+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
Hay documentos, declaraciones, proclamas que no pasan, que siempre son de actualidad perenne, que no se marchitan, sino que permanecen frescas, vivas e interpelantes generación tras generación. Entre tantos destaco, cómo no, las páginas de la Biblia, como los mal llamados Diez Mandamientos, las Bienaventuranzas del Evangelio, las parábolas del Buen samaritano, las del capítulo 15 de San Lucas, las llamadas parábolas de la misericordia -la alegría del pastor que encuentra la oveja perdida, la de la mujer que encuentra la moneda extraviada y la del padre de los dos hijos, el pródigo y el testarudo-, el examen al final de los tiempos de Mateo 25, por citar algunos textos religiosos. Civilmente podemos recordar la Declaración de los Derechos Humanos, la traída y llevada Constitución Española de 1978, etc. Hoy quisiera invitaros a leer y conocer, pero sobretodo vivir el Documento sobre la “Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común”, firmada hace poco, el pasado 4 de febrero, en Abú Dabi, entre el Papa Francisco y el Gran imán de Al-Azhar de El Cairo, Ahmad al Tayyeb. Este Documento se encuentra fácilmente en Internet.
Este documento es muy significativo por varias razones; una, por haberse firmado en Abú Dabi en el Primer Viaje de un papa, el Papa Francisco, a los Emiratos Árabes Unidos; en segundo lugar, por firmarse entre cristianos católicos y musulmanes cuando muchos musulmanes están divididos entre sí entre sunnitas u chiitas, muchos países musulmanes no respetan los derechos humanos ni la libertad religiosa, y cuando muchos cristianos han sido o son perseguidos por su fe e incluso asesinados por actos de terrorismo fundamentalista.
Este documento arranca de un valor trascendente que da razón e impregna todo lo que se dice: «La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar. Por la fe en Dios, que ha creado el universo, las criaturas y todos los seres humanos -iguales por su misericordia-, el creyente está llamado a expresar esta fraternidad humana, protegiendo la creación y todo el universo y ayudando a todas las personas, especialmente las más necesitadas y pobres» (Prefacio).
En el trasfondo está la situación de fraternidad y amistad entre el papa y el imán y de las comunidades que ellos representan que les lleva «a compartir las alegrías, las tristezas y los problemas del mundo contemporáneo, en el campo del progreso científico y técnico, de las conquistas terapéuticas, de la era digital, de los medios de comunicación de masas, de las comunicaciones; en el ámbito de la pobreza, de las guerras y de los padecimientos de muchos hermanos y hermanas de distintas partes del mundo, a causa de la carrera de armamento, de las injusticias sociales, de la corrupción, de las desigualdades, de la degradación moral, del terrorismo, de la discriminación, del extremismo y de otros muchos motivos» (Prefacio).
¿Qué busca o pretende? Despertar la esperanza en un futuro luminoso para todos los seres humanos. Que invite a todas las personas que llevan en el corazón la fe en Dios y la fe en fraternidad humana a unirse y trabajar juntas, para que sea una guía para las nuevas generaciones hacia una cultura del respeto recíproco, en la comprensión de la inmensa gracia que hace hermanos a todos los seres humanos. Es una invitación a asumir la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta, el conocimiento recíproco como método y criterio. Y todo esto manando de la importancia de «reavivar el sentido religioso y la necesidad de reanimarlo en los corazones de las nuevas generaciones a través de una educación sana y la adhesión a los valores morales y a las enseñanzas religiosas adecuadas, para que se afronten las tendencias individualistas, egoístas, conflictivas, el radicalismo y el extremismo ciego en todas sus formas y manifestaciones», comenzando por la familia, cuya esencialidad en este campo proclaman. Esta Declaración es una invitación, además, a la reconciliación entre todos los creyentes y no creyentes, entre todas las personas de buena voluntad; es un llamamiento a la conciencia para repudiar toda violencia aberrante y el extremismo ciego; es un testimonio de la grandeza de la fe en Dios que une los corazones divididos y eleva el espíritu humano; es «un símbolo del abrazo entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur y entre todos los que creen que Dios nos ha creado para conocernos, para cooperar entre nosotros y para vivir como hermanos que se aman», en definitiva, la paz universal.
El Documento como tal comienza así: «En el nombre de Dios que ha creado todos los seres iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos, para poblar la tierra y difundir en ella los valores del bien, la caridad y la paz. En el nombre de la inocente alma humana que Dios ha prohibido matar, afirmando que quien mata a una apersona es como si hubiese matado a toda la humanidad y quién salva a una es como si hubiese salvado a la humanidad entera...».