Mensaje del Papa para la Cuaresma de 2019

Mensaje del Papa para la Cuaresma de 2019

+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia.

Cada año, el Papa escribe y envía un mensaje a todos los cristianos para la Cuaresma. Este año también. El título es “La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Rom 8, 19). Con la ayuda de Dios y vuestra comprensión, quisiera invitaros a leerlo y, por mi parte, quiero resumir el mensaje del papa para que lo llevemos a la práctica con fidelidad y creatividad.

Comienza el Papa recordando el sentido de la Cuaresma, que no es un tiempo raro, triste, sino de preparación para la fiesta de Pascua: «Dios concede a sus hijos anhelar, con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que (…) por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser en plenitud hijos de Dios» (Prefacio de Cuaresma). Se trata, por tanto, de una gracia de Dios que hemos de acoger y secundar con nuestro compromiso. A toda gracia se corresponde con la tarea. Y si Dios nos ha hecho la gracia de ser hijos de Dios y esta la hemos recibido en el Bautismo, tenemos que responder viviendo como hijos y hermanos. Es verdad que somos hijos de Dios y hermanos de los demás, pero tenemos que reconocer que no lo somos en plenitud, porque “aún no se ha manifestado lo que seremos, que todavía somos peregrinos y no vemos a Dios cara a cara, como Él es. Esa es nuestra esperanza. Esta esperanza a la que nos debe mover a la conversión, como dice la Escritura, a purificarnos sobre todo en el campo del amor fraterno (Cfr. I Jn. 3, 2-4).

El Papa nos recuerda que vivir como hijos de Dios es dejarse llevar por el Espíritu Santo, el Maestro interior, que es el Don en sus dones espléndido que pedimos constantemente en Cuaresma desde el Miércoles de Ceniza: «Danos, Señor, tu Espíritu Santo», que habla también por la propia conciencia; esto nos traerá beneficios a nosotros, pero también a la toda la creación. También la creación entera está esperando los frutos de nuestro ser fielmente hijos de Dios y hermanos, porque existe una comunión profunda entre las creaturas humanas y las demás criaturas. Esta comunión que se manifiesta en la armonía no se da porque el pecado y la muerte están presentes en las relaciones entre los hombres y los demás seres. El Papa subraya que tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las criaturas y hacia nosotros mismos, porque nosotros somos criaturas: se dan abusos en el uso de las cosas, vivimos en la lógica del todo y ya, del tener cada vez más y acaparar, el jardín lo hemos transformado en un desierto, nos creemos el dios de la creación, dueños absolutos, ávidos, con un afán por un bienestar, con desinterés hacia los demás que lleva a la explotación de las personas y del medio ambiente.

Necesitamos ser hombres nuevos, personas nuevas con la novedad de la vida del Cristo de la Pascua, el Resucitado, y abrirse a los cielos nuevos y tierra nueva y el camino es el arrepentimiento, la conversión y el perdón. La conversión, sin duda, supone un trabajo, encarnar más nuestro ser bautizados en la vida personal, familiar y social.

Los medios son los que, siendo antiguos, son siempre nuevos: El ayuno, la oración y la limosna. El ayuno nos invita a vencer la actitud de devorarlo todo para saciar nuestra avidez y colmar nuestra ambición. Quizás esto cause sufrimiento, pero será sano cuando se hace por amor.

El segundo es la oración que supone abrirnos al Dios verdadero y escuchar su palabra, renunciar a las idolatrías- cada uno tenemos que ver a qué dioses servimos-, a la autosuficiencia de nuestro yo, y manifestarnos pobres y necesitados de la misericordia del Señor.

El tercer medio es la limosna. Entraña no solo dar y compartir sino salir de la necesidad de vivir y acumular para nosotros mismos y volvernos a encontrarnos con los otros, nuestros hermanaos, sobre todos los humildes y pobres, y con el mundo, compartiendo nuestros bienes espirituales y materiales. Se trata de amar porque el amor está la verdadera felicidad.

«Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que “será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”» (Rom 8,21). No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender el camino de verdadera conversión, pero una conversión concreta; así atraeremos la fuerza transformadora de la Pascua de Cristo y su victoria sobre el pecado y la muerte también sobre la creación.