de aquella puertecilla apolillada, a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba, que posaba su mirada triste y suplicante, que me decía mucho y me pedía más. Que me hacía llorar y guardar al mismo tiempo mis lágrimas para no afligirlo más. Una mirada en la que se reflejaban unas ganas infinitas de querer y una angustia infinita también, por no encontrar quien quisiera ser querido... Una mirada en la que se reflejaba todo lo triste del Evangelio... Sí, sí, aquellas tristezas estaban allí en el Sagrario oprimiendo, estrujando al Corazón dulce de Jesús y haciendo salir por sus ojos un jugo amargo. ¡Lágrimas benditas las de aquellos ojos!
De mí sé deciros que aquella tarde en aquel rato de Sagrario, entreví para mi sacerdocio una ocupación en la que antes no había soñado y para mis entusiasmos otra poesía que antes me era desconocida. Creo que allí se desvanecieron mis ilusiones de cura de pueblo de costumbres patriarcales y sencillas... Ser cura de un pueblo que no quisiera a Jesucristo, para quererlo yo por todo el pueblo. Emplear mi sacerdocio en cuidar a Jesucristo en las necesidades de su vida en el Sagrario le ha creado. Alimentarlo con mi amor. Calentarlo con mi presencia. Entretenerlo con mi conversación. Defenderlo contra el abandono y la ingratitud. Proporcionarle los desahogos a su Corazón con mis santos sacrificios. Servirle de pies para llevarlo a donde lo desean. De manos para dar limosna en su nombre aún a los que no lo quieren. De boca para hablar de él y consolar por él y gratar a favor de él cuan do se empeñen en no oírlo... hasta que lo oigan y lo sigan. ¡Qué hermoso sacerdocio!» (Obras Completas, 2 ª Ed. Edt. Granito de Arena, 2008, Tomo I, pag. 56. ss).
He aquí la fuente de su sacerdocio y de su servicio a tantas personas abandonadas, nuevos sagrarios abandonados, a los que él se entregará con su palabra, escritos y obras. Así, desde aquí se refiere a la formación en los seminarios (Un sueño pastoral, O. Completas, II, Edit. Granito de Arena, Madrid, 199, 263-567). Y lo que dirá a los sacerdotes: Lo que puede un cura hoy. O. Completas, II; Edit. Granito de Arena, Madrid, 1999, 5- 257). Estas páginas como como una conversación a los curas -dice él- más aburridos y desalentados.
San Manuel, cristiano y sacerdote ruega por nosotros.